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Ernest Borgnine plantea el problema del actor de carácter en su forma extrema. ¿Fue un secundario? En mi opinión sólo entre 1951 y 1955, cuando interpretó maravillosamente papeles de esta naturaleza en películas hoy casi olvidadas o en grandes obras que fueron imponiendo su rostro esculpido al gran público: De aquí a la eternidad (Zinnemann, 1953), Johnny Guitar (Ray, 1954), Veracruz (Aldrich, 1954) o Conspiración de silencio (Sturges, 1955). Pero en 1955 interpretó Marty junto a Betsy Blair. Y desde entonces dejó de ser un secundario para convertirse, simplemente, en un actor. Nunca fue una estrella. Entre otras cosas porque las últimas estrellas brillaron en la década en la que él se inició en el cine.
Las estrellas fueron una creación de los estudios y murieron con ellos a principios de los años 60. Desde entonces hubo y hay actores famosos, famosísimos; pero ya no estrellas, criaturas mitológicas, mitad seres humanos de carne y mitad seres ficticios de celuloide, semidioses que prolongaban en la vida real los rasgos de los personajes que interpretaban.
Borgnine no era una estrella. Pero tampoco se puede decir que después de Marty fuera un secundario. Era un actor. Un grandísimo actor. Y punto. Tras Marty -a través de la que Hollywood, premiándola con el Oscar a la mejor película y a Borgnine con el Oscar a la mejor interpretación, reconoció la emergencia del nuevo realismo- siguió asumiendo durante toda su carrera roles de más reducida (pero no menor) presencia, alternándolos con primeros papeles. Pero era tan apreciado por el público que su nombre siempre aparecía en grandes caracteres como un reclamo, era tan gran actor que sus personajes secundarios robaban muchas veces el protagonismo a los principales y su rostro era tan poderoso, expresaba tanta vida (lo peor y lo mejor de ella) que se agigantaba en el plano y lo llenaba.
Define muy bien la rara fuerza del rostro esculpido de Borgnine, esa capacidad para expresar la más atroz brutalidad (sorda, animal) y la mayor y más tierna indefensión, el increíble salto interpretativo que dio de sus primeros grandes papeles secundarios de 1953 y 1954 a su genial creación de Marty en 1955. En De aquí a la eternidad encarnó al cruel y bestial sargento Fatso Judson, en Johnny Guitar al forajido Bart Lonergan, en Conspiración de silencio al brutal gañán Coley Timble. Era un malo perfecto, una versión primaria de otros grandes malos de los 50 como Jack Palance o Lee Marvin (con quien hizo pareja como secundario brutal). Pero, a diferencia de ellos, Borgnine representaba la brutalidad elemental del perro de presa que obedece ciegamente a su instinto o a su amo.
Por eso cuando Paddy Chayefsky -autor del guión original televisivo- y el realizador Delbert Mann lo escogieron para que interpretara el personaje con el que Rod Steiger había triunfado en la versión televisiva de Marty dos años antes, se arriesgaron a que el público no reconociera en ese malo bestial, recordado sobre todo como el odioso sargento de De aquí a la eternidad, al tímido, tierno, solterón y acomplejado Marty. Sin embargo acertaron. Porque Borgnine no era un actor de carácter, encasillado en una galería de tipos más o menos homogénea, sino un actor a secas. En cuanto apareció en los primeros planos de Marty, el sargento Fatso Judson estaba olvidado. Su poderoso rostro no lo limitaba. Era un instrumento que obedecía a su genio interpretativo.
Era un rostro esculpido por una vida no fácil. Hijo de emigrantes italianos devuelto con su madre a Italia tras el divorcio de sus padres, y otra vez vuelto a Estados Unidos junto a ella huyendo de la ascensión del fascismo tras la Primera Guerra Mundial. Bueno para nada, se alistó en la Marina en el 35, volvió a ella en el 41 para participar en la Segunda Guerra Mundial e hizo de todo y de nada desde el fin de la guerra hasta los años 50. Cumple treinta años sin oficio ni beneficio. Prueba sin éxito el teatro. Se va a Hollywood en busca de fortuna, encontrando sólo papeles secundarios en series B y seriales televisivos. Pero De aquí a la eternidad le abrió un hueco en el difícil Hollywood de 1953. Y Marty le consagró dos años después.
Su edad de oro como intérprete de gran popularidad y reconocida maestría va de 1953 a 1955 (De aquí a eternidad y Marty) a 1972 a 1973 (La aventura del Poseidón y El emperador del Norte). Entre una y otra, en papeles más reducidos o más extensos pero siempre convertidos en principales por su talento, están Los vikingos, Doce del patíbulo, El vuelo del Phoenix o Grupo salvaje. Era grande, muy grande.
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