Cuerpos que levitan en la noche
'Hovering' | Teatro Central
La compañía Rosa Cerdo estrena el fin de semana en el Central 'Hovering', un rompecabezas donde se cruzan el terror, el humor y la añoranza por los 70
Mantenerse en suspensión; permanecer en un lugar fijo en el aire batiendo las alas como un ave o actuando de forma nerviosa e inestable; encontrarse en un estado de indecisión. A la bailarina y coreógrafa Silvia Balvín (Almonaster la Real, Huelva, 1985) le resultaban sugerentes e inspiradores los significados del verbo to hover, connotaciones que le ofrecían "material de movimiento", un abanico de imágenes poderosas que iban del vuelo de un colibrí a una figura humana que levitaba. De ahí que decidiera titular como Hovering la nueva propuesta de su compañía Rosa Cerdo, una obra que se estrena en la sala B del Teatro Central el viernes y el sábado (20:00, entradas a 20 euros) y en la que una atmósfera onírica e inquietante convive con el humor que siempre ha atravesado los trabajos de Balvín.
La creadora, que cuenta de nuevo con el músico Alberto Almenara como principal aliado, ha reunido esta vez a un equipo más amplio para su nueva producción. El malagueño Alberto Cortés, un intérprete con el que Balvín comparte la visión lúdica y libre de prejuicios del hecho escénico, se encarga de la dramaturgia en una pieza que se enriquece también con las aportaciones de los ilustradores Cristian Pineda y Adara Sánchez, la escritora Elisa Victoria y la diseñadora de vestuario Gloria Gómez.
Cortés explica que el punto de partida de Hovering, que sus artífices definen como "un rompecabezas", consiste en "una sesión de hipnosis donde se busca que Silvia levite. A partir de ahí, el trabajo explota y dinamita por muchos lados", anticipa sobre una obra que refuerza su carácter impredecible gracias a la banda sonora que interpreta Almenara, donde suenan los ecos de cintas de terror de los 70 y los 80, "películas de Carpenter y de Argento. En Alf [un espectáculo que estrenaron en el Mes de Danza] tocaba el ukelele, la guitarra, y aquí he cambiado las cuerdas por los sintetizadores", precisa el músico, que como en montajes anteriores no se limita a su disciplina y, lejos ya de ese "papelito estático" que tenía en los primeros proyectos, cada vez se involucra más en la interpretación. Una estética setentera, con incursiones en la moda disco o prendas de estilo victoriano, impregna también el vestuario de Gloria Gómez.
Balvín y Almenara, que pudieron desarrollar este montaje gracias a una ayuda del Banco de Proyectos del ICAS, fueron construyendo Hovering en conversación con los ilustradores. "Les mandábamos un vídeo grabado en un skate park, o en la calle, sin dar demasiadas explicaciones, y dejábamos que ellos lo interpretaran de manera libre", detallan. "O bien al contrario: ellos hacían una ilustración y nosotros montábamos una escena a partir de ahí".
Los componentes de Rosa Cerdo hallaron otro pilar en el que apoyarse en la voz de Elisa Victoria, que deslumbró a Balvín por el "universo de pesadilla, de obsesiones" que desplegaba en su libro La sombra de los pinos. La autora, que con Balvín y Cortés firma los textos de la obra, ha escrito los fragmentos que conforman, junto a las ilustraciones de Pineda y Sánchez, el fanzine que se entregará al público durante las funciones [la idea es que los espectadores devuelvan el ejemplar, o lo adquieran por cuatro euros] y que servirá, apunta Cortés, como "un elemento de interacción, una especie de libreto que complete la obra, o que a veces la contradiga o la subraye". Con Rosa Cerdo, sus seguidores lo saben, siempre se da una cita con lo inesperado.
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