Rosenvinge, la masculinidad y otros desamparos
La cantante madrileña cierra hoy Nocturama, donde presenta 'Un hombre rubio', su último álbum
Sevilla/A menudo, la creación ayuda a verbalizar palabras y sentimientos que habían permanecido enquistados hasta entonces, sumidos en ese limbo donde se amontonan los asuntos pendientes. Gracias a una canción, Romance de la plata, Christina Rosenvinge acortó las distancias con su progenitor: sin ser consciente de la fecha escribió ese tema cuando se cumplía el 26 aniversario de su muerte, que había ocurrido precisamente cuando ella apenas tenía 26 años. Mientras componía, la intérprete sintió cómo una repentina calidez templaba el recuerdo y aquella figura distante para sus familiares se mostraba vulnerable, despertaba la compasión y el reconocimiento. "Cómo no voy a entenderte, padre, si es la misma soledad", anotó Rosenvinge en aquella letra, y comprendió el alcance de esa confesión. "Llegar a una frase de ese tipo cuesta una vida. No puedes decirla cuando tienes 20 años", admite Rosenvinge, que acude hoy a Nocturama, en el Casino de la Exposición, para presentar Un hombre rubio (El segell), el décimo álbum de su trayectoria, un disco que gira sobre padres ausentes y los caducos patrones de la masculinidad.
Fue una colaboración con la cantaora Rocío Márquez, para quien compuso uno de los cortes de su disco Firmamento, Almendrita, la que llevó a Rosenvinge a recuperar unos vinilos de flamenco y rememorar a su padre, aquel danés fascinado por García Lorca que en su viaje de novios por España quedó cautivado por el cante jondo y decidió instalarse en el país. Más tarde se cerraría un círculo: Márquez, "alguien que tiene cerebro y corazón, la parte de estudio seria, rigurosa, y el instinto animal", señala Rosenvinge con admiración, haría una versión de Romance de la plata para una edición que se comercializó con motivo del Record Store Day.
Aquella canción fue la que sugirió a Rosenvinge una senda por la que le interesaba seguir: exploraría la soledad del hombre y escribiría desde un yo masculino, "y con eso de que el masculino neutro nos incluye también a las mujeres me he colado yo también. En todo caso, en mi concepto más profundo de la identidad ésta no tiene sexo, no me siento ni hombre ni mujer", declara la cantante, que en otro de los temas, La flor entre la vía, se mete en la piel de un adolescente que no se siente inspirado por la caza, la conquista ni el motor y se rebela contra el patrón de masculinidad que aún impera. "Ningún hombre nace respondiendo a ese modelo: el macho también es una construcción, e igual que esa construcción se levanta se puede derribar", expone la intérprete, antes de añadir que esa idea de un hombre al que le está vetada la expresión de sus emociones ya aparecía en la Biblia. "Dios le dice al hombre: Tú serás roca, y a la mujer que parirá con dolor... La verdad es que habría que tener una charla con Dios sobre eso", opina entre risas.
En el homenaje a su padre, Rosenvinge asegura que el tiempo "es compasivo". ¿Lo ha sido también con ella, la edad ha acallado viejos fantasmas y le ha otorgado algo parecido a la plenitud? "Absolutamente. Tenemos esa percepción del tiempo como una condena y sin embargo no es así. Hay una frase bellísima de Saint-Exupéry en Ciudadela que dice que el tiempo construye más de lo que destruye, y es algo que no se nos debería olvidar". Esa madurez se advierte en el plano musical: en Un hombre rubio vuelve a conseguir ese prodigio inusual de reinventarse y, a la vez, mantenerse fiel a sí misma. "Mi estilo es experimentar, para mí repetir lo que ya he hecho no tiene sentido: me encanta probar instrumentos diferentes, aprender algo nuevo... Y es curioso, porque eso ocurre en mi obra, pero en mi vida me encanta la rutina, que todo permanezca inalterable".
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