Reconstrucción de Queipo

El último virrey. Queipo de Llano | Crítica

El paseo recupera 'El último virrey, Queipo de Llano', obra del periodista y escritor Manuel Barrios, publicada en 1978, en la que se arrojó nueva luz sobre la figura del general, la represión en el sur y la celérica toma de Sevilla

Queipo de Llano, entre el general Franco, sin bigote, y el cardenal Segura
Manuel Gregorio González

07 de mayo 2023 - 06:00

La ficha

El último virrey. Queipo de Llano. Manuel Barrios. El paseo. Sevilla, 2023. 232 págs. 21,95 €

Este libro de Manuel Barrios reviste cierto relieve e importancia por varios motivos. Uno primero y más obvio es el propio personaje analizado, el general Gonzalo Queipo de Llano, que aún gozó, recientemente, de una notoriedad pasajera. Otro segundo es la fecha en que vieron la luz las presentes páginas: 1978. Un tercer motivo, y no el menor, es el tratamiento que el periodista Manuel Barrios dará a la persona y a la leyenda del general insurrecto, en un minucioso trabajo de investigación, que desautorizaba cuanto se creía saber sobre la toma de Sevilla. Un cuarto motivo, vinculado a la fecha de publicación, es el tono conciliador con que Manuel Barrios escribe este El último virrey, y que es ejemplo concreto y memorable de aquel impulso general que hizo posible la Transición. Una postrera razón, conocida de los lectores de Barrios, es la destreza y la brillantez con que vienen escritas unas páginas que recogen, sin embargo, hechos aterradores.

Barrios mostró la compleja organización de la toma de Sevilla por Queipo

Como se deduce de su propia lectura, esta obra de Barrios tiene un apoyo fundamental en Un año con Queipo de Llano. Memorias de un nacionalista, de donde Barrios extraerá testimonios precisos y escalofriantes. Dicho libro de Antonio Bahamonde, delegado de prensa y propaganda del general Queipo, sería publicado en México en 1938. A este acervo declarado (junto con una nutrida bibliografía), Barrios le añadirá otros testimonios inéditos, obtenidos por él mismo, destinados a elucidar dos aspectos principales de la guerra en el sur: la naturaleza y el alcance de la represión, tanto en la ciudad como en los pueblos, así como un relato, más ajustado a la realidad, de la toma de la ciudad hispalense. En el primer aspecto, los recuerdos del cantaor Luis Caballero, vecino de Aznalcóllar, o la carta donde la hija de Blas Infante le cuenta a Barrios la detención y muerte de su padre, son sencillamente sobrecogedores. No en vano, este libro de Barrios viene atravesado por un sentido andalucismo (un andalucismo que es mera fe de vida y honesta reclamación de existencia), que no guarda relación alguna con el nacionalismo xenófobo, auñón y retardario que aún campea en otras regiones de España. Es en el segundo aspecto donde el libro de Barrios quizá alcance su mayor originalidad histórica. Vale decir, es en su paulatina y firme refutación de la leyenda asociada a Queipo (aquella en señala al general como genio militar que conquistó la plaza con un camión de moros), y cuya verdad última, la de una minuciosa planificación, señala al comandante Cuesta Monereo como autor intelectual de la operación, en la que se contó con un cuantioso y organizado apoyo militar, al que apenas pudo hacérsele frente.

Dentro de este control planificado de la ciudad, adquiere un papel principal Unión Radio Sevilla. En su epílogo, el profesor Barrios Casares, hijo del autor, postula que el origen de esta obra quizá se halle en la vinculación profesional de su padre con la radio. Fue en dicha familiaridad con el mass-media donde acaso fraguara la necesidad de Barrios de investigar el uso brutal y espurio que hizo Queipo de las ondas. En tal sentido, las conocidas “charlas” radiofónicas de Queipo de Llano, de las que aquí se recogen una buena porción, introdujeron una deleznable novedad en el curso de la guerra: la diseminación del terror de un modo universal, grosero y fulminante. También se recogen aquí otros aspectos de Queipo que ayudan a completar el esbozo de una figura impar, errática y desmesurada. Ya sea su participación en el complot republicano del año 30, ya su parentesco político con Alcalá Zamora, ya su enemistad con Franco, ya su vieja amistad con el doctor Negrín, etc., todo ello contribuye a una más clara compresión de su carácter, de sus limitaciones y de su época. Una época que Manuel Barrios tiene el acierto de reproducir, insertando sus anuncios radiofónicos o en papel prensa, y compactando así su indagación histórica con la celeridad y el pliegue caducifolio de lo vivo.

“Quiera Dios que hoy -escribe Barrios en su prólogo a la edición de 1990-, superado el medio siglo de tragedia, quien se acerque a estas páginas lo haga sin rencor ni malas pasiones, con la mano abierta y el corazón limpio”. Es esa misma voluntad la que dirige esta obra perspicaz, temprana y necesaria.

Barrios, el precursor

El historiador Francisco Espinosa destaca en su prólogo el carácter precursor de Manuel Barrios, no solo en lo concerniente a la “humanización” de Queipo, sino en el papel jugado por el jefe de la II división, Fernández de Villa-Abrille, así como en la planificación de Cuesta Monereo, que dará como resultado la toma de Sevilla, no por un “camión de moros dando vueltas”, como aún se repite erróneamente, sino por unas fuerzas numerosas y bien pertrechadas, tal como demuestra Barrios apoyándose en los datos que ofrece el historiador y militar Enrique de la Vega Viguera. El hecho de que esta investigación fuera obra de un periodista, en 1978, avalora aún más la originalidad y el mérito de dicha requisitoria. Una obra, por otro lado, que cabe relacionar con el “género negro” en dos aspectos vertebrales: en el de la naturaleza misma de la trama, expuesta casi como una private investigation, y en la admirable destreza literaria con la que el escritor ordena y expone unos datos, relata unos hechos -unos hechos dolorosamente reales-, de suma crueldad, bárbaros y descorazonadores.

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