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"Una mujer que gana no interesaba a los historiadores ni a los novelistas"

Santiago Posteguillo. Escritor

El autor valenciano narra en 'Yo, Julia', con la que conquistó el Premio Planeta, el ascenso al poder de Julia Domna, una figura que ostentó un extraordinario poder en el Imperio romano

El narrador Santiago Posteguillo. / Belén Vargas
Braulio Ortiz

22 de noviembre 2018 - 20:19

En Yo, Julia, la novela con la que conquistó el Premio Planeta, Santiago Posteguillo (Valencia, 1967) regresa a Roma para contar la historia de Julia Domna, esposa del emperador Septimio Severo cuya inteligencia y ambición forjaron una nueva dinastía. A través de la recuperación de este personaje al que la literatura o el cine apenas se habían acercado -tan sólo una obra de teatro difícil de encontrar se interesó por su figura-, el autor se pregunta por qué el relato histórico arrinconó a las mujeres que tuvieron en su tiempo un extraordinario poder.

-Usted sostiene que hasta ahora no había novelas ni películas sobre Julia Domna por dos "estigmas": porque era mujer y extranjera.

-Y además porque gana. Nos dejan que nos acordemos de Cleopatra, otra mujer que interviene en política, porque acaba mal, castigada por el Imperio Romano y suicidándose. En cambio, Julia gana, y eso parece que incomoda. ¿Por qué no quieren que sepamos que había una mujer capaz de maniobrar y empujar a su marido a la jefatura del Estado, que lo anima a ser emperador? Creo que esta lucha por la igualdad que intentamos construir hoy entre hombres y mujeres no puede levantarse sobre un vacío histórico, que no podemos obviar que hubo mujeres en posiciones preeminentes. No me gusta demasiado la palabra, pero Julia Domna es un ejemplo de mujer empoderada que vivió hace 1.800 años. Y estaría bien recordar que episodios así sucedieron.

-Resulta simbólico del peso que han tenido los historiadores y escritores varones que la única obra teatral que abordó antes que usted a Julia Domna estuviese firmada por un tal Michael Field... que no era sino el seudónimo de dos mujeres, Katherine Harris Bradley y Edith Emma Cooper.

-Eso es muy representativo de lo que ha ocurrido a lo largo de los siglos. Además de que las vivencias de estas mujeres importantes caían en el olvido, ocurría que otras mujeres que querían contar su historia tenían que hacerlo escondidas bajo un seudónimo masculino. Cuando intenté sacar esa obra de la sección de libros raros de Cambridge, resulta que se equivocaron porque había un error de catalogación con ese título. Lo resolvieron, pero eso me hizo pensar en cuántos años habrían pasado, desde su publicación en 1903, sin que nadie sacara ese libro, igual habían transcurrido cinco años... o 103. Y yo creo que ya está bien de tanto olvido. No se trata de reescribir la Historia inventándonos personajes femeninos importantes donde no los hubo, eso sería falsear el pasado, sino de contar la Historia completa, la de los hombres y la de las mujeres que fueron relevantes.

-Usted, no obstante, evita el peligro de la hagiografía y retrata a su personaje con claroscuros. Galeno, que narra su historia, defiende que Julia actuó "siempre en defensa propia", adelantándose a sus muchos enemigos.

-Ella llega a aplicar una enorme violencia, provocará guerras civiles, pero empiezan contra ella. Cómodo la retiene como rehén, las élites romanas la desprecian por extranjera... Ella se ve acorralada y lleva a la práctica esa máxima, tan deportiva, de que la mejor defensa es un buen ataque. En Roma no se gana o se pierde: se gana... o se muere. Y ella no piensa morir, es una palabra que no está en su vocabulario.

"En Roma no se gana o se pierde: se gana o se muere. Y 'morir' no estaba en el vocabulario de Julia"

-Roma encierra personajes fascinantes: Cómodo, con sus delirios de grandeza y su maldad refinada, capaz de poner a la ciudad su nombre y de lanzar flechas al público en los espectáculos que presidía, es una figura ciertamente atractiva para un novelista.

-Por las citas que pongo, él estuvo recreando los trabajos de Hércules y la gente tenía miedo de ir al anfiteatro porque el emperador podía disparar flechas al público, emulando a Hércules cuando mató los pájaros del lago Estínfalo. De ahí a elucubrar que alguna vez lo hizo no es apartarse demasiado de la realidad, y si además se sabe que tenía puesto el ojo en Julia... Cómodo es un perverso magnífico, un personaje maravilloso para un libro. Lo único que no hizo, como se cuenta en Gladiator, donde hay una escena en que Joaquin Phoenix estrangula a Richard Harris, es matar a su padre, algo que no ocurrió en realidad. Por lo demás, todas las maldades que salen en la película sí las perpetró Cómodo.

-Al hilo de lo que dice de Gladiator, a usted le preocupa mucho el rigor histórico, y en los anexos de la novela aporta una exhaustiva documentación.

-Gladiator es un espectáculo visual impresionante, pero tiene unas inconsistencias históricas que no entiendo. ¡Si con contar la Historia es más que suficiente! Si se llevara al cine una trama como la de Yo, Julia con el mismo presupuesto que Gladiator, ¿no resultaría igual de impactante, sin necesidad de ser desleal a los hechos? Pero Hollywood es Hollywood. Hay una anécdota muy reveladora en este sentido: cuando Wolfgang Petersen hizo Troya quiso meter algunos planos con los hombres dentro del caballo, pero los productores se lo negaron porque, le decían, iba a cargarse la sorpresa. Y Petersen no daba crédito, asumía que todos los espectadores sabrían que los griegos iban dentro del caballo. Así es Hollywood.

"No hay que falsear los hechos, sólo hay que contar la Historia completa, la de los hombres y las mujeres"

-Cómodo señala que Julia es "demasiado hermosa e inteligente a la vez" y opina que "no deberían existir mujeres así". Algunos hombres aún se aferran a ese estereotipo de que una mujer bella tiene que ser simple.

-Sí, ahí sigue ese miedo de los hombres a que una mujer los desbanque de su patriarcado. Cómodo, que es un psicópata pero no está loco, dice algo que comparten muchos hombres, a los que esa combinación de belleza e inteligencia vuelve muy inseguros. Y hay otras cosas que siguen siendo terribles hoy si trasladamos la historia de Julia al presente: para empezar, ella es siria. Lo que sí ha mejorado es la situación de la mujer en el mundo occidental: tenemos senadoras, congresistas, juezas, médicas, arquitectas... Caminamos en la dirección correcta pero queda mucho tramo por recorrer. Nadie, por ejemplo, ajeno al mundo jurídico puede entender una sentencia como la de La Manada, que no cuestiono desde el punto de vista jurídico, no estoy capacitado, pero parece una aberración vista desde el sentido común. Y después están todos los casos de violencia de género...

-En la novela se inventa a dos esclavos, Calidio y Lucia, de los que no había constancia, como si quisiera dar voz también a las clases más humildes, de las que tampoco se han ocupado los historiadores.

-Sí, me invento a esos personajes pero todo lo que cuento sobre ellos es verosímil, como la posibilidad de que un esclavo ahorrara dinero para comprar su libertad. En efecto, aunque me centro en los grandes personajes históricos y en la lucha por el poder, quería mostrar que había otra gente intentando sobrevivir en un entorno muy complicado. Siempre procuro hacer en mis novelas un mosaico de la época que retrato.

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