Una historia española del periodismo (femenino) de guerra

PERIODISMO

Ana del Paso reivindica en 'Reporteras españolas, testigos de guerra' la labor de las corresponsales y enviadas especiales a las zonas de conflicto, cuyo rastro arranca a mediados del siglo XIX

Una historia española del periodismo (femenino) de guerra
Mujeres republicanas apuntan con sus fusiles en una trinchera durante la Guerra Civil.
José María Rondón

27 de julio 2018 - 06:00

También cuando hablamos del oficio de reportero ocurre que suena más a hombre. La historia del periodismo se asemeja, en ocasiones, a una expedición colonizada por caballeros que se han dedicado a escudriñar el presente dejando si acaso alguna escotilla abierta por donde pudiesen asomar (levemente) las mujeres. Pero ellas también recorrieron el mundo y recogieron sus aventuras en epistolarios, artículos o libros; eran intrépidas y valientes, y viajaron solas, echando mano de todo tipo de artimañas como pseudónimos y disfraces masculinos para contar sus experiencias.

Siempre hubo mujeres que encontraron en los periódicos su hueco exacto. Que hicieron uso de una forma de escribir urgente para estar más alerta. Para fijar lo provisional. Para dejar sólo en pie las dudas. Es lo que se saca en claro del libro de Ana del Paso Reporteras españolas, testigos de guerra (Debate). Lo que sale de esas páginas es “una recopilación del mejor periodismo que se ha hecho y se hace en España, pero del que, curiosamente, no se había escrito antes”, asegura la autora, quien levanta acta del estado actual de la profesión a través del testimonio de 34 corresponsales de guerra.

Pero también este trabajo propone novedad en el estudio de las precursoras, que alcanzan a mucho antes del periodismo. Así sucede con Egeria, quien dejó testimonio de su peregrinación a Tierra Santa en el siglo IV en el conjunto de cartas que escribió a sus hermanas. “El viaje proporcionaba, a las pocas mujeres que lograban emprenderlo, la oportunidad de romper moldes, obtener conocimientos y ampliar su formación y escribir y publicar sus impresiones”, señala Ana del Paso, corresponsal de guerra en Oriente Próximo y enviada especial de la agencia Efe en Centroamérica.

Carmen de Burgos y María Teresa de Escoriaza contaron la brutalidad de la guerra en África

Con todo, no sería hasta mucho tiempo después de las crónicas de Egeria cuando aparecerían en España las mujeres dedicadas al relato de noticias: Francisca de Aculodi y Beatriz Cienfuegos, en los siglos XVI y XVII, respectivamente. La primera de ellas editó, entre 1685 y 1689, una revista quincenal que reproducía los hechos de los tercios de Flandes llegados desde Bruselas, junto a los acontecimientos que tenían lugar en San Sebastián, donde residía. La segunda escribía semanalmente en el diario La Pensadora Gaditana sobre usos y costumbres de la época y los intereses de la Corte.

Al margen de antecedentes, Del Paso argumenta que, si a comienzos del siglo XIX se producen las primeras luchas por los derechos de la mujer abanderadas por Emilia Pardo Bazán, Concepción Arenal y Concepción Gimeno de Flaquer, no será hasta las postrimerías de esta centuria y principios de la siguiente cuando empiezan a aparecer las mujeres periodistas y las reporteras de guerra profesionales: Carmen de Burgos, Colombine; María Teresa de Escorazia, Josefina Carabias y Sofía Casanovas, la primera corresponsal destacada permanentemente en el extranjero.

A esta aparición contribuyó, sin duda, la convulsa historia de España en la segunda mitad del XIX y el primer tercio del siglo XX, con las tres guerras carlistas (1833-1876), la guerra de Cuba (1868-1878), la pérdida de Filipinas (1896-1898), la guerra del Rif (1909-1925) y, por supuesto, la Guerra Civil (1936-1939). “Los periodistas dieron a conocer por primera vez a los lectores la cara oculta de la guerra: las bajas militares y civiles, la dureza de las batallas, las condiciones de vida de los prisioneros, el miedo y la soledad de todas las partes involucradas en el conflicto”, apunta el estudio.

En esta línea, Ana del Paso destaca el trabajo de Carmen de Burgos, Colombine, y María Teresa de Escoriaza en el conflicto hispano-marroquí, donde recalaron en 1909 para informar, con tono distinto, de las atrocidades de la guerra africana. “En las crónicas de Colombine encontramos un estilo maternal hacia los soldados heridos, a los que conocía de sus visitas a los hospitales. Por su parte, Escoraiza hace gala de un estilo periodístico más actual, en el que se mezclan los testimonios directos y la reflexión personal para acercar así al lector el dolor y la barbarie desde una perspectiva novedosa”, señala.

La española Sofía Casanova fue la primera periodista extranjera que logró entrevistar a León Trotski

Con ellas, el libro Reporteras españolas, testigos de guerra también pone el foco en Sofía Casanova, quien acabaría relegada al olvido pese a ser católica, monárquica y una firme simpatizante del bango golpista en la Guerra Civil. Ella, que hablaba con soltura cinco idiomas y frecuentaba las tertulias literarias, fijó residencia en Varsovia tras casarse con un noble y filósofo polaco. Desde la capital polaca informó de la Gran Guerra y de la Revolución de Octubre, convirtiéndose en la primera periodista extranjera en entrevistar a León Trotski, entonces alto cargo en el gobierno de Lenin.

Ya en la Guerra Civil, Del Paso anota el trabajo de las hermanas Margarita y Carmen Eva Nelken –más conocida por su pseudónimo, Magda Donato-, quienes combatieron y defendieron la República. “Como ellas, algunas mujeres periodistas trabajaron en los gabinetes de prensa, en la traducción y confección de pasquines, en las asistencia a los corresponsales extranjeros”, señala la autora de Reporteras españolas, testigos de guerra. También allí se encontraba Cecilia G. de Guilarte, que cubrió los frentes de Guipúzcoa, Vizcaya, Santander y Asturias para el periódico CNT del Norte entre 1936 y 1937.

Finalmente, el libro –un destilado de la tesis doctoral de Ana del Paso- da cuenta de la historia más reciente de las reporteras y enviadas especiales a zonas de conflictos. Desde el tiempo nuevo que abrió la guerra de Vietnam, la primera contienda en la que se autorizó el acceso a periodistas independientes, hasta los años dorados de la década de los noventa, con el boom de la prensa y la salida de las televisiones autonómicas. Hoy todo es diferente. “Tiene mérito estar en África u Oriente Medio buscándose la vida, trabajando para cubrir gastos, sin sacar beneficios. Con el dinero que ganan se pagan el alquiler y la comida. Eso es tener vocación periodística”, concluye.

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