La restauración de Notre Dame de París
Solidaridad, una forma de amor
Cía. Antonio Gades. Intérpretes: Silvia Vidal, Ángel Gil, José Carmona, Miguel A. Rojas, Mayte Chico, María Nadal, Conchi Maya, Virginia Guiñales, Mª José López, Mónica Iglesias, Miguel Lara, Jairo Rodríguez, Elías Morales, Isaac de los Reyes, Jacob Guerrero, Pepe Vento, Miguel Vallés, Daniel Torres, La Bronce, Alfredo Tejada, Joni Cortés, Enrique Pantoja, Gabriel Cortés, Antonio Solera, Camarón de Pitita. Dirección y coreografía: A. Gades. Dirección artística: Stella Arauzo. Fecha: Sábado, 19. Lugar: Teatro Lope de Vega. Aforo: Casi lleno.
Es una obra maestra incontestable, una de las cumbres de la coreografía flamenca. Todo en ella es pulcro, sencillo, depurado. Todo está en función de una historia, de un mensaje, asimilable para todos, para cualquier ser humano, con independencia de su lugar o su estrato social. Es una obra narrativa y de grupo. Es una voz contra la injusticia. Para este fin se empapó Gades, en su última obra, de folclore, de pueblo, de sus bailes y de sus cantos: trilleras, jotas, boleros, cantos de labor y de fiesta. Y el flamenco. Todo estilizado en función de una intención, de un mensaje. Una labor ingente, que llega a todos los rincones de la escena, con un uso maravilloso del espacio escénico y de los elementos físicos, desde el vestuario hasta los accesorios, que se convierten, junto a las músicas y los bailes, en colectivo, en pueblo mismo. La polaridad es clara: el baile de la calle frente a la danza cortesana, el pueblo frente a la nobleza. Gades reflexiona sobre el poder en todas sus obras, de una u otra manera, aunque, obviamente, ésta es la más social de las suyas. Hay hallazgos de piezas anteriores que vemos en escena en Fuenteovejuna, y un lugar común en toda la obra de Gades: la historia de una pareja de jóvenes enamorados que se ven imposibilitados para consumar su amor a causa de un poder superior. Pero, a diferencia de sus espectáculos anteriores, en Fuenteovejuna vence el amor, en la forma de solidaridad. Se trata de un pueblo que se divierte de manera sencilla, amable. Y, en esto, llega un poderoso abusón. Los pasos a dos están coreografiados con la ternura y la sutileza habitual en los pasajes amorosos de Gades. Y sus intérpretes están magníficos. Aunque ésta no es una obra de caracteres.
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