Renacimiento recupera a Luis Bonafoux, el ácrata que escribía siempre como otros pelean

El sello presenta en la Feria 'Los españoles en París', publicado por el combativo periodista en 1912

Alfredo Valenzuela, con un ejemplar de 'Los españoles en París'.
Alfredo Valenzuela, con un ejemplar de 'Los españoles en París'.
F. Camero Sevilla

12 de mayo 2015 - 05:00

Luis Bonafoux fue un hombre beligerante y ácrata, que "escribía", dice Alfredo Valenzuela, "como otros pelean, con convencimiento". Un tipo radical y frontal -"orgulloso de que le temieran"- que entendió el periodismo, con sus textos "breves y contundentes, como detonaciones", como una prolongación de la trinchera por otros medios. Lo apodaron la víbora de Asnieres, por la población francesa a la que se trasladó huyendo de España para salvaguardar su integridad. No fue anarquista pero mereció serlo (le dijo Malatesta) y su pluma estaba "emponzoñada", como admitió él mismo tras proclamar a su revólver como "único compañero". Fue, naturalmente, un sentimental, y aunque no le fue bien yendo a la contra siempre, de manera innegociable, tampoco pudo evitarlo: su única adscripción fue -como recuerda Valenzuela, periodista y escritor con proverbial predilección por los raros y olvidados de la historia de la literatura- la de "militante en el partido contrario".

La editorial Renacimiento acaba de recuperar, y lo presentó ayer en la Feria del Libro, Los españoles en París, posiblemente el libro "menos peleón, el más sentimental y humano" -escribe Valenzuela en el prólogo- de esta rara avis entre los escritores de periódicos de finales del XIX y principios del XX. Publicado por primera vez en la capital francesa por el propio Bonafoux hace más de un siglo, en 1912, el volumen recoge semblanzas personales (Blasco Ibáñez, Lerroux, Canalejas, Nicolás Estábanez o Zuloaga, entre otros muchos, aparecen en estas páginas), escenas costumbristas, crónicas de actualidad y prosas combativas política y socialmente; textos todos, como apunta el propio Bonafoux (1855-1918) en el saludo al lector de la edición en 1912 que conserva la de Renacimiento, del "género literario de decir verdades, y el decirlas tuvo siempre muchas quiebras".

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