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Cinco planes que no te puedes perder este fin de semana en Sevilla

Retórica y ornamento en Bach

Pablo J. Vayón

18 de noviembre 2010 - 05:00

Orellana / Merello. Emasesa Cultural. Raúl Orellana, violín; Davide Merello, clave. Programa: Sonatas para clave y violín en do menor BWV 1017, en sol mayor BWV 1019 y en mi mayor BWV 1016 y Sonata para violín y continuo en mi menor BWV 1023 de Johann Sebastian Bach. Lugar: Iglesia de los Terceros. Fecha: Miércoles 17 de noviembre. Aforo: Un tercio de entrada.

No debió de resultar fácil para Raúl Orellana, violinista chileno afincado en Sevilla, ni para Davide Merello, clavecinista genovés, miembros fundadores ambos del estupendo Gruppo Seicento, afrontar su recital de ayer después del que en este mismo espacio (la Iglesia de los Terceros) ofrecieran el lunes pasado dos maestros tan reconocidos como Pablo Valetti y Céline Frisch, un concierto que coincidió con el suyo no sólo en el repaso por la figura de J. S. Bach sino también en la mitad exacta del programa escogido (las Sonatas BWV 1016 y 1019).

Raúl Orellana ha demostrado en el pasado ser un magnífico intérprete de la música italiana del siglo XVII, un repertorio básicamente lírico para su instrumento, y ello se notó sin duda en la concepción que el dúo mostró de las obras bachianas. Si Valetti y Frisch se volcaron en desbrozar el aspecto contrapuntístico de estas Sonatas y ello requiere un predominio del clave (que soporta dos voces) sobre el violín, Orellana y Merello parecen entender la colección de Bach como más cercana al espíritu de la música transalpina y por ello el violín domina y se alza en gran protagonista. Bastó para entenderlo con comprobar cómo en la Sonata para violín y continuo (que en principio sí responde al esquema de obra para un instrumento melódico acompañado) el equilibrio entre ambos instrumentistas apenas varió.

Esta visión, apoyada más en la retórica externa que en el juego polifónico interno, se hace también necesariamente más ornamental, como se apreció en la mayoría de los movimientos lentos, especialmente en la apertura de BWV 1016. Curiosamente, el carácter más extravertido y decorativo de esta opción interpretativa no trajo un tratamiento más ágil de los tempi, ni siquiera de la articulación, pues hubo momentos en que al violín de Orellana le faltaron consonantes, acentos. Un Bach tan retórico y ornamentado como indiscutiblemente bello.

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