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El cuarteto estelar integrado por Joshua Redman, Brad Mehldau, Christian McBride y Brian Blade se reúne de nuevo 26 años después de su primer hito

De izquierda a derecha, Brian Blade, Christian McBride, Joshua Redman y Brad Mehldau, un fabuloso cuarteto ahora reunido de nuevo. / D. S.
Salvador Catalán

12 de octubre 2020 - 06:10

La ficha

'Round Again'. Joshua Redman, Brad Mehldau, Christian McBride y Brian Blade. Nonesuch Records / Warner Music, 2020

Coincidieron por primera vez en Mood Swing (1994), el excelente tercer álbum de Joshua Redman, hijo del gran Dewey Redman (1931-2006). Junto a Brad Mehldau, Christian McBride y Brian Blade, el joven saxofonista agrupó a un cuarteto de veinteañeros cuyos nombres ya despuntaban como exponentes de una generación formada entre el academicismo de las aulas y la práctica escénica, empeñada en insuflar una bocanada de aire fresco al territorio jazzístico. Aquel trabajo quedó como ventajoso documento de una coalición condenada a ser efímera, dada la cotización de sus componentes.

El mismo Redman fue el primero en detectarlo: "Me di cuenta casi de inmediato de que esta banda no permanecería unida durante mucho tiempo. Sin duda alguna, para nuestra generación, ellos se encontraban entre los más consumados e innovadores músicos en sus respectivos instrumentos. Estaban muy solicitados, ¡todos querían tocar con ellos! Y tenían personalidades musicales fuertes y carismáticas, destinadas a comenzar pronto a perseguir sus propias visiones independientes. Sabía mejor que nadie lo increíblemente afortunado que era de compartir algo de tiempo con ellos".

No erraba el saxofonista y aquel formidable cuarteto se diluyó en cuatro crecientes trayectorias individuales que ahora, 26 años después, se sitúan con contrastada solvencia en la primera línea del jazz contemporáneo. Y como recientes ejemplos y entre otros muchos proyectos, basta con acercarse a los discos de Brad Mehldau Trio, Brian Blade & The Fellowship Band, Christian McBride Big Band o Joshua Redman Quartet para cotejarlo.

Portada del disco. / D. S.

Aunque el tiempo nos ofreció varias reuniones parciales del grupo, sus componentes nunca habían vuelto a reunirse en un estudio de grabación para sondear el estado de su alianza. Por ello, Round Again se convierte ahora en la mejor estimación de un grupo cuya primordial premisa es la excelente química personal y musical existente entre sus miembros. Una cuestión en absoluto trivial ya que sobre ella se construye una propuesta homogénea y dotada de línea argumental donde el concentrado conjunto se antepone al ego de unas individualidades que saben modular sus respectivas identidades, partiendo de la admiración por sus compañeros de aventuras. Como apunta Redman, "la improvisación es un deporte de equipo".

Ni siquiera el plural guión, armonizado sobre siete composiciones originales, tres ellas suscritas por el saxofonista, dos por Mehldau, una por McBride y otra por Blade, genera fracturas en una fisonomía interpretativa que combina con naturalidad el efecto risueño de Silly Little Love Songs (Redman) con la atmósfera meditativa e intensa a la vez de Your Part To Play (Blade) pasando por la fluidez narrativa de Moe Honk (Mehldau) o la melodía juguetona de Floppy Diss (McBride). Si a ello le añadimos una noción compartida condicionada por su veta generacional, todos los indicadores apuntan hacia un trabajo sólido y equilibrado que McBride supo condensar en palabras propias: "Estos muchachos han crecido exponencialmente. Ahora son supermonstruos y tocar con ellos hizo que me viese a mí mismo de una manera más dura. Y cuando tu forma de crear arte es muy íntima o incluso llevas 20 años sin tocar juntos, sólo necesitas dos compases para entender de qué trata el sentimiento, porque el sentimiento nunca se va".

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