Borgo | Crítica
Una mujer en Córcega
verónica durán y nuria lupiáñez. nuevo equipo directivo de la feria del libro
Sevilla/-A corto plazo, ¿cuáles son sus expectativas, qué considerarían como un éxito del nuevo proyecto para la Feria del Libro?
-(Verónica Durán) Sobre todo, que se note el cambio. A mejor, claro. Es el momento de que la feria se modernice y se renuve. (Nuria Lupiáñez) También es importante que venga más público, porque eso significaría más ventas. Podemos darle todas las vueltas que queramos, pero el librero que va a la feria lo hace para vender e intentar solucionar su año.
-¿Cómo se mide el crecimiento de una feria del libro al margen de las ventas y del número de casetas? Hay otros parámetros, por ejemplo la influencia en el calendario cultural de la ciudad...
-(N.L.) Está claro que hay que crear una mayor expectación en el público digamos generalista, no sólo en los ya predispuestos o en la gente del mundillo. Aunque es cierto también que incluso para eventos de mayor relumbrón en Sevilla, como el SEFF o la Bienal de Flamenco, eso es algo muy complicado. Es un trabajo duro, más aún para un evento más pequeño, de presupuesto muchísimo menor, como la Feria del Libro. Al margen de esto, para lograr esa influencia no puedes hacer lo de siempre, porque ya hay una programación literaria en Sevilla, que podría ser mejor, sí, pero que es estable, por lo que debemos aportar otra cosa.
-Habrán hecho ustedes un análisis de fortalezas y debilidades de la feria que heredan...
-(V.D.) Una de las carencias principales: la Feria no puede ser una sucesión de casetas con los mismos fondos. Y por eso una prioridad es fomentar una mayor diversidad editorial. Con la presencia de editoriales emergentes o independientes, además, podemos ganar otro tipo de público. Ahora hay un movimiento editorial precioso e interesantísimo no sólo en Sevilla sino a nivel nacional y nos daba pena que, por reglamento, por tarifas, por limitación física del propio espacio disponible en la Plaza Nueva, no se reflejara. (N.L.) Ese tren estaba perdiéndose totalmente. Y era una pena. Queremos que participen más editoriales, que no lo copen todo las editoriales de relumbrón de siempre. Estamos aún perfilando cómo será esta participación, pero esos sellos independientes que hacen las cosas tan bien los queremos en Sevilla.
-¿Va a estar implicada la Feria del Libro en el Congreso Nacional de Libreros que se celebrará el próximo marzo en Sevilla?
-(N.L.) Como organizadora no, pero sí estará presente. La idea, de hecho, es que participen ferias de otras ciudades. La Feria del Libro de Madrid viene proponiendo desde hace tiempo que haya mayor relación entre todas. Hemos tenido conversaciones, de momento sólo informales, con Manuel Gil, su director, y también con los responsables de la de Valencia. (V.D.) De momento no hay nada perfilado, pero hay ideas muy interesantes. Al fin y al cabo buscamos lo mismo. La idea es constituir una especie de asociación de ferias y que haya unión de fuerzas para negociar determinadas cosas.
-La feria depende excesivamente de las administraciones públicas. ¿Habrá nuevos convenios de colaboración con entidades privadas para no depender tanto de ls veleidades políticas?
-(V.D.) En ello estamos, abriendo el abanico. Porque es verdad que la feria se había limitado mucho a la subvención pública. (N.L.) Estamos viendo muy buena predisposición, tanto en el ámbito privado como en el público, y nuestro objetivo este año es implicar a nuevas entidades al menos como colaboradoras, porque es difícil que un patrocinador que entra por primera vez ponga una cantidad principal. Vamos a sumar muchos nuevos colaboradores, eso seguro. Otra cosa es que económicamente, al menos este año, el apoyo vendrá de donde siempre, el Ayuntamiento, la Consejería de Cultura...
-¿La cada vez mayor concentración del sector en torno a dos grandes grupos editoriales (Penguin Random House y Planeta) convierte la programación de un evento de este tipo en un complicado juego de equilibrio?
-(V.D.) Sí. Pero queremos que eso cambie. Nuestro modelo no consiste en que, a golpe de talonario, traemos aquí a los autores que queremos. Más o menos la feria se había manejado abriendo un plazo de recepción de propuestas de actividades, y se podía presentar quien quisiera, pero este año nos hemos querido ser más proactivas para tener más autonomía a la hora de programar. (N.L.) Lo que no vamos a ser es un festival, no podemos imponer nuestro criterio, en plan "estos son los autores que nos gustan y punto", porque la esencia de la feria es participativa y generalista. Y eso sería muy difícil de conseguir si sólo una cabeza pone ahí sus gustos. Pero es cierto que había carencias en la forma en que se programaba. Muchas veces tú esperabas un tipo de actividad, un tipo de autor, y no te llegaba sencillamente porque no se proponía. (V.D.) El modelo estaba bien en el sentido de que le daba sitio a la editorial grande y al colectivo cultural de barrio, eso sí nos gusta y hasta cierto punto lo vamos a conservar, pero siendo mucho más cuidadosas con la calidad.
