"En este disco está la banda sonora de las calles españolas del Siglo de Oro"
Raquel Andueza | Soprano
Tras un proceso en el que se ha reinventado como cantante, la soprano Raquel Andueza vuelve a publicar un disco con su grupo La Galanía, un paseo por bailes populares del siglo XVII
La ficha
El baile perdido
1. A la zambarambé (guineo) / 2. Baile del polvillo / 3. Jácara de la Méndez / 4. Chacona / 5. Arrojome las naranjicas (folías) / 6. Baile del ay, ay, ay / 7. Una batalla de amor (zarabanda) / 8. Folías / 9. Españoles bríos (canarios) / 10. Préstame esos ojos (seguidillas) / 11. Tonadilla y jácara nueva de la Zangarilleja / 12. Pavanas / 13. ¿Dónde va la niña bonita? (gascona) / 14. Secutor de la vara / 15. El baile de la chacona
La Galanía (Raquel Andueza, soprano; Pablo Prieto, violín; Manuel Vilas, arpa doble; David Mayoral, percusión; Pierre Pitzl, guitarra barroca; Jesús Fernández Baena, tiorba)
Anima e Corpo
Su anterior trabajo (Miracolo d'amore) se grabó en 2015 y salió publicado al año siguiente. Han tenido que pasar casi cuatro años para que el próximo 1 de noviembre se ponga a la venta el nuevo álbum de La Galanía, el conjunto fundado en 2011 por la soprano navarra Raquel Andueza y el tiorbista sevillano Jesús Fernánndez Baena, el séptimo de su propio sello, Anima e Corpo. Si en el anterior trabajo, Andueza compartía protagonismo con el contratenor Xavier Sabata para acercarse al refinadísimo mundo belcantista de Cavalli, el gran maestro de la ópera en la Venecia de la segunda mitad del siglo XVII, ahora el conjunto se ha centrado en el universo popular de la España de aquel mismo siglo.
Para su nuevo disco, la soprano navarra aparece transformada desde su misma carátula: cuero, escote generoso, mirada provocativa y una contundente madurez que contrasta con la seráfica e inocente imagen que Andueza mostraba en la mayoría de los anteriores cedés del grupo. "Este nuevo disco tiene algunos textos muy contundentes, en algunos casos se trata de canciones bastante explícitas, y de hecho algunas fueron censuradas. El disco está lleno de gañanes y amores prohibidos. No podíamos dar la imagen angelical y etérea de anteriores trabajos. Nos lo pensamos mucho, nos gustó la idea de Michal Novak, y de sus estupendas fotos escogimos la que nos pareció más representativa, la que transmitía más esa imagen de chica mala".
–¿De dónde han sacado toda esta música?
–Se trata de una selección de bailes cantados del siglo XVII. Las melodías se perdieron, bien porque desaparecieron en incendios, viajes o en otras circunstancias o porque la censura las eliminó. Pero quedaron los textos con las armonías indicadas. Muchos de ellos los encontramos en Italia, otros en España. Eran canciones populares en las que se anotaban los acordes pero la melodía no era necesaria, porque se suponía que la gente las conocía, y además no sabían solfear. Es algo parecido a lo que pasa hoy con el pop. Tú buscas una canción de los Beatles y muchas veces lo que te encuentras es el texto con unos acordes. El musicólogo Álvaro Torrente las ha reconstruido siguiendo los esquemas armónicos, la métrica poética, los patrones de la guitarra y en ocasiones inspirándose en fragmentos publicados de composiciones cultas. Son en total doce bailes cantados entre lo que hemos intercalado también otros tres puramente instrumentales, que son improvisaciones a partir de esquemas conocidos, en concreto, chacona, pavana y folía. Era música que cantaba y bailaba la gente del pueblo. Esta es la banda sonora de las calles españolas del Siglo de Oro.
–A pesar de eso, algunas de estas obras están escritas sobre poemas de algunos de los grandes escritores del tiempo.
–Los poemas son en su mayoría anónimos, pero es verdad que hay uno de Cervantes (El baile de la chacona), otro de Lope de Vega (Españoles bríos) y otro de Quevedo (Jácara de la Méndez).
–Muchos de estos ritmos son bien conocidos ya, pero hay algunos bastante novedosos...
