Retórica y drama en la música de Victoria

Pablo J. Vayón

20 de marzo 2011 - 05:00

Música Ficta. XXVIII Festival de Música Antigua de Sevilla (FeMÁS 2011). Director: Raúl Mallavibarrena. Programa: 18 responsorios de tinieblas de Tomás Luis de Victoria. Lugar: Iglesia de San Alberto. Fecha: Sábado 19 de marzo. Aforo: Dos tercios de entrada.

En 1578, después de más de una década vinculado al Collegium Germanicum de Roma, Tomás Luis de Victoria se retiró como capellán a San Girolamo della Carità, donde compartió siete años de intensa espiritualidad con Felipe Neri, el fundador de la Congregación del Oratorio. En la conmemoración del cuarto centenario de la muerte del gran compositor abulense, el Femás ha programado dos conciertos de Victoria justamente en la iglesia sevillana de los filipenses.

La primera de estas dos citas en San Alberto trajo a uno de los conjuntos españoles que mejor ha entendido y trabajado la música de Victoria en los últimos años. Raúl Mallavibarrena ha conseguido en efecto de sus cantores de Musica Ficta un estilo identificable, en el que al rigor de la clásica polifonía renacentista se une un significativo énfasis sobre la retórica del incipiente barroco que asoma a menudo en la obra del gran maestro castellano.

Los 18 Responsorios de Tinieblas, parte esencial del Oficio de Semana Santa que Victoria publicó en Roma en 1585, forman un conjunto de piezas ideal para la aplicación de este estilo interpretativo, pues todos los detalles de retórica (Judas pendiendo de la soga, el león, los latigazos, el oscurecimiento del sol y el descenso a la tumba, el llanto y la cruz...) quedaron magníficamente resaltados en una versión cargada de dramatismo y de un increíble sentido teatral.

Con dos voces por parte, Musica Ficta logró armonizar la necesaria claridad y el equilibrio que requiere la polifonía más depurada y refinada que pueda imaginarse, siempre espléndidamente perfilada por los extremos, con un trabajo cuidadísimo sobre los contrastes, apreciable tanto en la extrema variedad de dinámicas como en la disposición de los acentos o en la perfecta distinción individual de cada cantor, auténticos solistas, capaces de empastar con el grupo manteniendo la personalidad de su color y de su timbre.

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