Desde el universo femenino
Roper & Torner | Crítica
La ficha
Roper & Torner
*** XXIII Noches en los Jardines del Real Alcázar. Sarah Roper, oboe; Ignacio Torner, piano.
Programa: Otra mirada
Clara Schumann (1819-1896): Tres romanzas Op.20 (1853)
Fanny Hensel (1805-1847): Tres de los seis lieder Op.1: 1. Schwanenlied (1840) / 5. Morgenständchen (1842) / 6. Gondellied (1841)
Lili Boulanger (1893-1918): Trois morceaux para piano (1914)
Thea Musgrave (1928): Dos números de Night Windows (2008): 3. Nostalgia / 5. Frenzy
Althea Talbot-Howard (1966): Dos movimientos de Door of No Return (2020-21): 1. Dahomey / 3. The Door of Return
Alyssa Morris (1984): Dos números de Four personalities (2007): 1. Yellow / 4. Red.
Lugar: Jardines del Alcázar. Fecha: Viernes 15 de julio. Aforo: Tres cuartos de entrada.
Más allá de la eterna discusión sobre si existen determinados valores asociados a lo femenino en música (y, más en general, en arte) el programa que presentaron Sarah Roper, oboísta de la ROSS, e Ignacio Torner, miembro fundador de Taller Sonoro, parecía seguir un guion asentado en formas sencillas, dominio de melodías evocadoras y pocos conflictos armónicos o rítmicos, resueltos en general a través de progresiones y contrastes leves y elegantes.
Admiró la capacidad de Roper para controlar su sonido en unas condiciones térmicas muy desaconsejables para alguien que lo crea presionando con sus labios sobre un par de cañas unidas con un hilo. Lo mismo en las canciones de Schumann y Hensel que en las piezas de las tres compositoras anglosajonas que cerraron el recital, la solista de la ROSS extrajo de su instrumento un canto homogéneo de extraordinaria precisión y dulzura, pero a la vez firme y bien matizado en los cambios de articulación y en las dinámicas (limitadas estas en cualquier caso, aunque el efecto de la amplificación es ahí un factor a tener en cuenta), adaptándolo siempre con intención al tempo y la expresión personales de cada pieza.
Roper se lo puso fácil a su acompañante, un Torner atento y dúctil con su fraseo y sus ataques, que tocó en solitario las Tres piezas de Lili Boulanger, contrastando bien el universo de veladuras impresionistas del Jardín viejo con el lirismo fácil, ligeramente contemplativo, del Jardín claro y la alegría enérgica y despreocupada del Cortejo.
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