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Sinfónica de Sevilla, la crisis permanente

Huelga de la ROSS

La huelga parcial que mantienen los músicos de la ROSS refleja un conflicto antiguo, reactivado a finales de 2021 con la negociación del nuevo convenio colectivo

La ROSS el pasado 22 de febrero, su último programa de abono antes de la huelga. / Marina Casanova

Si nadie lo remedia a última hora, el octavo programa del ciclo Gran Sinfónico de la ROSS, según el cual Michael Schønwandt dirigiría la 7ª sinfonía de Mahler los próximos jueves y viernes, será también cancelado por la huelga parcial (sólo dos horas coincidiendo con sus actuaciones públicas) que mantienen los músicos de la orquesta, una extrema medida de presión que parece más pensada contra el público que contra las administraciones que mantienen al conjunto.

¿Cómo se ha llegado hasta aquí? ¿Cuáles son las causas del actual conflicto? El 10 de julio de 2020 se firmaba el VIII Convenio Colectivo para la orquesta, que explícitamente se anunciaba breve y en el que se emplazaba al inicio de contactos inmediatos para afrontar las negociaciones para el IX. Ese VIII Convenio se abría con un Otorgamiento en el que las partes reconocían el desfase de las subidas salariales del sector público con respecto a los trabajadores de Orquesta de Sevilla S. A. (OSSA), una sociedad mercantil de capital público, participada al 50% por Junta de Andalucía y Ayuntamiento, y se comprometían “a estudiar mecanismos que a partir de 2021 permitan a los trabajadores de Orquesta de Sevilla, S. A. recuperar esa importante pérdida de poder adquisitivo”.

El Comité de Empresa cifra en torno al 25% la pérdida de poder adquisitivo de la plantilla en los últimos años. Así que cuando a finales de 2021 se inician las negociaciones para el IX Convenio, esgrimen lo firmado el año anterior. Tras la infructuosa reunión en el Sercla en la mañana del pasado 30 de marzo –que llevó a la cancelación del séptimo programa del ciclo Gran Sinfónico– las administraciones hicieron pública la oferta en materia salarial que el Comité de empresa rechazó por insuficiente: 1,5% con carácter retroactivo desde enero de 2022 a sumar al 2% que se habían subido ya las nóminas para ese año y un 2,5% para 2023. Cuestionado sobre el particular por este periódico, el Comité replicó: “…sin aplicar otro 1% que se revisará a final de año en el resto del sector público; para el 2024, 0%”. Fuentes consultadas cifran en un 6,5% la petición del Comité de empresa para 2023. Las posturas parecen lejanas.

Concierto protesta de los músicos de la ROSS en el Paseo de Cristina el pasado 16 de enero. / D. S.

Además de la reivindicación salarial, los trabajadores de OSSA reclaman la reposición de las vacantes en la plantilla, que cifran en 13 (11 corresponden a profesores de la orquesta y 2 a personal técnico y administrativo). La Sinfónica de Sevilla se creó en 1991 con 96 músicos, pero ese número se incrementó hasta 103. Según la última RPT, hay 92 plazas ocupadas. Volver a 103 músicos supondría hacer de la ROSS la orquesta más nutrida de toda España. Actualmente, sólo hay una orquesta en el país que supera el centenar de músicos, la Nacional, que tiene 102. De 90 sólo pasa otra, la de Euskadi, con 92. La tendencia global (no sólo española) es justamente la contraria: se buscan plantillas más cortas, capaces de hacer la mayor parte del repertorio sinfónico, que se completan con aumentos cuando la ocasión lo requiere. Así la OBC (Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña) y la Sinfónica de Galicia, dos de los mejores conjuntos españoles, tienen 81 músicos en plantilla; la Orquesta de Valencia, 85; la de RTVE, 87; la Filarmónica de Gran Canaria, 78; la de Tenerife, 74. El aumento del nivel de competencia de los músicos jóvenes facilita esta tendencia. En materia de vacantes, la ROSS no es única: así por ejemplo, sus vecinos de Málaga tienen 8 vacantes en 79 plazas; en la Sinfónica de Galicia hay 7 vacantes de 81. En la reunión del Sercla, la oferta de las instituciones fue cubrir cinco vacantes, pero desde el Comité advierten que esa oferta hace referencia a vacantes recientes provocadas por jubilaciones, fallecimientos y bajas definitivas por enfermedad y la consideran inaceptable.