-¿Cómo se hacen esos equilibrios con los grandes grupos que hacen aportaciones a la feria en especie, es decir, en actividades?
-(N.L.) No es fácil, porque los grandes grupos se acaban imponiendo. Para empezar, son los que publican a los autores de más renombre, así que una cosa lleva a la otra. El músculo está ahí, eso no vamos a obviarlo. Pero sí queremos rectificar esa inercia. No puede haber 60 presentaciones de Penguin Random House y otras 60 de Planeta. (V.D.) A ver, no nos engañemos, mucha gente se traga la presentación porque lo que quiere es que le firmen el libro al final. Así que la idea es derivar a firmas lo que ya se conoce y se vende por sí solo. No tiene que pasar por las presentaciones. (N.L.) La Fundación Lara, por ejemplo, es un colaborador esencial. Pero preferimos que haga dos, tres, cuatro actividades de verdad interesantes y llamativas y no que lo inunde todo y nos deje sin margen para incluir otras cosas en la programación.
-La ausencia de autores internacionales potentes es un punto débil de la feria desde hace mucho, y el propio Javier López venía reconociéndolo desde hacía años, cuando aún dirigía la feria. ¿Qué margen de actuación y qué expectativas tienen al respecto?
-(V.D.) Va a ser una prioridad, y sí, es verdad que lo hemos dicho varias veces, porque era un asunto pendiente, pero nunca acabábamos de dar el paso. Este año estamos trabajando en una nueva iniciativa, algo así como una sección de "país invitado", aunque no lo vamos a llamar así porque no siempre será un país, puede ser también una zona específica. En la próxima edición un país europeo estará representado por varios de sus autores, ya tenemos contactos con su embajada, pero aún no está cerrado del todo, por lo que no puedo adelantar más.
-El tremendo calor ha supuesto muchas veces un problema. ¿Ha estado alguna vez sobre la mesa un cambio de fechas?
-(V.D.) No. Es demasiado complicado. Tanto por delante como por detrás hay muchas limitaciones. El caledario sevillano tiene estas cosas... Antes se celebraba en otros meses y llovía siempre; ahora hace demasiado calor y es un problema, claro. Pero antes no se puede hacer, están la Semana Santa, la Feria y no pueden estar demasiado pegados incluso por temas de dispositivos policiales. (N.L.) Además, en febrero o marzo tampoco tendría sentido porque no habría novedades que presentar, a las editoriales no les daría tiempo de presentar nada. (V.D.) Y si lo hacemos más tarde, más calor aún, además de que si coinciden demasiados días con la de Madrid se irían todos los autores allí. Y en otoño cuándo: si estamos huyendo del calor, tendríamos que irnos a noviembre. Con la Feria del Libro Antiguo encima. (N.L.) El cambio de fechas es imposible. Sólo podemos rezar para que no haga mucho calor.
-¿Cuál es el estado de salud de las librerías sevillanas?
-(V.D.) De los últimos datos de la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros se desprende que hay un cierto repunte, un crecimiento de en torno al 3%, pero a nivel nacional. Específicamente de Sevilla no hay datos. Sí podemos hablar del estado de ánimo en el sector, y lo que percibimos es que hay ilusión. Y cierto crecimiento. Pese a que el año pasado cundió cierto ánimo catastrofista por los cierres de librerías, lo cierto es que algunos no se produjeron porque los negocios fueran mal, Céfiro lo hizo por ejemplo por jubilación de sus propietarios, La Extravagante cerró pero volvió como Caótica y ahora no se cabe allí de gente que hay. Más que un desastre, como muchos temían, lo que hay es un periodo de transición hacia otros modelos de negocio. Desde luego lo que está claro es que el modelo tradicional ya no funciona, o te inventas algo o tienes que cerrar antes o después.
-¿No hay futuro entonces para las buenas librerías de fondo?
-(N.L.) Aquí tenemos algunas muy buenas, como Palas o Reguera, que tienen sus claves para mantenerse: sus locales pertenecen a los propietarios, que no es precisamente una tontería, tienen una clientela trabajada durante muchos años, ejercen mucho es función tan importante de prescripción... Este tipo de librerías se sostiene así, de lo contrario, sí, no hay más remedio que inventar algo. Todos los que trabajamos en esto nos preguntamos hasta qué punto una librería tiene que ser forzosamente, entre comillas, un pequeño circo. El debate está ahí...
-Más allá de lo positivo, que es la capacidad de adaptación, en términos de viabilidad del sector a largo plazo, ¿no es una señal un tanto desconcertante esa impresión de que, a veces al menos, los libros en sí son lo que menos importa entre tés exóticos, cupcakes, talleres y demás actividades lúdico-festivas?
