Notas al margen
David Fernández
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Festivales
La primera jornada de Hay Festival Fórum Sevilla concluyó con una conversación entre dos arquitectos: Reinier de Graaf y Martha Thorne. La sede de la Fundación Valentín de Madariaga acogió esta sesión en la que se habló de arquitectura, pero también se diseccionó una visión de nuestro presente. Ese mundo donde la apariencia siempre se impone al discurso sólido, a la autenticidad, al criterio, a la idea original y reflexionada. La principal tesis de este reputado arquitecto holandés es que la impostura domina todos los sectores de la vida pública: de la empresa a la política, de la cultura al ocio. Impidiendo que hablemos con detenimiento de los problemas que nos afectan. Impidiendo llegar al fondo de las cuestiones que nos conciernen.
El holandés Reinier de Graaf –en una sala casi con aforo completo, mucha gente joven- toma la arquitectura para deconstruir la arquitectura, y por supuesto para reformular nuestros contextos. En el sentido de preguntarse cuál es el significado de palabras como sostenibilidad o bienestar. Significantes a juicio del arquitecto vacíos que son tomados por la industria para sacar rentabilidad. En su libro Architect-Verb –y también en esta charla del Hay Festival-, Reinier de Graaf carga contra esos conceptos que todo el mundo pronuncia y que quedan estupendos en discursos solemnes, pero que nadie sabe muy bien qué significan.
“Debemos prohibir la palabra sostenibilidad”, sostuvo el arquitecto. Y lo argumenta diciendo que “la sostenibilidad se ha convertido en un postureo virtual” que no tiene más utilidad que la de servir a los promotores para adornar verbalmente sus edificios. Edificios que “los usuarios” compran. Ayudando así al ciclo de la economía capitalista y, por supuesto, sin favorecer en lo más mínimo ese ideal de sostenibilidad que en un principio se desea. “Si queremos ser sostenibles lo que tenemos que hacer es dejar de construir”, sentenció Reiner de Graaf.
El planteamiento de este arquitecto holandés es el de desenmascarar la hipocresía de un sistema –quien dice sistema dice promotores inmobiliarios- que sólo busca una tendencia para incorporarla al mercado. Un sistema al que no le importa lo más mínimo si un edificio es sostenible, o si incluye el concepto de “habitabilidad” o “bienestar”. Otros trucos retóricos para seguir produciendo y seguir vendiendo. La solución al problema, sugiere Reiner de Graaf, pasa por “una alianza entre los arquitectos y los usuarios”. Es decir, excluir de la cadena al promotor, que tan sólo pretende maximizar unos beneficios. Este trato directo entre el cliente y el arquitecto facilitaría “una voz a la razón”. Aunque comentó con un tono de desencanto Reiner de Graaf que “la mayor parte de los arquitectos odian la participación”.
Porque Reiner de Graaf, en su participación en Hay Festival Fórum Sevilla, tuvo también para los compañeros del gremio. No se limitó a mencionar tan sólo a los promotores. Los arquitectos son igualmente responsables de este sistema insostenible. De Graaf desmitificó al arquitecto artista, al que considera un lastre de la profesión, ya que vive ajeno a los problemas cotidianos de las ciudades medias. Este perfil de profesional sería una especie de intelectual en su torre de marfil. Alejado por completo de las necesidades de una sociedad. “Sería interesante dejar de centrarse en las figuras prominentes de la arquitectura. No estoy a favor del elogio de las figuras. Sí lo estoy de la colectivización inmediata y de forma marxista. Esto sí es importante. Cualquier idea de arte deberíamos dejarla a un lado”, declaró Reiner de Graaf.
De Graaf se opuso al arquitecto estrella, que trabaja al margen de las realidades que debe afrontar, y se opuso a los discursos y palabras solemnes, tan estupendas como vacías. Pero también mostró sus discrepancias respectos de edificios concretos, como el Museo Guggenheim de Bilbao. La tesis que el holandés sostiene es que el Guggenheim no “transformó Bilbao”, como suele decirse. De Graaf, de hecho, precisa que el museo tan sólo sirvió para producir copias –pensando que estas revitalizarían ciudades o zonas- y para alimentar el ego de los arquitectos de renombre.
La arquitecta Martha Thorne, a lo largo de unos cincuenta minutos, siguió preguntando acerca de diferentes temas que aborda Reiner de Graaf en el ensayo Architect-Verb. Un libro que señala ese “lenguaje que es malo para la arquitectura y para el trabajo. Porque hablamos de conceptos que son una cortina de humo, y que evitan la acción real”. “Cada dos años sacan un término ambiguo que la gente utiliza sin saber lo que están diciendo”, aseguró el arquitecto, quien añadió que escribió este corrosivo ensayo “para que la gente se le ponga la cara colorada al leer estos términos de ingenieros y de consultores”.
Reiner de Graaf, en la sala de la Fundación Valentín de Madariaga, prosiguió con su discurso a favor de “quitar las tonterías” de la arquitectura –un criterio que podríamos trasladar a otras profesiones-. Y deconstruyó esa disciplina que nos resulta útil a la hora de construir. Reiner de Graaf, en Hay Festival Fórum Sevilla, derribó los cimientos de un edificio para así elaborar un discurso edificante.
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