–Exacto. Además de las zarabandas, jácaras, canarios o folías, que hoy se conocen bien, hay otros, como el Ay, ay, ay, el Secutor de la vara o el Baile del polvillo que yo diría que son casi inéditos en el siglo XXI. Del Ay, ay, ay sí hay alguna versión anterior. Pero de los otros creo que no. Paco Valdivia reconstruyó y publicó los dos primeros en algún artículo, pero lo cierto es que los tres son bastante desconocidos. El disco además lo abrimos con un guineo muy expresivo, que nos presenta a una negra guapísima contoneándose delante de su negro.
–¿El acompañamiento fue idea del grupo o del propio Torrente?
–Nuestro grupo tiene una estructura flexible, pero relativamente fija. Y aquí vamos con violín y bajo continuo que hacen arpa, guitarra y tiorba. Luego también añadimos percusión, porque en este caso era necesaria. Somos un grupo que no usa la percusión de forma caprichosa. Sólo allí donde realmente sabemos que era casi imprescindible. Aunque en el fondo nunca sabemos cómo se hacían las cosas en la época. Seguramente los músicos se juntaban y tocaban los que estaban, pero intentamos no abusar de la percusión como recurso fácil. Contar con David Mayoral es en cualquier caso un seguro; yo siempre digo que David podría meter sus percusiones en el Requiem de Mozart y quedaría fantástico, porque es tan musical... En cuanto a Álvaro Torrente, él nos escribió algunas partes para el violín de Pablo Prieto.
–Este es el primer disco que graba después de esa crisis vocal que le ha llevado varios años remontar. ¿Qué le pasó exactamente?
–Un latigazo cervical por un accidente leve de circulación hizo que se me giraran la laringe y el hueso hioides. Hasta que me lo diagnosticaron pasó un año. Y durante ese tiempo yo seguí cantando, a pesar de que los problemas fueron en aumento. Cada vez que iba a un otorrino, me miraba las cuerdas vocales y como estaban en perfecto estado, me decía que era algo piscológico mío. Me miraban las cuerdas vocales y ahí acababa la exploración médica. Un año después, la foniatra Ana Martínez Arellano me miró las cuerdas vocales, me dijo que todo estaba bien, pero me puso la mano en el cuello y fue la que advirtió que tenía la laringe y el hueso hioides torcidos y desplazados. Empecé entonces una rehabilitación de cinco meses, moviendo levemente, poco a poco, para colocarlo todo en su sitio. Pero como todo ese tiempo anterior yo había estado forzando, empujando, porque el sonido iba saliendo con mayor dificultad cada vez, pues técnicamente me rompí. Así que estaba ya estructuralmente sana, pero técnicamente me había roto.
–¿Y cómo se recompuso?
–Hice consultas y pasé por diferentes profesores, que dieron lo mejor de sí, pero llegaron a un punto en que no podían ayudarme más. Fue entonces cuando conocí a Lisa Paglin y Mariana Brilla, dos profesoras italianas que han sido las que me han ayudado, y siguen haciéndolo. Me dijeron que lo que me pasaba era una tontería, que como las cuerdas vocales estaban en buen estado, era sólo una cuestión de sincronicidad y de encontrar otra vez el equilibrio vocal. Así que me embarqué en una auténtica aventura para quitar todas las tensiones que había ido añadiendo a lo largo de mi vida, pero no sólo en el año largo que había estado cantando mal, sino también antes, por vicios adquiridos y cosas mal aprendidas desde el principio, como respiraciones exageradas, abrir demasiado la boca, cosas que no son necesarias para cantar. Borrar la memoria muscular e ir eliminando los hábitos antiguos fue un trabajo duro. Pero logré quedarme con la voz virgen, casi como cuando era pequeña, y empecé a cantar de forma muy fácil, natural, sin ningún tipo de tensión. Poco a poco he ido añadiendo los colores, pero sin ninguna presión extraña. Cuando un actor quiere transmitir cualquier sentimiento, sin darse cuenta al recitar el texto aclara u oscurece la voz según el sentido de lo que está diciendo, porque se ha metido dentro de su personaje. En cambio, los cantantes estamos acostumbrados a aclarar u oscurecer artificialmente la voz. Eso hace que carguemos tensiones, que la engolemos o la oscurezcamos de una forma que no es sana. Haciendo como hacen los actores, a través de la intención, creyendo en lo que cantas, en el afecto concreto, la voz se aclara o se oscurece dependiendo de lo que quieras expresar. Es una reacción a lo que tú quieres decir, no algo que artificialmente añades. Y ese es el trabajo en el que estoy todavía. Me queda un camino; esto es una aventura por vivir y por recorrer. Pero estoy disfrutándolo mucho. Estoy cantando con más facilidad que nunca y disfrutando más que nunca. El proceso lo estoy viviendo con mucha alegría. Así que aquello que para mí fue el fin del mundo se ha convertido en un regalo impresionante. Y lo bueno es que ahora puedo ayudar a otros cantantes, que me preguntan, y los mando con mis profesoras o se vienen a trabajar conmigo.
