Rocío Jurado, la mujer auténtica

Libros

Marina Bernal retrata en un libro "la vertiente humana" de la cantante, una persona en la que convivían la "fuerza desmedida y la fragilidad".

La obra se presenta este martes en Chipiona

Rocío Jurado, en una actuación de 2001. / Rafael Bravo / Afp

Una vez, Rocío Jurado le contó a Jesús Quintero en una entrevista que en su casa le habían inculcado que se contemplara con modestia: "Mi madre me decía que no me lo creyera nunca", le expuso entonces la cantante al periodista. "Cuando veía que la gente me aplaudía mucho, me decía: Rocío, está muy bien, disfrútalo, pero no te lo creas, hija, que las madres siguen pariendo y echando fenómenos al mundo, que aquí no se para esto". Y la Jurado, ese portento que parecía infalible a la hora de abordar cualquier tema, siguió el consejo materno y llegó a albergar junto a sus innegables cualidades la punzada de la inseguridad. Como desvela Carlos Herrera, la intérprete sentía a menudo,"inmediatamente antes de salir a las tablas", un "súbito pánico escénico que le hacía creer que se había quedado sin voz. Ya ves tú, Rocío sin voz".

Los dos testimonios pertenecen a Canta, Rocío, canta, un libro de Marina Bernal que quiere dar a conocer la "vertiente humana" de la Jurado, "porque a la artista la conoce todo el mundo". El volumen, editado por Sevilla Press e ilustrado por más de 150 fotografías, la mayoría inéditas, y por las colaboraciones de Luis del Olmo, Tico Medina o Antonio Burgos, sus hermanos Gloria y Amador Mohedano o su viudo José Ortega Cano, indaga en la persona que se escondía detrás de la etiqueta de la más grande, más allá de la solidez de esa piedra dura de Chipiona, como la definió Lola Flores. La obra se presenta este martes a las 20:45 en el claustro del Santuario de Regla, tras un acto de índole más familiar que tendrá lugar al mediodía en el Ayuntamiento de la localidad natal de la folclórica.

"Tenía una capacidad de trabajo enorme. Triunfó no sólo por su talento, también por su esfuerzo”, opina Bernal

Bernal considera a su biografiada "una mujer fuera de serie", pero también "llena de dualidades". La semblanza perfila a una artista precoz que se subió a un escenario por primera vez a los ocho años ("Ya interpretaba, porque yo nunca he entendido cantar sin interpretar", declaró Jurado sobre aquellos comienzos), a una joven que –como rememora Luis del Olmo– llegó a ser llamada "la niña de los premios" porque ganaba todos los concursos de la radio a los que se presentaba, pero esa cantante que poseía un don natural nunca bajó la guardia y fue "disciplinada, testaruda y perfeccionista". Bernal asegura que ha conocido "a poca gente con la capacidad de trabajo que tenía ella: si fue una estrella internacional se debió a sus cualidades, pero también a su entrega, a su dedicación. Era muy exigente consigo misma". En las dedicatorias iniciales, la periodista reivindica esa profesionalidad de la cantante como un modelo para las generaciones que le siguen: A todos esos jóvenes que sueñan con hacer de su pasión su forma de vida, para que no olviden que el talento sin el esfuerzo termina perdiéndose, escribe Bernal.

Marina Bernal, junto al cartel de la Semana Cultural Rocío Jurado.

El libro señala la paradoja de una mujer que se atrevía con canciones como Lo siento, mi amor, que supuso un escándalo a finales de los 70 porque en la letra una mujer reconocía no sentir nada al hacer el amor con su marido, o Amores a solas, una "oda a la masturbación femenina" que no ha sobrevivido a la posteridad como sí ocurre con gran parte de su repertorio, vividas intensamente por una artista que en su esfera privada fue sin embargo "muy familiar" y defendía unos valores tradicionales, como demuestra que en sus dos matrimonios se casara por la Iglesia. Las "dualidades" que comenta Bernal se extienden a otros flancos: esa fiereza, esa fuerza sobrenatural que tenía en sus actuaciones, convivía con la "fragilidad interior. Era muy sensible, vivía las emociones con mucha intensidad".

Canta, Rocío, canta, que debe su título a un texto de Rafael Alberti ("la sábana de la aurora, desnuda a la madrugada. Canta, Rocío del mar, Rocío primero de la mañana") define a Jurado como una persona "auténtica en sus afectos, muy leal. Cuando ella te metía en su vida, cuando te hacía de su círculo, era para siempre", dice Bernal, que relata, por ejemplo, la larga amistad que la intérprete mantuvo con admiradoras de Sevilla, Cádiz o Miami. "Pero también era muy pasional, y se enfadaba de verdad", añade la periodista, "aunque si se equivocaba pedía perdón con una humildad que no le he visto a otras artistas...".

El perfil que traza el libro apunta también a una mujer apasionada de la fotografía, que se compraba "las últimas novedades que salían al mercado", y a "una lectora empedernida. En la mesilla de su dormitorio podías ver libros de los temás más variopintos. Todo le interesaba, le despertaba curiosidad", recuerda Bernal.

"En Chipiona", sostiene la autora del libro, "se respira a Rocío por todas partes", y por eso Bernal propone en esta obra un itinerario por enclaves de la localidad gaditana vinculadas a su ciudadana más ilustre, desde la casa de la calle Calvo Sotelo donde nació en 1944 a la estrella que en su homenaje se instaló junto al Santuario de Regla. "Es una ruta oficiosa, no oficial, pero sé que el nuevo alcalde, Luis Mario Aparcero, quiere poner en marcha un recorrido turístico. Han pasado 13 años de su muerte, pero Rocío continúa despertando muchísimo interés: en los alrededores de su casa siempre hay gente haciéndose fotos. No importa cuando sea, en verano o en invierno, de día o de noche: siempre hay alguien que la recuerda".

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