Silvia Balvín, de Almonaster al mundo sideral
Hovering | Crítica de Danza
La ficha
*** 'Hovering'. Silvia Balvín/Alberto Almenara/Rosa Cerdo. Dirección, coreografía e interpretación: Silvia Balvín Paredes. Música e interpretación: Alberto Almenara Sánchez. Dramaturgia: Alberto Cortés Ruiz. Textos: Silvia Balvín, Alberto Cortés y Elisa Victoria del Pozo. Iluminación: Benito Jiménez. Vestuario: Gloria Gómez /Nantú. Ilustraciones del fanzine: Cristian Pineda y Adara Sánchez. Texto del fanzine: Elisa Victoria. Lugar: Teatro Central, Sala B. Fecha: Viernes, 18 de enero. Aforo: Casi lleno.
En el siglo XIX, el ideal de elevación de las bailarinas de danza clásica, su ansia de alejarse lo más posible del suelo y de la realidad hizo que una de ellas, María Taglioni, inventara las zapatillas de punta. ¿Cómo nos va a extrañar que una bailarina del siglo XXI, Silvia Balvín quiera elevarse, no ya en vertical sino en horizontal mediante la levitación? ¿No dijo Pina Baush que lo imposible no dejaba de ser otra posibilidad más?
Porque eso, como sugiere el título de la pieza, es lo que intentan durante más de una hora la políglota bailarina Silvia Balvín y su compañero, –músico, pero también bailarín, presentador, traductor…– Alberto Almenara. Y lo hacen con un espectáculo sencillo, inteligente y muy cuidado que, al contrario de lo que suele suceder hoy con la danza contemporánea, tiene en cuenta en todo momento al espectador, haciéndolo cómplice de su divertimento.
A esa conexión ayuda bastante un fanzine que se reparte entre el público (con devolución al final) y que es el que, a la postre, nos hace ver la levitación de la bailarina –no explicaremos cómo- amén de enriquecer la pieza con el diseño gráfico de Cristian Pineda y Adara Sánchez y de dar sentido a algunas de las numerosas bifurcaciones o desmadres que se producen en la obra.
Con una estupenda energía, en Hovering se patina, se baila, se habla de las aspiraciones de sus interpretes, se hacen guiños irónicos a la espiritualidad de consumo y al cine de terror y se cantan fandangos de Santa Eulalia –la letra aparece en la página 13 del fanzine–, porque resulta que la fundadora de Rosa Cerdo, que ha estudiado por toda Europa, es oriunda de Almonaster La Real, uno de los pueblos más hermosos de la sierra de Huelva.
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