Apacibles céfiros matinales
Solistas de la ROSS | Crítica

La ficha
SOLISTAS DE LA ROSS
*** Concierto V del Ciclo de Cámara. Solistas de la ROSS: Tatiana Postnikova, piano; Vicente Morelló, flauta; José Manuel González, oboe;, Piotr Szymyslik, clarinete; Javier Aragó, fagot; Alma María García, trompa.
Programa: 'El romanticismo en la música para viento del siglo XIX'
Louise Farrenc (1804-1875): Sexteto para piano y vientos en do menor Op.40 [1852]
Antonín Dvořák (1841-1904): Sexteto para piano y vientos en re menor [transcripción de Mordechai Rechtman de la Serenata para vientos Op.44; 1878]
Lugar: Espacio Turina. Fecha: Domingo, 12 de febrero. Aforo: Dos tercios de entrada.
A Louise Farrenc se la programa mucho últimamente. Su música no molesta nunca, es de una reconocible entraña romántica de salón, anclada en modelos antiguos y en general conservadores. Su Sexteto para piano y vientos, formación bastante original, está en do menor, una tonalidad tan beethoveniana, y empieza con un empuje dionisíaco que parece remontarse al formidable modelo, pero luego todo se va suavizando, haciéndose mendelssohniano si se quiere, y queda una sucesión de melodías más o menos amables ordenadas con formal rectitud. La obra tiene algunos rasgos concertantes, pero los Solistas de la ROSS potenciaron sus perfiles puramente camerísticos, sin que el piano de Postnikova sobresaliera demasiado del conjunto. En último término, el oboe de González igualó el protagonismo del teclado, actuando casi como concertino del quinteto de vientos.
El ciclo de cámara de la ROSS había acogido ya la temporada pasada la Serenata para vientos de Dvorák. Esta vez, la obra se presentaba en un arreglo. Aquí el modelo es Mozart, que se adorna en algunos momentos de un reconocible folclorismo checo (la furiant como contraste en el trío del muy cortesano y modoso Minueto). La melodía es también el fundamento de la obra, pero Dvorák crea en el Andante con moto una extraña trama oscura y melancólica, que parece incluso por momentos remitir a Wagner, (esa trompa), cruzada de sugerentes contrastes dinámicos (enfatizados en la interpretación con un formidable crescendo perfectamente regulado en su equilibrio e intensidades) que eleva la obra muy por encima de la de su compañera de programa. En el final, muy de feria, la reaparición del ritmo de marcha conecta con el arranque creando en el espectador una apacible sensación de espacio ya transitado y conocido, que los Solistas de la ROSS extendieron a la folclórica propina también dvorákiana: la primera de las Danzas eslavas en versión abreviadísima.
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