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Películas sobre Jesucristo
Directores ateos, realizadores creyentes, productores agnósticos... Pero quién se puede resistir a filmar la historia más grande jamás contada sea, o no, la fe la que impulse el golpe de claqueta. Desde luego, el propio devenir del séptimo arte demuestra que son muchas y diferentes las miradas que se han posado sobre la vida y, aun más, sobre la muerte de Jesucristo conformando todo un género donde caben las superproducciones, el cine de autor y hasta la sátira. El cine de la Pasión. El cine apasionado. Con toda una legión de adeptos detrás.
La fascinación por la historia de Jesús está en el cine desde sus propios albores. No en vano, Georges Hatot y los mismísmos Louis y Auguste Lumière (sí, sí) se percataron del filón comercial que despertaba el nazareno y filmaron la pasión popular que se representaba en la ciudad bohemia de Horitz en 1898. Vida y Pasión de Jesucristo titularon a esos diez minutos largos de metraje que pueden ser la primera película sobre Jesús si no fuera porque varios críticos apuntan a que la primera imagen de Cristo hombre en el cine apareció en La Passion du Christ (1897) de Léar (Albert Kirchner) y un hermano de las Escuelas Cristianas llamado Basile, rodada en un salón de la calle Felicien de París.
Las postrimerías del siglo XIX todavía darían de sí para acoger unos cuantos títulos más con el crucificado como protagonista pero que no eran más que una sucesión de imágenes estáticas (La Passione di Gesú, de Lugi Topt, The Passion Play, The Sing of the Cross...); mientras que el gran mago, George Melies, inauguraba el siglo XX con su Cristo andando sobre las aguas.
Ya desde las primeras décadas del siglo pasado, el hombre empieza a atisbar el abrumador poder del cine tiene sobre el espectador y su uso como perfecta herramienta para introducir cualquier tipo de mensaje. La religión también es tentada por las artes del adoctrinamiento y se realizan películas con claros fines didácticos sobre el espíritu del catequismo como La vida y pasión de Jesucristo (1902-07) de Ferdinand Zecca.
Aspiraciones estéticas encontramos ya en la hollywoodiense Del pesebre a la cruz (1912), del canadiense Sidney Olcott, una cinta de cine mudo rodada en Palestina que, en buena parte, recreaba la obra sobre la Pasión del pintor francés James Tisso; y en la italiana Cristo (1915) de Giuseppe de Liguoro y Giulio Antamoro.
Mudo, aunque en la época donde ya se había introducido el sonido, y en blanco y negro es el Rey de Reyes (1927) de Cecil B. DeMille; no confundir con la revolucionaria Rey de Reyes (1961), de Nicholas Ray, a todo color y a todo pulmón ya que, hasta entonces, nunca se habían empleado tantos medios en realizar una película de esta temática. Con guión de Philip Yordan y con Orson Welles como narrador, Rey de reyes incide ya en un Jesús con su irrenunciable lado divino pero, sobre todo, con las características humanas de un libertador, de un ser (un hombre) combativo encarnado por Jeffrey Hunter. ¡Ah! Se rodó íntegramente en España (con una presencia importante de Almería) y con Carmen Sevilla como María Magdalena.
Otras superproducciones como Ben Hur (1959) de William Wyler; Barrabás (1962) de Richard Fleischer o La túnica sagrada (1953) de Henry Koster no tienen a la figura de Jesucristo o a la Pasión, propiamente dicha, como protagonistas absolutas pero es innegable su derecho a estar en este repaso tanto porque la temática tiene un peso específico en sus tramas y porque son los filmes que en nuestro imaginario colectivo siempre estarán ligados a la Semana Santa. ¿Apostamos a que ponen alguna en estos días...?
Filtrados los textos sagrados, al utilizar como base la novela de Fulton Oursler, pero repleta de estrellas cinematográficas del momento (Charlton Heston, Telly Savalas, Ángela Lansbury, Sidney Poitier, John Wayne...), La historia más grande jamás contada (1964), es otra de las cintas a destacar en esta relación entre el celuloide y el cristianismo.
En la esquina contraria del cuadrilátero, si es que hubiera alguno, en ese mismo año Pier Paolo Pasolini, marxista y ateo, se saca de la manga la película más inquietante, interesante y sobria, aunque emocionante en su austeridad, sobre el legado de Jesús en la tierra, El evangelio según San Mateo (1964). Con el catalán de madre italiana Enrique Irazoqui en el papel protagonista y dedicada al papa Juan XXXIII, Pasolini confeccionó con su cámara valiente y sin complejos la obra que en 2015 fue definida por L’Osservatore Romano como la mejor película sobre Jesucristo.
Algo más de 20 años después, la orbe religiosa sí que pondría el grito en el cielo por otra película, esta vez, de un director más apegado a la religión católica (y a sus dobles filos) como Martin Scorsese, la rompedora La última tentación de Cristo (1988). Otra novela, la del griego Nikos Kazantzakis, inspiraría al director nominado en los Oscar de 1989 para llevar a cabo este atrevido filme que reflexiona sobre los posibles conflictos y dudas que tendría Jesús, encarnado por Willem Dafoe. También polémica, por sus grandes dosis de violencia y crudeza, fue La Pasión dirigida por Mel Gibson rodada en latín, hebreo y arameo y que vio la luz en 2004.
Sacrilegio sería dar muerte a estas líneas sin recordar algunos ejemplos de esa otra cara más lúdica, socarrona y hasta melódica del cine apasionado. Así, si en 1973 dos exitosos musicales encontraron su traducción al celuloide, Jesucristo Superstar y Godspell, de la mano de Norman Jewison y David Greene, respectivamente, ese mismo año, ¡vaya casualidad!, el cine musical sobre el hijo de Dios engordaba su produccción con The gospel road del cantante Johnny Cash.
Eso sí, los más gamberretes siempre se quedarán con la parodia que los Monty Python se marcaron del asunto en la indispensable La vida de Brian (el 25 de abril la pueden ver en Cinesur Nervión Plaza en versión original) o la que introdujo Mel Brooks de la Santa Cena en La loca historia del mundo.
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