–Aquello supuso un parón en la discografía de La Galanía. ¿Cómo se sintió al volver a grabar?
–Más de tres años sin grabar un disco. Estoy muy contenta. Mi voz suena muy natural. Pero lo grabamos hace justo un año, en octubre de 2018, y en este año he seguido evolucionando. Ahora lo escucho y hay cosas que pienso que podría haber hecho de otra forma, porque he cambiado en este tiempo, pero son detalles. En general estoy muy contenta de poder volver a enseñar nuestro trabajo en disco. Este es además un álbum que financió una Beca Leonardo del BBVA del año 2017. Nos han estado esperando hasta ahora.
–Contra pronóstico, el formato disco sobrevive...
–Cada disco que sacamos decimos que es el último, pero lo cierto es que siguen siendo necesarios. Los promotores te compran programas si los pueden escuchar antes, sobre todo en repertorios poco frecuentes, y más fuera de España. Si tienes un disco resulta más fácil vender tus conciertos. Así que entre los conciertos que te salen, los discos que vendes a la salida de los conciertos y lo poco que se vende en las tiendas físicas y virtuales al final va compensando.
–Entonces seguro que hay ya proyecto para un octavo...
–Para un octavo y para un noveno [risas]. Serán dos discos de música italiana, uno muy específico y otro de canciones que hemos ido encontrando en bibliotecas romanas y de otras ciudades del país. Quiero esperar un poco a ver dónde me lleva mi evolución y estar al cien por cien para hacerlos con la mayor garantía posible.
–Hace todavía programas con orquesta, pero casi ha dejado de colaborar con otros grupos barrocos, ¿por qué?
–Por varias razones. Aunque la principal es por no hacerle la competencia a mi propio grupo. Si voy a un festival por ejemplo con Al Ayre Español, un grupo al que le tengo mucho cariño y con el que he colaborado muchos años, pues ya no puedo ir con La Galanía. Tuve que decidir, y he ido reduciendo las colaboraciones. He tenido la suerte de poder elegir mientras iba progresivamente entrando otra vez en el mundo laboral después del parón. Y ahora estoy principalmente centrada en hacer lo que me gusta y como me gusta con La Galanía.
–¿La etapa con L'Arpeggiata terminó definitivamente?
–Aquello lo dejé hace ya cuatro años. Estoy muy agradecida por los cinco años y medio que estuve en L’Arpeggiata. Me lo pasé muy bien, viajamos por todo el mundo, me abrió muchas puertas, tal vez me cerró también otras, porque es un grupo que genera seguidores y detractores a partes iguales. Al final decidí dejarlo porque establecieron unas cláusulas de exclusividad para los solistas que no me compensaban. Además, por abundar en lo que decía antes, yo ahora quiero hacer el repertorio que me guste a la manera que yo quiero hacerlo. He trabajado en mi vida con muchos directores de los que he aprendido mucho, pero llegó un momento en que yo quería hacer mis cosas en la manera en que me gusta hacerlas y con los compañeros con los que quiero hacerlas, que son ya como mi familia.
–¿Cuándo vuelve a Sevilla?
–Pues a ver si me invitan. Aunque les debo un concierto después de la actuación en el Otoño Barroco de 2017, en que estaba mal. Me quedé con el corazón un poco roto y tengo que curarme esa heridita. También me encantaría volver al Femás para el décimo aniversario de nuestro grupo en 2021. Tengo muchas ganas. Sevilla es una de mis ciudades preferidas del mundo y amo al público sevillano. Desde que empecé a cantar está presente en mi vida.
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