-(V.D.) Sí, es verdad, y dentro del gremio hay voces que discrepan de ese modelo que se aleja del objeto-libro de toda la vida, pero a mí me parece bien si es una manera de que atraer a más público y evitar que un negocio cierre. (N.L.) Como en tantas otras cosas, se trata también de una cuestión de medida. Hay negocios que son cafeterías con libros, no me refiero a ninguno de Sevilla, pero los hay: ¿eso es una librería? No lo tengo muy claro... Me parece positivo este nuevo modelo siempre que no se olvide que los libros son el centro. La realidad es que ayuda a respirar un poco al sector, que siempre anda un poco en el límite. Lo mismo digo de las modas pasajeras, como la del audiolibro, o storytelling, como lo han rebautizado, que es una cosa más antigua que la mar y está además muy asociada a otras modas como el running, pero oye, si ayuda a cuadrar las cuentas...
-¿A qué ayudas públicas pueden recurrir las librerías? ¿Qué ayudas no se están prestando?
-(N.L.) Ahora mismo, específicamente para librerías, existe el sello de calidad, que otorga el Ministerio de Cultura junto con las distintas cámaras del libro, pero no es una ayuda propiamente dicha, sino un aval, algo simbólico, o no tanto, porque puede convertirse en un criterio para optar a subvenciones. El Ministerio tiene también una línea de ayudas al fomento de lectura, que son más amplias pero a las que pueden acceder las librerías. (V.D.) Que las sacaron en agosto y nadie se enteró... (N.L.) Sí, ese juego de las administraciones, todas, de sacar las ayudas cuando cogen a la gente a contrapié es, cuanto menos, un poquito sospechoso... Pero volviendo al asunto: la Junta por ahora no tiene nada específico para librerías y el Ayuntamiento sacó por primera vez el año pasado una línea de ayudas [95.000 euros] y ya ha anunciado que en 2018 la intención es convocarlas en marzo.
-¿Están funcionando bien?
-(N.L.) Hay que ser buenos. Lo importante es que el ICAS ha tomado este camino y tiene voluntad de mejorar y rectificar los fallos que se han detectado. Pero al menos ofrece oxígeno al sector, de manera clara. Eso sí, son ayudas que premian mucho la realización de actividades, así que este año se han quedado fuera las que responden al modelo antiguo, por así decirlo, y ahí hemos peleado mucho porque una librería como Palas, por ejemplo, que es la que tiene los mejores fondos de Sevilla, no puede quedarse fuera porque no organice saraos. Una librería abierta ya es, en sí misma, actividad cultural y fomento de la lectura, que muchas veces parece que fomento de la lectura es sólo que venga un gurú a dar una conferencia.
-Tema peliagudo ése. El "fomento de la lectura" parece ser invariablemente una mesa de técnicos de las instituciones haciendo preciosas declaraciones de intenciones, vaguedades, a fin de cuentas, y rara vez iniciativas concretas... ¿Qué falla?
(N.L.) A veces sí se concreta, las subvenciones al fin y al cabo son la concreción de unas intenciones. Hay un claro apoyo a las ferias del libro, y la de Sevilla sólo se puede llevar a cabo por el apoyo de las administraciones, de lo contrario sería imposible. Pero claro que hay déficits. Para empezar, y esto es tan obvio que da hasta vergüenza decirlo, se trata de una cuestión educativa. Y ahí entramos en un terreno aún más difícil. (V.D.) Un plan de fomento de la lectura o es integral o no sirve de nada. (N.L.) Se dan palos de ciego. Falta comunicación y coordinación entre las administraciones. La clave es que esta cuestión es el último mono en los presupuestos, otra obviedad, pero es que a veces nos ponemos a darle vueltas a cosas muy complejas y no sirve de nada si no hay recursos. A lo mejor dicen que es una prioriad, pero realmente no lo es. Y bueno, luego están los jóvenes.
-¿En qué sentido?
-(N.L.) Las actividades infantiles en la feria son fantástica, de verdad, se hacen cosas muy buenas pese a los escasos recursos, pero a veces parece que se queda todo en hacer cuatro cositas para los niños y fuera. Lo cierto es que cuando los centros educativos no traen a los niños y a los adolescentes, ese público no viene por su propio pie. Eso queremos trabajarlo, estamos conversando para traer visitas concertadas de institutos. Nos preocupa que la feria se convierta en una cosa de viejos y de niños. ¿Y dónde está la gente de 20 años? (V.D.) Es un problema que no sólo tiene la feria, claro. Pero sí, nos cuesta la misma vida que vengan jóvenes. Tal vez haya que cambiar los formatos, algo se puede hacer en ese sentido, pero... es triste.
-Hace algunos años parecía que el papel iba a ser pisoteado por el libro electrónico... y de momento ahí sigue con su pésima salud de hierro. ¿Cómo contemplan el horizonte en este sentido?
-(V.D.) Según el Observatorio de las Librerías, el papel siguen suponiendo el 80% o más de la faturación anual. Esa es la realidad hoy. El debate está más bien en cómo se compran los libros, no en el formato: ¿se compran en la librería o por internet? (N.L.) El lector literario, por así decirlo, sigue comprando fundamentalmente en papel. Todo el pirateo que hay en formato digital, que lo hay y mucho, afecta más a best-sellers, libros de autoayuda, en general, se lee mucho en las tablets y casi siempre sin pagar, pero hoy el libro en papel sigue siendo predominante.
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