Soledades bajo un mismo techo
literatura
El sello Dos Bigotes publica 'Tan solo el fin del mundo', la obra teatral del francés Jean-Luc Lagarce que inspiró a Xavier Dolan, con edición del sevillano Daniel López García.
Sevilla/Es el autor francés más representado en Francia después de Molière, y sin embargo en España Jean-Luc Lagarce sigue siendo para los espectadores españoles el más absoluto de los enigmas. En 2007, La Casa Encendida de Madrid acogió un ciclo en el que la compañía Les Intempestifs interpretó Reglas, usos y costumbres en la sociedad moderna y se programó también la lectura dramatizada de otros textos suyos; aquel año, Teatro del Astillero publicaba su obra Últimos remordimientos antes del olvido. Aquellas primeras tomas de contacto no impidieron que Lagarce siguiera siendo por estos lares el mayor secreto de la dramaturgia gala. Hasta que el canadiense Xavier Dolan, poseedor de un estilo audaz y arrebatado como él, ha reivindicado su figura con la adaptación de una de sus piezas, un drama familiar que ahora publica la editorial Dos Bigotes. Tan solo el fin del mundo, traducida por la profesora de la Complutense Cristina Vinuesa Muñoz y con edición del sevillano Daniel López García,llega a las librerías para compartir con los lectores el personal lirismo y la dolida mirada a la condición humana de un autor valiente y poderoso.
Lagarce (Héricourt, 1957-París, 1995) escribe Tan solo el fin del mundo en 1990, en un momento determinante de su biografía. Por un lado, le otorgan una beca que le permitirá consagrarse a la escritura sin mayores distracciones. El chaval que procedía de un pueblo pequeño y cerrado, "con lo que supone eso cuando tienes una identidad y unos deseos que no se corresponden con lo que se acepta tradicionalmente", señala López García, y que había encontrado en el teatro un anclaje para ubicarse, al fin podía entregarse a su vocación. Pero ese golpe de fortuna viene acompañado de un revés amargo: le comunican que ha contraído el VIH "y se enfrenta con su propia muerte, algo que se ve reflejado en su escritura", prosigue López García, director de la revista Vísperas. En la producción de Lagarce se produce entonces un importante giro: de admirar a Beckett e Ionesco -uno de sus montajes como director sería La cantante calva- y cultivar la crítica social y la denuncia de los abusos de poder desde un humor absurdo, el francés "deja las temáticas universales para centrarse en el círculo familiar y afectivo", anota Vinuesa en su prólogo.
No es difícil percibir a Louis, el protagonista de Tan solo el fin del mundo, como una suerte de alter ego del dramaturgo. Es un hombre joven, enfermo, que regresa al hogar familiar tras una larga ausencia y que pretende dar noticia a sus allegados de su inminente fallecimiento. Pero ese hijo pródigo se topará con una cadena de reproches y de confesiones desgarradas: los de Suzanne, la hermana que aún vive en la casa junto a su madre pero que habría deseado volar como él, o los de Antoine, el hermano menor de Louis que se vio forzado a ocupar el papel de cabeza de familia cuando no le correspondía. Lagarce, que declaró en una ocasión que hacía teatro "para no estar solo", describe un estremecedor conjunto de soledades que conviven casi como espectros. "Los personajes hablan pero no dialogan", sentencia Vinuesa en su prólogo, "son como satélites perdidos compartiendo un mismo espacio". Los integrantes de ese clan, sostiene López García, "tienen la necesidad de mostrar sus insatisfacciones, aprovechando ese elemento externo que ha regresado tras una larga ausencia". Lagarce plasma todos esos rencores y recuerdos enquistados con un ritmo prodigioso, con un estilo caótico y bellísimo que remarca la desolación de sus criaturas.
Un particular modo de hablar que volvía particularmente difícil la adaptación cinematográfica, para la que Dolan se ha tomado sus licencias. El genio precozdel cine canadiense y último niño mimado de Cannes "es un creador, y lo que ha hecho es crear un texto. Es un director muy personal y ha acabado haciendo su propia obra", valora López García. Para el especialista, Dolan "se ha cargado alguna parte fundamental del texto. Cambiando la edad de Antoine [interpretado por Vincent Cassel, visiblemente mayor que Gaspard Ulliel, el protagonista] han sacrificado matices importantes de su personaje".
Para el responsable de la edición, Tan solo el fin del mundo encierra un importante valor histórico, un certero retrato de una época en la que la epidemia del sida se propaga "de la misma forma que lo hace el temor y su estigma", dice el crítico literario. "Sin hablar del sida, sin plasmar de manera explícita cómo una familia se relaciona con sus integrantes homosexuales, la obra está reflejando perfectamente cuáles eran los miedos, las inseguridades de un tiempo. Se intuye que Louis es homosexual y se intuye también que la familia sabe que eso existe, pero también se aprecia como, al no nombrarla, los familiares no asumen esa realidad".
Y, pese a las ambigüedades y la sutileza con la que se exponen las circunstancias del protagonista, Lagarce acaba marcándose una jugada maestra: defender la diferencia en un texto a años luz de las consignas. "Louis -añade López García- decide que su opción vital no está en la familia, está en la ciudad, y se va sin causar más daño". Para Vinuesa, Tan solo el fin del mundo plantea "una parábola del hijo pródigo invertida". La traductora asegura que la obra "denuncia los corsés de la educación, del miedo a ser uno mismo. De hecho, no nos equivoquemos, Louis no vuelve para morir en paz junto a los suyos, sino para demostrarse a sí mismo que, eligiendo la distancia, pudo vivir".
También te puede interesar
Lo último