La tercera materia de conflicto tiene que ver con las relaciones entre la Orquesta y el Teatro de la Maestranza. Consideran los trabajadores que la reducción del número de conciertos de abono y el aumento de sus prestaciones como orquesta contratada por el teatro (óperas, ballets) ha desequilibrado las relaciones entre ambas instituciones en favor del teatro. La realidad es que cada programa de abono de la ROSS supone la ocupación del escenario principal del Maestranza por parte de la orquesta durante cinco días consecutivos, con lo que las restricciones que el teatro encuentra para su programación son considerables. Fuentes del teatro requeridas por este periódico comentan que la actividad propia de la orquesta ha pasado en los últimos años de ocupar la escena 40 días a 67. Detrás de ello está la malhadada reforma del coliseo concluida en 2007 que incluía una sala de ensayos para la orquesta, que sorprendentemente se hizo demasiado pequeña. Los músicos la rechazan por no cumplir las condiciones mínimas de habitabilidad requeridas, y los ensayos se hacen en la escena principal. Las cosas podían ser distintas como lo demuestra el hecho de que en España hay ejemplos de buena convivencia entre orquestas y teatros, que actúan integrados: así la OBC y el Auditorio de Barcelona o la Orquesta y el Palau de la Música de Valencia funcionan como una misma empresa. En Sevilla no hay solución a la vista.

Concierto de marzo de 2022, con músicos de la ROSS luciendo ya los reivindicativos lazos verdes. / Guillermo Mendo

En el fondo de todos los problemas está obviamente la escasez de recursos, es decir, el dinero, claramente insuficiente para mantener en estándares altos de calidad la oferta del conjunto creado en 1991 y ampliado después (en torno a 100 músicos). El presupuesto de la ROSS para 2022 fue de 7.284.535 euros, de los cuales 6.784.990 (esto es, más del 93%) se iba en gastos de personal. Eso supone unos márgenes para programación, incluida la contratación de directores y solistas invitados, ridículos, lo que provoca un endeudamiento que se ha hecho ya endémico. La cuestión se agrava porque los recursos propios de la orquesta son muy limitados. De esos algo más de 7 millones presupuestados sólo 768.000 lo fueron como recursos propios (en este apartado, la OBC, por ejemplo, presupuestó más de 2 millones de euros en el mismo ejercicio). El resto proviene de las aportaciones de Ayuntamiento y Junta de Andalucía (3.258.000 euros cada uno), que están ya en el límite de sus posibilidades. De los 11.706.846 euros que el Ayuntamiento de Sevilla presupuestó ese año para Promoción Cultural, la ROSS se llevó más del 27%. En el caso de la Junta el peso de las cuatro orquestas institucionales es también desmesurado, más de 7,5 millones de euros en 2022, casi el 35% del capítulo destinado a Transferencias corrientes dentro de un presupuesto para toda la cultura de 206 millones.

En cualquier caso, esos poco más de 7 millones de euros de la ROSS son menos que los 7.734.749 euros que destina la Filarmónica de Gran Canaria para una plantilla de 78 miembros, o los casi 9 millones de la Sinfónica de Euskadi, con 92. También es menor que los 11 millones de la Sinfónica de RTVE, aunque a los 87 músicos de orquesta hay que añadir en este caso un coro de 50 miembros. Más difícil es establecer comparaciones con la OBC-Auditorio de Barcelona (26 millones, de los que el Ayuntamiento pone 11, casi lo mismo que el de Sevilla para toda la Promoción Cultural) o la Orquesta de Valencia-Palau (más de 14 millones y medio). Tampoco es fácil comparar con la Sinfónica de Galicia (casi 10 millones), integrada en un Consorcio para la Promoción de la Música, que incluye además un coro, una orquesta joven, agrupaciones infantiles y una escuela municipal, gasto que se reparten Junta de Galicia, Ayuntamiento y Diputación de La Coruña.

Ese es todo el conflicto. Si se quiere una orquesta de este tamaño y con una calidad asimilable a los conjuntos medianos de Europa, hay que pagarla. Si no, habrá que modificar radicalmente el proyecto. Cualquier otra cosa aboca a una crisis permanente, parcheada cada cierto tiempo por aportaciones extraordinarias de las instituciones para salir del paso. Si todo ello justifica una huelga que amenaza con seguir engrosando el déficit de la empresa y alejando cada vez más a un público que lleva años en progresiva mengua que cada cual lo juzgue por sí mismo.

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