Ritmo estelar
cómics
La ficha
'Ser leyenda'. Del Hambre. Bandaàparte. 200 páginas. 28 euros.
La editorial cordobesa Bandaàparte se ha hecho un nombre a nivel nacional con una propuesta valiosa, de textos y autores fronterizos entre distintas disciplinas, casi siempre relacionados con el ámbito de la música. Es el reflejo de una filosofía singular, esa de la que sólo pueden hacer gala los editores de raza. En su creciente catálogo hay sitio también para la historieta, con títulos como la novela gráfica Leyendas desde el pantano. Guadalupe Plata, de El Ciento, o la enriquecida reedición del primer tebeo largo de Andrés G. Leiva, Historia de Iván. A esta pequeña selección se suma ahora Ser leyenda, un delirio gráfico firmado por el director creativo e ilustrador Del Hambre.
Contemplando Ser leyenda, con su entusiasmado uso del sonido como base para la experimentación gráfica, me han venido recuerdos de otras fusiones, como las historietas del viejo álbum Pop español, editado por Casset en 1991, en el que participaron Ana Miralles, Das Pastoras, Federico del Barrio, Keko, Max, Miguelanxo Prado, Pere Joan o Gallardo, y hasta de las entrañables historietas de Serge Clerc en Metal Hurlant. Pero la estética experimental de Del Hambre, que llena de recursos gráficos la página, apoyándose en una composición juguetona, el diseño y un fabuloso coloreado, lo acerca más a tipos como Micharmut, esto es, a los territorios inexplorados, a lo raro (no por casualidad esta es la palabra que da inicio al presente álbum), que a lo meramente convencional.
En cuanto al argumento, la cosa va de un rockero, Rombo, que es abducido por una giganta extraterrestre, Calamidad, con bigote y pinta de conejito del Playboy, fan número uno de sus canciones. Rombo y Calamidad atraviesan el espacio hasta llegar al planeta Neón 77, un territorio lisérgico de gatos monstruosos y cocodrilos inofensivos donde se desatará la aventura. Aunque si hay un espacio por conquistar aquí es el de la página en blanco, y la aventura no es otra que dejar volar el talento y la imaginación. Siempre al ritmo irredento de la música.
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