Colores folk para el milenio
Sephardica | Crítica
La ficha
SEPHARDICA
*** XXIV Noches en los Jardines del Real Alcázar. Sephardica: Irene Saura y Patry Cruz, canto; Sara Marina, teclado y percusiones; Emilio Villalba, cuerdas y dirección. Programa: ‘Sevilla. La música de un reino’ (obras andalusíes, sefarditas, romances...). Lugar: Jardines del Alcázar. Fecha: Miércoles 23 de agosto. Aforo: Lleno.
Sephardica es un clásico de los veranos sevillanos. El grupo ha sufrido en el último año un cambio crucial en su parte vocal. Irene Saura y Patry Cruz han asumido la difícil misión de sustituir a la alcalareña Ángeles Núñez, cuya personalidad tímbrica, flexibilidad rítmica y hondura expresiva marcaron hasta este mismo 2023 la trayectoria ascendente del conjunto. Cantando al unísono o por terceras, las dos jóvenes se mueven en un registro entre el pop y el folk que de momento no parece comprometer el estilo del grupo, más entregado que nunca al colorido que es capaz de recrear Emilio Villalba con sus innumerables instrumentos.
Esta vez, el programa pretendía rendir homenaje al milenio de la formación del reino de Sevilla, y lo hizo como siempre con un guion dramático leído por Sara Marina y haciendo hincapié en melodías de origen andalusí y sefardí, a lo que se añadieron algunas danzas renacentistas y barrocas y romances castellanos. Se trata en su mayor parte de repertorio de tradición oral, cuya folclorización no resulta demasiado problemática y facilita esa especie de fantasía ucrónica que crea Villalba con sus instrumentos: así, un laúd árabe en la parte andalusí, un salterio en los romances, una baldosa (especie de guitarra medieval) en lo que parece una reproducción muy fidedigna de una de las famosas ilustraciones del Códice de los músicos de las Cantigas de Santa María (la viñeta que presenta a un juglar morisco y a un cristiano juntos) en un famoso tema sefardí (Por qué lloras blanca niña), una nyckelharpa en un par de temas, incluida una singular versión instrumental de otro hit sefardí (Los bilbilicos) o una viola da gamba primitiva para un Yo soy la locura rítmicamente distorsionada y una Tarantela de Ruiz de Ribayaz efusivamente disminuida. El pequeño clave de Marina reforzó las armonías en la parte más barroca de un recital que obviamente no podía aspirar a representar un milenio de música sevillana pero que encandiló y enardeció a los incondicionales del grupo, que son muchos.
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