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A Saramago le pasó el Nobel

APERTURA DEL DÍA ANDALUZ DE LA LECTURA

El hallazgo fortuito de 'El cuaderno del año del Nobel' cierra el ciclo de los diarios del escritor portugués al cumplirse veinte años de la concesión del más importante galardón literario

José Saramago recoge en 1998 el Nobel de Literatura de manos del rey de Suecia. / Efe
José María Rondón

14 de diciembre 2018 - 06:01

De un escritor siempre quedan cosas por decir. Acaso no por él, sino por lo que quedó en sus páginas. Así suele ocurrir con los creadores de gran cilindrada, con los auténticos, con los que llegaron a lanzar las palabras más lejos que la vida. José Saramago pertenece a la estirpe de los que abrieron en la Literatura un espacio público, algo así como una plaza grande donde la gente se convocaba. Alrededor de las palabras, como una lumbre. Desde que falleció el 18 de junio de 2010, la fuerza de su vida militante y su expedición literaria se ha ido ensanchando hasta llegar a hoy, cuando acaba de ver la luz El cuaderno del año del Nobel (Alfaguara).

El libro contiene más folios inéditos, más anotaciones, más rastros que dilucidan la vida íntima y reflexiva de un autor hondo y comprometido, ya que él siempre estuvo entre los libros con esa particularidad del individuo que desconfía porque la sospecha, ya se sabe, es también una forma de dignidad. Es el material que halló Pilar del Río atrincherado en el disco duro de un ordenador doméstico sin uso para completar al fin las confesiones reunidas en los Cuadernos de Lanzarote. En esta ocasión, la novedad está en el año que toca, 1998, el de la concesión del más grande de los galardones literarios: "8 de octubre. Aeropuerto de Frankfurt. Premio Nobel".

Paradójicamente, el escritor portugués sí dio cuenta en vida de la existencia de este sexto y último Cuaderno de Lanzarote. Lo hizo en el epílogo a la edición en español de los diarios de 1997 y en la presentación del citado volumen en Madrid, en 2001. "Al saberse la novedad, los editores aplaudieron y los lectores nos felicitamos y nos pusimos a esperar la narración de los días del año en que el escritor recibió el Premio Nobel, seguros de que esas páginas, además de un nuevo acercamiento al ser humano que conocíamos, nos desvelarían detalles de los días de Estocolmo, que suponíamos extraordinarios", explica Pilar del Río, presidenta de la Fundación José Saramago.

Pilar del Río tras presentar el libro en el Consulado de Portugal. / Juan Carlos Muñoz

Sin embargo, aquellas anotaciones se perdieron. Hasta hoy, al cumplirse veinte años de la coronación de José Saramago como "campeón mundial de la Literatura", según la definición que le lanzó en uno de aquellos días un hincha del Benfica. El impacto del galardón tiene, sin duda, su huella en este volcado diario del autor de El año de la muerte de Ricardo Reis. Las entradas, que por lo general se deslizan extensamente sobre unos patines de cuchillas tersas, dan paso a una simple anotación rápida contra el olvido tras instalarse en el huracán del premio. "Madrid. Rueda de prensa", se lee el 9 de octubre. "Llegada a Lanzarote. A Casa estaba llena de flores", anota al día siguiente.

Los folios tienen mucho de temblor de vida. También de exposición de asombros. Y de decepciones. "Nunca son los portugueses tan inflamados patriotas como cuando ejercitan retrospectivamente el sistema muscular de su patriotismo", reflexiona sobre la polémica desatada en tierras lusitanas por el regalo del comisario español para la Exposición Internacional de 1998 de un grabado con la entrada de Felipe II en Lisboa. "El ridículo no es una enfermedad mortal, pero aquí en casa parece haberse vuelto incurable", remata el escritor, quien pone en la diana de sus críticas al primer ministro portugués, Aníbal Cavaco Silva, el detonante de su autoexilio en Lanzarote.

Saramago arremete por igual contra el FMI y la Unión Europea. "La misma Europa que gastó siglos y siglos en conseguir formar a ciudadanos solo precisó de veinte años transformarlos en clientes", escribe. El autor de Todos los nombres también desvela cuál es el pelaje de la globalización: "Sea mundial o europea, es un totalitarismo". Y, cuando abandona la órbita política, pisa el suelo de la Literatura. Por ejemplo, Cervantes: “Quijote intenta recrear el mundo, hacerlo nacer de nuevo, y muere cuando comprende que no fue suficiente con cambiar él mismo para que cambiase el mundo. Es la última derrota de Quijano, la más amarga de todas, la que no tendrá salvación”.

Estos folios tienen mucho de temblor de vida. También de exposición de asombros y de decepciones

Por lo demás, este diario íntimo guarda en algunas de sus partes más hermosas esa voluntad del género: escribir sobre la pura nada. O sobre la misma vida. Y ahí está parte de su sorpresa. Sucede así en el encuentro con los lectores, a los que agradece sus cartas y sus reflexiones. "La única idea original que ha salido de estos cuadernos", reflexiona el escritor, "es pedir que la obra completa de un escritor incluya un volumen con las cartas de los lectores. Es un inagotable campo de trabajo". En esta línea encajan las conferencias de Saramago que cierran el volumen, donde da a conocer algunos de sus pensamientos sobre la escritura, tan próxima, según él, a lo más hondo del hombre.

"La voz de José Saramago es hoy más útil que nunca, más visible, siempre al servicio de los que nunca la tuvieron o fueron silenciados", señaló la directora del Centro de Estudios Andaluces, Mercedes de Pablos en la apertura en Sevilla del Día de la Lectura en Andalucía (fijado para el 16 de diciembre). El acto, que congregó también al profesor Antonio Molina y al director del Centro Andaluz de las Letras, Juan José Téllez, sirvió para presentar El cuaderno del año del Nobel, galardón que recogió con esa vibrante defensa de la Literatura que comenzaba así: "El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía ni leer ni escribir...".

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