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Savall, o la música por encima de todo

Juan Ramón Lara

12 de marzo 2011 - 05:00

Hespèrion XXI. XXVIII Festival de Música Antigua (FeMÁS 2011) . Intépretes: Hespèrion XXI. Director: Jordi Savall. Programa: Danzas, fantasías y diferencias del Renacimiento y el primer Barroco europeo. Lugar: Sala Joaquín Turina del Centro Cultural Cajasol. Fecha: Viernes 11 de marzo. Aforo: Lleno absoluto.

Jordi Savall demostró una vez más que su carisma, bien cimentado en una musicalidad a toda prueba, es capaz de triunfar sobre cualquier circunstancia. El tumultuoso inicio de su concierto, descrito en estas mismas páginas, más propio de un concierto de rock adolescente y por supuesto ajeno a la responsabilidad de los músicos, fue olvidado gracias a la sabiduría de un maestro en cuya presencia la comunión musical ocupa, inexorablemente, el primer plano.

En su bienal visita a la Semana de la viola da gamba el catalán se acompañó esta vez de su consort de violas habitual, más un nutrido grupo de acompañamiento rítmico y armónico. Ofreció con ellos una amplia y escogida muestra de la música para conjunto instrumental de la Europa en torno a 1600: con el de Igualada nunca se sabe si sus programas se nutren de greatest hits de la música histórica o si más bien son precisamente sus grabaciones y conciertos los que han convertido a piezas como la Paduan V de Scheidt en grandes éxitos para esa gran minoría que es el especializado público de la música antigua.

Ante ese particular auditorio (entregado de antemano, pese al accidentado arranque, y que bien hubiera podido llenar hoy dos salas como la Joaquín Turina) Savall volvió a mostrar los argumentos que lo mantienen desde hace más de treinta años en primera línea, por encima de los inevitables desajustes y pequeños errores de todo concierto: cuenta con un impecable equipo, en el que cabe mencionar en particular la inteligentísima lectura de las líneas de bajo del violone de Xavi Puertas, la riqueza de la percusión de Pedro Estevan y el acariciante y equilibrado sonido del conjunto de violas; elabora programas bien engarzados y atractivos para el público -eludiendo hoy, ciertamente, el repertorio más denso de la época-, en los que alterna texturas, instrumentaciones e incluso estilos, entre los extremos culto y casi folk; arregla las piezas de forma respetuosa pero muy imaginativa, jugando con las repeticiones, las tesituras y los colores. Savall, en fin, toma riesgos, él en primer lugar desde su viola soprano, sin importar que alguna nota silbe o alguna disminución no llegue a tiempo, para hacer de músicas -en otras manos- añejas un arte realmente vivo, palpitante: muchos pretenden imitarle pero nadie como él conecta con el público. Y eso es música.

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