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Música
Sevilla/La existencia de un proyecto como Radio Huachaca constituye, para empezar, una elocuente demostración de que si uno quiere a aprender a tocar un instrumento, pese a los millones de vídeos de tutoriales en Youtube, buscarse un profesor cómplice sigue siendo insuperable.
Pensando en esto andaba Marcos Padilla, cantante de O Sister! y ocasionalmente en el coro de música contemporánea ProyectoEle, cuando dio con Sebastián Orellana, voz y guitarra del dúo chileno afincado en Sevilla La Big Rabia. Y lo que en principio iban a ser unas clases pera mejorar la técnica guitarrística del primero acabó convirtiéndose en algo incluso más interesante. Cara a cara, entre botellines y conversaciones, pasan más y mejores cosas que por el cable de fibra.
"Yo conocía La Big Rabia porque habíamos coincidido con ellos en un concierto de O Sister! en Ronda, y para entonces yo ya venía de todos modos siguiendo a la banda porque me gustaba su música. Supe más tarde que Sebas daba clases de guitarra, y me pareció idóneo porque me interesaba especialmente su forma de tocar, con mucho fingerpicking", recuerda Padilla.
"Cuando empezamos con las clases –cuenta Orellana–, Marcos me preguntaba mucho de dónde venía mi sonido, y llegamos a Roberto Parra, que para mí fue fundamental porque suyas eran las canciones que yo empecé a tocar con un amigo cuando era chico, con 12 o 13 años". "Y así empezó Radio Huachaca –retoma Padilla–. Nos poníamos a tocar, él me decía venga, acompáñame, y yo le seguía... Hasta que un día, mientras estábamos tocando, pensé: joder, esto es realmente superbonito. Otro día dijo Sebas: joder, es que a esto le metes un contrabajo y...".
De este modo acabaron unidos el cantante de un grupo de swing vocal de los años 20 y 30, el guitarrista de un power-dúo de bolero-rock y un contrabajista, Daniel Abad, curtido en la escena sevillana como miembro de Los Espías, la banda del simpar Fernando Mansilla, y como protagonista de innumerables combos y bolos de jazz. Los tres cautivados por Roberto Parra, una figura fascinante y poco conocida –incluso en Chile, apunta Orellana–, en parte porque su vida transcurrió a la enorme sombra de dos de sus hermanos, la cantautora Violeta Parra y el (anti)poeta Nicanor Parra, pero también por la propia naturaleza de su trabajo, ajeno a toda pompa y a una concepción metódica de la creación artística.
"Roberto Parra se inició como guitarrista tocando en lo que llamaban cabarets, que no dejaban de ser prostíbulos –explica Padilla–. Y en bares, claro. Estaba todo el día con la botella, enamorado cada día de una prostituta; su hermana Violeta tuvo que cogerlo alguna vez de las solapas para que se metiera en el estudio, por eso existe una grabación que se llama Sesiones sobrias. Era un auténtico personaje, bohemio y muy cultivado, interesado radicalmente en lo popular".
"Y además transmite realmente una visión de la vida –tercia Orellana–. Yo qué sé, en vez de irte a un sitio de comida rápida, vete al mercado a comer marisco, o a tomarte un vinito, o vete a la cantina con los viejos a tocar la guitarra. Eso está en su música, donde se aprecia la brutal escuela de vida que es la calle. Para la gente de mi generación, descubrir a Roberto Parra fue importante porque nos hizo sentir conectados de nuevo con lo popular, después de muchos años en los que no estaba bien visto hacer folclore porque sobre él pesaba la sospecha del discurso fascista o nacionalista. Y tiene otra cosa muy hermosa: hasta sus equivocaciones son emocionantes, porque tocando era un poco como Thelonious Monk, surfeaba su ola sin miedo al error. Era tremendo. Siempre dijo que sus mejores amigos habían sido las putas y los gatos".
Acompañado habitualmente en los escenarios por su hermano Lalo, y a veces por su hermana Violeta, Roberto Parra, también poeta, escribió y cantó sobre un mundo de gente desarraigada, nocturna y bebedora, todo muy lejos de la cultura oficial, y musicalmente lo expresó sirviéndose de la cueca, una música de baile tradicional chilena ligada al campo, sus labores y gentes, que él se llevó a un terreno más urbano y bohemio, y las apellidó choras.
"Y por otro lado", explica Padilla, está la huachaca, que tiene que ver el jazz, que él descubrió a través de Louis Armstrong y Django Reinhardt. Él intentó hacer todo eso casi de oído, a su manera, como lo hizo siempre todo, porque no tenía ninguna formación musical". De semejante cruce de pasiones e intuicioneses surgió una música de espíritu callejero, que cobra pleno sentido en el roce del directo y que suena por momentos a swing, a ratos a tierra y a folclore latinoamericano, luego a jazz manouche, y a veces a todo eso a la vez. "De ahí –se ríe Orellana– lo de huachaca. Se lo dijo su hermano Nicanor y a él le gustó: Roberto, tú no haces jazz, tú haces jazz huachaca, que es un término coloquial chileno que significa popular, pero en el sentido de bajos fondos o baja estofa".
Radio Huachaca, que acaba de empezar a rodar, dará su primer concierto en serio, su puesta de largo, el próximo sábado 18 en La Sala, en el Pumarejo (21:30, entradas a 10 euros en taquilla, 7 anticipadas), con el músico y productor chileno Martín Benavides (al acordeón) como invitado especial.
No para quieto Sebastián Orellana. Además de su actividad con La Big Rabia y de este otro proyecto de que lo conecta con su infancia chilena, ahora además ha terminado de grabar –el pasado 7 de mayo– el que será su primer disco en solitario, Dios Perro. Lo ha grabado con su compatriota Martín Benavides, muy solicitado en la escena chilena, y con un amigo que se fue a estudiar producción musical a la prestigiosísima Berklee College of Music, en Boston, y decidió convertir el sonido del álbum de su compadre en su proyecto de fin de carrera.
"Me quería abrir a otro tipo de sonoridad, por eso hay en el disco desde influencias de Tom Waits a otras más en la onda del festival de la OTI, cantantes como Adamo, ese tipo de cosas. Hay de todo un poquito, boleros, arreglos de cuerdas... Estoy muy contento, ha quedado bonito", dice Sebastián Orellana, que presentará un buen ramillete de sus nuevas canciones el próximo viernes 17 en la sala Fun Club, un día antes del estreno de Radio Huachaca. Que no se diga, en fin, que a los músicos no les gusta trabajar.
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