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El sombrero de tres picos | Análisis
En el año 2019 celebraremos los primeros cien años de El sombrero de tres picos una obra fundamental para el ballet, la danza española, el flamenco y la música sinfónica que hace un siglo no eran géneros tan ajenos los unos de los otros como lo son hoy lo que demuestra que la política disgregadora no la han inventado Trump ni Torra, que esta afecta también a ámbitos no estrictamente políticos y que las barreras mentales son mucho más poderosas que las físicas.
La compañía de Diaguilev se encontraba en España, de regreso de una gira americana, a consecuencia de la Primera Guerra Mundial cuando recurrieron a Manuel de Falla, al que habían conocido en París, en principio para que les abriera la puerta de los teatros españoles. Luego, como no podía ser menos dado el carácter del empresario ruso, surgió la idea de elaborar una obra de temática española que en principio se iba a basar en las Noches en los jardines de España del maestro gaditano.
Falla les ofreció El corregidor y la molinera que había estrenado como pantomima la compañía de los Martínez Sierra en el Teatro Eslava de Madrid en 1917. Seguía esta obra la estela de El amor brujo de los mismos autores, estrenado dos años antes, que no se convertiría en ballet hasta 1925, precisamente tras la exitosa experiencia de El sombrero de tres picos, dando así lugar al nacimiento a un nuevo género, el clásico español o ballet flamenco.
Diaguilev propone a Falla trasformar la pantomima El corregidor y la molinera en un ballet y para conseguirlo contrata a Pablo Picasso, que firmará los figurines y decorados, y a un bailaor de los cafés cantantes de Sevilla, Félix Fernández García. Esta versión primitiva de la obra ya cuenta con números flamencos como el fandango y la seguidilla a los que se unirán, finalmente, la famosa jota final y la farruca. Para la elaboración de esta última resulta fundamental la contribución del bailaor sevillano conocido después del estreno en Londres como Félix el Loco.
Lydia Sokolova, primera bailarina de los Ballets Russes, narró en sus memorias el brote psicótico que sufrió Fernández García antes del estreno. Al parecer estaba convencido de que él sería el protagonista de la obra pero al ver el nombre de Massine, y no el suyo, en los carteles, sufrió el ataque que le llevó, primero, a bailar desnudo en la iglesia de St.-Martin-in-the-Fields y más tarde a un psiquiátrico en Epson en donde murió en 1941.
El estreno del ballet tuvo otra consecuencia muy afortunada para el flamenco. En 1917 Massine, buscando documentación para su obra, filma en Sevilla a Juana la Macarrona, María la Macarrona, el Mate y Ramirito de Jerez, una filmación que permaneció olvidada durante 100 años para los historiadores del flamenco pero que por fin se puede ver en España desde hace unas semanas.
Sin duda la farruca que baila Ramirito en esta película influyó notablemente en la que finalmente firma Massine, aunque José Manuel Gamboa y Pedro G. Romero sostienen también la fundamental influencia eslava, a través de Massine, en la farruca flamenca actual. ¿Filmaron los rusos el baile de Felix Ferández García? Es muy probable que fuera así.
El caso es que El sombrero de tres picos pasó al repertorio del ballet universal y sinfónico. Pero todavía le quedaba un largo recorrido flamenco ya que artistas como Vicente Escudero o La Argentinita, entre otros, interpretarían parcial o completamente la obra, a las órdenes, o no de Massine. Fundamental fue la aportación de Antonio Ruiz Soler, Antonio el Bailarín, que en 1955 firma una nueva coreografía de la obra. Antonio había hecho el papel del Molinero a las órdenes de Massine en Milán dos años antes.
Pero la coreografía del sevillano va a sepultar la del ruso. En algún momento se le preguntó al bailaor las razones que le llevaron a componer esta nueva coreografía. La respuesta no dejó lugar a dudas: “en la coreografía de Massine se mata al toro cuatro o cinco veces. Pero al toro sólo se le mata una vez”. Con ello afirmaba el carácter inequívocamente español, y flamenco, de su contribución. Tanto es así que la coreografía de Antonio es la que continuó con vida años después, en las versiones de Antonio Márquez o José Antonio, entre otros. En tanto que la de Massine quedó como una curiosidad arqueológica.
No obstante, hoy la música se interpreta en formato de concierto en muchas más ocasiones que en el ballet.
Son muchos los enigmas que aún quedan por resolver, como vemos, de esta mítica obra, sobre todo de la parte flamenca, que esperemos que un estudio en profundidad de la misma revele algún día.
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