Alhambra Monkey Week
Más allá del tópico de cansados pero satisfechos
artes escénicas
Sevilla/Desde el último cuarto del siglo XX, Bélgica se ha convertido en el mayor vivero de la creación dancística contemporánea. Un fenómeno que han contribuido a consolidar figuras como Anne Teresa de Keersmaeker, pionera en la década de los 80 y hoy una de las artistas más sólidas y con un mayor prestigio internacional.
Esta bailarina y coreógrafa belga se formó en la escuela Mudra que fundara en Bruselas Maurice Béjart y en lugar de la cual, en 1994, ella misma fundaría una escuela de formación coreográfica -la P.A.R.T.S- de la que han salido y continúan saliendo muchos de los talentos que pueblan la escena actual.
Terminada su formación académica, Keersmaeker se marchó a Nueva York, destino obligado para aquellos que querían conocer a fondo las nuevas corrientes -no sólo dancísticas sino también musicales- del otro lado del océano, antes de tomar su propio camino. Entre ellas, Steve Reich (Nueva York, 1936) sobresalía como uno de los iniciadores de un movimiento que fue denominado minimalismo y del que luego se iría alejando para experimentar nuevas formas expresivas.
Interesada en explorar con el movimiento los conceptos de aceleración y desaceleración que pueden percibirse en sus obras, Keersmaeker, a su regreso a Bruselas, realizó su primera gran coreografía: Fase, four movements to the music of Steve Reich, una pieza que ella misma bailó con su compañera Michéle Anne De May en 1982. Un año más tarde, fue la música de otro minimalista, Thierry de Mey, la que sirvió de base para la emblemática Rosas danst Rosas, la obra que supuso, hace ya más de 33 años, el nacimiento de la compañía Rosas.
Pero la Keersmaeker no es una artista que se limite a una corriente o a una forma de concebir el movimiento y pronto demostraría que Mozart podía ser tan contemporáneo como los minimalistas americanos. Y si no, que se lo digan a los veteranos que asistieron en el Teatro Central, durante la Expo 92, a su inolvidable espectáculo Mozart/Concert Arias, un moto di gioia, con tres cantantes líricas y 40 músicos en escena. Un descubrimiento y un auténtico disfrute. Luego se acercaría a Beethoven, a Monteverdi (con Ottone, ottone), a Bartòk, a Schönberg, a Alban Berg... e incluso a la voz aterciopelada y contestataria de Joan Báez (con Once, un solo interpretado por la propia creadora y presentado en Sevilla en 2008) o al mismísimo Miles Davis y su mítico álbum Bitches Brew, grabado dos días después de Woodstock, en agosto de 1969, con una treintena de músicos. El espectáculo del mismo nombre, coreografiado por la artista en 2003 con 13 bailarines -uno por cada instrumento-, demostró al año siguiente a los muchos admiradores que tiene en esta ciudad la libertad expresiva con la que era capaz de entregarse a la improvisación, prescindiendo de esa arquitectura preestablecida de movimientos que ha sido siempre el rasgo primordial de su estilo coreográfico.
Con todo, su pasión por la música de Steve Reich, al que regresa periódicamente, se ha mantenido intacta a lo largo de los años. Entre otras citas, los aficionados andaluces recordarán que en Granada y en Sevilla, en mayo de 2007, la artista recuperaría en Steve Reich Evenig, una velada dedicada al compositor neoyorquino, piezas tan célebres como Piano Phase o la brillante Drumming con la que se cerraba el espectáculo.
Una pasión confesa que la llevó el pasado año, dentro de su proyecto de conservar vivas sus piezas con y para las nuevas generaciones, a reponer uno de los mejores espectáculos creados en complicidad con el músico neoyorquino: Rain.
La pieza fue creada en 2001 a partir de Música para 18 músicos (1976), una magnífica partitura para varias voces femeninas, cuatro pianos, tres marimbas y dos clarinetes, entre otros instrumentos, y con la que el compositor se desmarcó claramente del minimalismo americano.
El espectáculo, que contó con la interpretación en directo del ensemble Ictus, recibió el nombre de Rain en referencia al anterior espectáculo de la creadora, In Real Time (2000), que terminaba con la frase: "Espero que mañana no llueva". En su génesis, al parecer, se encuentra también el relato del mismo título (Rain) de la escritora neozelandesa Kirsty Gunn, publicado en 1818. Una desgarradora historia de amor entre hermanos que no se ilustra en absoluto en la obra de la coreógrafa, como tampoco se ilustra el vibrante impulso musical de Reich sino que, como es habitual en el trabajo de Keersmaeker, por encima de todo se coloca la unión entre la materia musical y la materia humana para tratar de adentrarse en terrenos ignotos para ambas.
Así es como sus diez bailarines, con los pies descalzos, invaden un escenario circular delimitado por una especie de cortina de tiras de cáñamo que caen desde el peine. Con un vestuario lleno de matices de Dries Van Noten, que va del rosa viejo al color carne, del salmón oscuro al dorado arena, el grupo -porque no hay solistas en esta gran máquina coreográfica- se entrega a un movimiento perpetuo que nunca se convierte en masa sino que, a modo de ola, se va contagiando de unos a otros hasta crear una materia ondulante en permanente metamorfosis. Rítmicamente, la obra descansa, por una parte, en una pulsación regular de los pianos y las mazas y, por otra, en la respiración de los intérpretes sobre los instrumentos de madera y las voces.
Tras una incursión en terrenos más teatrales (Just Before, de 1997, Said I, de 1999 e In Real Time, de 2000), Rain significó en su momento la vuelta de la artista a la danza pura. A esa danza que hoy constituye su marca y que consiste en la ocupación geométrica del espacio, la repetición permanente, la búsqueda de las mil variaciones que puede generar una sola frase coreográfica.
Creada en su momento por intérpretes tan extraordinarios y personales como Marta Coronado, Fumiyo Ikeda, Cynthia Loemij o Rosalba Torres, a los que se ha podido admirar en numerosas creaciones de Rosas, así como en otras formaciones belgas como los Ballets C de la B, ahora, 15 años después, se presenta con un elenco renovado que sin duda le proporcionará a la obra las ingentes dosis de energía física que requiere su ejecución, compartiendo una misma respiración y esa extraña solidaridad que nace cuando se comparte y se supera la fatiga física.
A partir de su estreno en el Teatro de La Moneda de Bruselas, donde Rosas era -lo fue hasta 2007- la compañía residente, el éxito de Rain fue tan rotundo que en 2016, como se ha dicho, Keersmaeker decidió reponerla y emprender con ella una pequeña gira que, por fortuna, recalará en el Teatro Central de Sevilla, como única etapa española, mañana y el sábado, a las 21:00.
Movimiento perpetuo.En estas cuatro imágenes se aprecia el trabajo coral y el infatigable despliegue físico de los diez bailarines de Rosas, inspirados por el vibrante impulso rítmico de la pieza 'Música para 18 músicos' del famoso compositor neoyorquino.
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