Ramón Montoya y Manolo de Huelva
Alejandro Hurtado | Crítica
El guitarrista Alejandro Hurtado reinterpreta en este disco la obra de dos pilares de la guitarra jonda del siglo XX
La ficha
'Maestros del arte clásico flamenco' Alejandro Hurtado Harane.
Es curiosa la diferenciación que establece Rodrigo de Zayas en el libreto de este disco entre lo que él llama el "toque payo" y el "toque gitano". El primero, el de Manolo de Huelva, es un estilo esencialmente rítmico, mientras que el segundo, el de Montoya, destaca por su riqueza melódica y armónica. Tradicionalmente se ha conceptuado el toque flamenco justamente al revés, lo que evidencia que las clasificaciones étnicas en materia de arte son, más que superfluas, absurdas. Alejandro Hurtado rescata en este disco 10 grandes composiciones de estos dos genios de lo jondo cuya influencia no ha cesado a lo largo de la historia del instrumento jondo.
Ramón Montoya Salazar (Madrid, 1879-1949) se inició con 16 años en un Café Cantante llamado El Pez y a partir de ese momento, fue un habitual de los locales flamencos de Madrid de finales del siglo XIX. Su trabajo de acompañamiento da como resultado una de las discografías más extensas de la historia del flamenco: Juan Breva, la Niña de los Peines, Vallejo, Aurelio, Mojama, Escacena, Cepero, Niño Gloria, Bernardo, Valderrama, Chaconcito, Niña de Linares, Niña de la Puebla, Palanca, Rebollo... y un largo etcétera. Su identificación con el arte de Chacón, para el que compuso los toques de levante y granaína, es total. Creó el toque solista por mineras y rondeña, una de las obras más universales de la guitarra flamenca, sin duda la pieza de concierto jondo más versionada de la historia, que encontramos también en este disco en la brillante versión de Hurtado. Creó una auténtica técnica de guitarra flamenca solista, incorporando armonías y procedimientos, como los picados, los armónicos o los alternados, propios de la guitarra clásica. Montoya fue el causante de la armonización del toque flamenco, merced a su estudio de la obra de Miguel Llobet y Francisco Tárrega. Montoya fue asimismo el que arregló la música de la farruca para el baile de Faíco inaugurando así un género nuevo para la danza jonda. La música de Ramón Montoya no sólo fue revolucionaria en su tiempo sino que hoy tiene vigencia absoluta. Pero por encima de todas estas consideraciones la importancia de Montoya radica en la belleza de su música, en la calidad de su concepción y en la emoción que implica, como evidencia la interpretación de Hurtado en los toques que ha seleccionado para este disco.
Manolo de Huelva es el nombre artístico de Manuel Gómez Vélez (Riotinto, Huelva, 1892-Sevilla 1976). El suyo es un toque airoso, muy rítmico, que algunos identifican con el toque gitano o el toque de Cádiz, no siendo el de Huelva ni una cosa ni la otra. De lo que no cabe duda es de que el toque por bulerías actual fue configurado por Manolo de Huelva en los años 20 y 30. En este sentido sus grabaciones con Manuel Vallejo, uno de los pocos especialistas por estos cantes antes de la guerra civil, son paradigmáticas. Por la misma época registró en disco, asimismo, con Canalejas de Puerto Real, Manuel Centeno y Enrique Orozco. Es cierto que después de la guerra fue reacio a grabar sus toques y sólo lo hizo en registros privados para la familia Zayas, con la condición de que no se publicaran hasta después de su muerte. Estas obras se editaron íntegramente en 2014. El de Huelva entendía el toque de acompañamiento como un diálogo con el cante en el que la guitarra debe esperar su momento. De hecho, era un profundo conocedor de los estilos del cante flamenco y consideraba que el toque de acompañamiento era el sumun de la guitarra jonda.
No obstante, como decimos, hizo algunos registros y conciertos como solista. También acompañó al baile, como refleja la película que registró en 1938 en Francia con La Argentinita y Pilar López. Manolo de Huelva se inició en el toque flamenco en su ciudad natal para pasar pronto a Sevilla donde se convirtió en el tocaor favorito, entre otros, de Antonio Chacón, Manuel Torre, Vallejo o la Niña de los Peines con la que estableció, según Blas Vega, una estrecha relación artística y personal. Durante la guerra y la posguerra se refugió en los locales de la Alameda de Hércules de Sevilla para pasar a vivir en los 50 en Madrid donde gozó del mecenazgo de la familia Zayas. Llegó a tocar en los 60 para el cante de Enrique Morente y a finales de la década volvió a Sevilla, donde falleció.
La obra imperecedera de estos dos grandes del toque aparece en este disco tal cual fue concebida, incluso interpretada con las guitarras originales de Montoya y Manolo de Huelva, que se conservan en la colección de Rodrigo de Zayas. Hurtado aporta, además de su enorme conocimiento de la tradición tocaora jonda, frescura, naturalidad, fuerza, delicadeza, virtuosismo y brillantez, adaptándose a las mil maravillas a las diferentes concepciones del toque jondo que representan estos dos tocaores, como decíamos más arriba.
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