Sarah Guldberg, geometrías de la luz
Exposición en el Alcázar
Las acuarelas de esta pintora danesa radicada en Sevilla pueden visitarse hasta final de mes en el Apeadero del Alcázar
Sevilla/Durante los últimos veinte años se ha podido ver a Sarah Guldberg tras el arco de entrada al Patio de Banderas, sentada en su banqueta plegable trazando con lápiz y reglas las líneas que recrean las geometrías inspiradas en las del Alcázar sevillano e iluminándolas con acuarelas, muy a menudo rodeada por turistas que se acercan para contemplar su trabajo y comprar sus obras. Arte en la calle pero en ningún caso arte callejero, sino la calle como estudio abierto.
Ahora esas geometrías han cruzado la plaza y se exponen en el Apeadero del Alcázar. Hay cambios sustanciales. Permanece el interés por la geometría y el uso de la acuarela, pero son obras de mayor tamaño, realizadas en los últimos meses en su casa y la acuarela, tradicionalmente asociada a la trasparencia, se ha vuelto más sólida, añadiendo textura y valores táctiles, aunque llena de reflejos metálicos que le dan una sensación de dinamismo lumínico muy inusual.
Todo ello no hace sino conjugar dos tradiciones artísticas distantes en el espacio pero casi coincidentes en el tiempo: la geométrica de la islámica mozárabe y la teoría de la luz del primer gótico. Los mozárabes sevillanos usaron aquello en lo que creían de toda la vida, la geometría como fin para reproducir un cosmos ordenado, variado e infinito como imagen de la divinidad y, por otro lado, la idea del abate Suger de Saint Denis de que el brillo y la luz eran el mejor camino para alcanzar la iluminación interior y así poder acercarse a Dios.
Además, en estas obras, está la memoria personal de la artista danesa radicada en Sevilla. La exposición se titula Reflections, algo que alude a los reflejos metálicos de las acuarelas pero también a la propia reflexión de la artista sobre su obra y su vida. En ese universo geométrico y luminoso se introduce en un momento en el que se replantea su vida entera. Ahí no podemos entrar, es algo íntimo escondido entre formas estrelladas que crean las lacerías jugando con luces y colores, aunque se puede atisbar el interés por hacer que sus obras tengan textura, acercándose así al cuerpo físico y a los diseños textiles de sus años de formación, recordando de dónde viene y proyectándose al futuro.
Dentro de poco, cuando acabe la exposición, Sarah volverá a su sitio en la entrada del patio de Banderas, hasta entonces merece la pena pasarse por el Apeadero y subir las escaleras hasta la Sala Alta para contemplar sus obras y, si nos cumple, hasta reflexionar sobre ellas. Motivos sobran.
‘Reflections’ de Sarah Guldberg. Sala Alta del Apeadero del Alcázar. Hasta el 30 de julio
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