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Biografía de Silverio | Crítica
Silverio Franconetti y los Fillos. Luis Javier Vázquez Morilla. Edición del autor, 518 pp.
Silverio Franconetti y los Fillos ofrece un resumen muy interesante de la trayectoria del mítico cantaor sevillano según lo que hoy se conoce de él. No sólo aporta datos de sus biógrafos anteriores, como Machado Álvarez, Blas Vega o Pineda Novo, también recoge informaciones parciales descubiertas en los últimos tiempos por Ortiz Nuevo, Steingress, Faustino Núñez, Alberto Rodríguez y Juan Rondón, amén de notables aportaciones propias. En resumen diremos que Silverio Franconetti (1831-1889) empezó a dedicarse al cante profesionalmente hacia 1853, a su regreso de su estancia en el pueblo de Morón, abandonando de esta manera, aunque no definitivamente, el oficio familiar de sastre. Es muy probable, como subraya Vázquez Morilla, que Silverio se iniciara artísticamente en el marco de las academias de bailes de Sevilla. No obstante, propone el autor una separación radical entre estos dos géneros de música y danza, andaluza y flamenca. Aunque, como hemos señalado desde hace años, y este libro vuelve a poner de manifiesto, Silverio, que era un publicista consumado, nunca usó, para referirse a su propio arte la palabra flamenco prefiriendo la denominación anterior de aires andaluces, nacionales o del país, que, lógicamente, es la misma que usaban las Perea, Josefa Vargas o la mismísima Guy Stéphan. Así que, si hablamos de la misma denominación, el mismo espacio físico (academias y teatros) y del mismo repertorio (malagueñas, jaleos, peteneras, fandangos, etc.), es muy difícil mantener que se trata de dos géneros diferentes. De Sevilla pasa Silverio a Madrid, donde actúa en salones y teatros, aunque la primera referencia en prensa a su actividad artística es de 1863, año en el que ya estaba en América. Silverio permaneció en Uruguay, con viajes a Brasil, entre 1856 y 1964. Se fue, probablemente, a hacer fortuna y cuando regresó a España retomó su actividad como cantaor, ya que en América trabajó como sastre, banderillero y militar pero no, al menos aún no se ha encontrado documentación al respecto, como cantaor. La primera actuación documentada de Silverio es la que lo sitúa en julio de 1864 en el Círculo Nuevo Gaditano en donde se habla de su "repertorio oriental", es decir, uruguayo.
Al año siguiente lo encontramos en el Salón del Recreo, la academia de baile de Sevilla, la Fonda del Turco de San Fernando, y en 1866 en el Teatro Principal de Málaga, en el Salón Capellanes de Madrid y en Salón Oriente de Sevilla. Y en años sucesivos en el Café Iberia de Málaga, en el gaditano Café del Recreo, donde por vez primera nos encontramos con unas seguidillas calificadas "del sentimiento", en el Teatro Principal de Jerez y en su homónimo malagueño, así como en el Teatro Variedades de Cádiz, en el Salón de Oriente, en el Teatro el Recreo de Granada, etc. Estas "seguidillas del sentimiento" son lo que hoy llamamos seguiriyas. Hasta que en 1870 podemos datar el nacimiento, en el Salón del Recreo de Sevilla, del primer Café Cantante de Silverio inaugurando una nueva etapa en la historia de lo jondo, aunque, como vemos, esta surge de manera natural y paulatina de la anterior, dominada por las academias, sin olvidarnos de los teatros. Además de regentar este café, y abrir una sucursal de verano en la Alameda, Silverio se desplaza a otros cafés, salones y teatros de Madrid, Córdoba, Málaga, etc. En 1878 nos encontramos hasta tres descripciones literarias, muy similares, de una función en el Salón Silverio que todavía en 1877 aparece en una guía de Sevilla como director de la Escuela de Bailes de la Calle Tarifa. La etapa posterior de la vida de Silverio es mejor conocida, por las biografías que de él se han escrito, entre ellas la que él mismo le dictó en 1881 a Antonio Machado Álvarez: su alianza y posterior desencuentro con El Burrero, el estableciento de un nuevo local en la calle Rosario, con sucursales en Huelva y Badajoz, y su intento de establecerse en Madrid, frustado por su temprana muerte. Conocida, también, es su capacidad publicitaria que le llevó en diferentes ocasiones a fingir retos en la disputa de la corona de "Rey de los cantadores andaluces" que él mismo se otorgó.
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