Alba Molina | crítica
No lo es ni pretende serlo
literatura
Si el año pasado era Luz Gabás la escritora que se hacía con el Premio Planeta, este año ha sido Sonsoles Onega la que ha merecido el galardón mejor dotado de las letras españolas (un millón de euros) con una novela que también habla de mujeres y pertenencia. En este caso, Onega (Madrid, 1977) recrea en Las hijas de la criada el periplo de una familia de empresarios gallega, los Valdés, en un relato que recorre los dos primeros tercios del siglo XX y dos escenarios alejados en lo geográfico y cercanos en lo sentimental: Galicia y Cuba. Las hijas de la criada -presentada al concurso como Otoño sin ti y bajo el seudónimo de Gabriela Monte- se centra especialmente en la biografía de las mujeres de la familia, que se las arreglaron para crear todo un imperio conservero en su tierra natal, aunque un terrible secreto marcaría su vida para siempre.
Rostro televisivo y de la casa, Sonsoles Ónega es hija del también periodista Fernando Ónega y de Marisol Salcedo, y hermana de Cristina Ónega. Sus inicios como profesional fueron en el canal CNN+ y, desde entonces, se ha convertido en una cara conocida de la televisión, relacionada, sobre todo, con los servicios informativos y la crónica política, para pasar a ser desde el año pasado el nombre de referencia de las tardes de Antena3 conduciendo el programa Y ahora Sonsoles. La actualidad marcó, precisamente, su primera novela de largo alcance, Donde Dios no estuvo (2007): una propuesta coral, con distintas voces y destino, que se entrecruzan en el marco de los atentados del 11-M.
Como en Las hijas de la criada, los secretos familiares y un escenario gallego (en este caso, Santiago) protagonizaban también -ya bajo el sello de Planeta- Encuentros en Bonaval Encuentros en Bonaval(2010), un relato en el que Ónega utiliza la labor periodística como motor para ir descubriendo las leyendas de la ciudad milenaria y los secretos familiares, en una atmósfera nebulosa en la que no parecen definirse la realidad y la ficción, o lo que podemos creer y lo que no.
Su siguiente propuesta como autora, de corte completamente distinto, llegó en 2015 con Nosotras que lo quisimos todo, un título que habla de la "trampa" de la conciliación cuando las mujeres pretenden coordinar trabajo y vida doméstica: una protagonista que, de repente, se ve en la disyuntiva de abandonar una prometedora oferta laboral por estar con su familia -una fotografía que es fácil relacionar con la propia experiencia de la autora-.
Su confirmación como escritora llegó con Después del amor (2017), Después del amorel título que le valdría el Premio Fernando Lara de Novela. La trama se basa en la historia de amor real en los años 30 entre una mujer La trama se basa en la historia de amor real en los años 30 entre una mujerde la alta burguesía catalana y un destacado militar republicano muy vinculado a la Generalitat, y que le llegó a la autora a través de las hijas de la protagonista.
En Mil besos prohibidos (2020)Mil besos prohibidos, retomaba el tema del amor inoportuno, cuando una pareja se ve en la diatriba de reiniciar, o no, la relación que dejaron veinte años atrás.
La sorpresa vino de la mano del madrileño Alfonso Goizueta, que a sus 24 años pero ya con una bibliografía entre el ensayo y la novela a sus espaldas se coronó este domingo como finalista del Premio Planeta, una distinción dotada con 200.000 euros. El joven ha entrado en el Olimpo literario con La sangre del padre, una ficción en la que recrea la transformación de Alejandro Magno de un muchacho idealista y bravo que desea liberar a los pueblos de la barbarie a un tirano temerario que no calibra las consecuencias de su ambición.
Goizueta, licenciado en Historia y en Relaciones Internacionales en el King’s College de Londres, dio signos de ser un autor precoz con intereses impropios de su edad cuando publicó a los 17 años Limitando el poder. 1871-1939, un libro en el que analizaba la evolución de la diplomacia europea en un largo intervalo que tenía la Alemania de Von Bismark, las dos Guerras Mundiales y la Revolución Rusa como trasfondos. El escritor siguió más tarde con el ensayo en Los últimos gobernantes de Castilla, Los últimos gobernantes de Castillaen el que reivindicaba las figuras de Isabel la Católica, el cardenal Cisneros e Isabel de Portugal en la configuración del Estado español moderno.
Su salto a la narrativa se dio con Corazón de deidades, de la editorial sevillana Caligrama, en el que fabulaba a partir de los dioses de la Grecia clásica, aunque Goizueta definió aquella obra como una novela psicológica donde sus criaturas sufrían dilemas humanos y no se libraban de las sacudidas del amor, la envidia o la soledad. El autor volcaba en este libro un imaginario que le había fascinado desde niño, cuando con ocho años asistía entusiasta a los relatos de una profesora que le contaba a los alumnos los mitos de la Antigüedad. Una pasión que ya no tuvo vuelta atrás: el muchacho estudiaría latín y griego clásico y leería con devoción cada leyenda que caía en sus manos.
La sangre del padre confirma al madrileño como un novelista atraído por el pasado que busca en otras épocas un espejo para reflejar las contradicciones eternas de la naturaleza humana. Ahora, Goizueta se inspira en el perfil inabarcable de Alejandro Magno y describe cómo el que pasó a la posteridad como uno de los estrategas militares más admirados de la Historia, retratado con los contornos de un semidiós, fue también un hombre que acabó pagando un precio por su voracidad y su codicia.
Entre las obras presentadas al LXXII Premio Planeta, que había batido este año un récord de participación con la recepción de 1.129 manuscritos, destacaban el empuje del género policiaco y los grandes personajes femeninos, como destacó el miembro del jurado Juan Eslava Galán, que habló del Planeta como un “termómetro de los gustos literarios”. La selección de La sangre del padre, con Alejandro Magno conquistando de nuevo territorios en la ficción, revela que la novela histórica sigue gozando de una capacidad de seducción notable.
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