Pura nostalgia
El tocaor jerezano Alfredo Lagos, habitual en los grupos de Enrique Morente, Estrella Morente o Rocío Márquez, publica, tras una larga gestación de más de diez años, su primer disco como solista.
Hace más de diez años Alfredo Lagos (Jerez de la Frontera, 1971) me habló de este proyecto. Seguramente Punto de fuga no es exactamente el disco del que me habló entonces el tocaor jerezano, porque en diez años las cosas cambian. Lo que está claro es que Lagos tiene el don de la paciencia. Hasta que no se han dado las condiciones óptimas no ha considerado la pertinencia de sacar sus creaciones a la calle. La espera ha merecido la pena.
De hecho la rondecaña, no de ron de caña, sino de mezcla entre rondeña y caña, que abre la obra, nos suena. Y mucho. Estaba incluida en Arena, la mítica creación de Israel Galván, que le valió el Premio Nacional de Danza en 2005. Es una pieza gloriosa, una de las bases en las que se asienta la enorme belleza del espectáculo mencionado. La guitarra de Lagos suena natural, sin la reverberación metálica característica de la guitarra flamenca contemporánea. El instrumento suena acústico, básico, cercano. No sé el objetivo que persigue la fritura sonora con la que se adorna la obra: ¿señalar su antigüedad?, ¿o su relación con los discos de pizarra de Ramón Montoya? La obra es ya, lo es desde su irrupción en forma coreográfica, una de las magnas creaciones de la guitarra contemporánea. Se titula Maestro Riqueni.
El resto del disco tiene el sonido metálico del que hablábamos arriba. La taranta sale del burladero atropellada y grácil, hermosa y heroica, hercúlea por su equilibrada concepción y su enorme seguridad técnica. Pero sin dejar de mostrar los resquicios por los que asoma el ser humano que se esconde tras las cuerdas. Con ecos mineros y minerales, con contundencia rítmica y sutilezas melódicas. Pero, por encima de todo, la seguridad, el acabado que Lagos confiere a la pieza y que la lleva a la orilla del mar para bañarla de un azul mediterráneo, de una luz mitológica, el toro en su laberinto de arpegios, trémolos. La mina, el sol. La soledad, el placer de simplemente ser, no tener que demostrar, conquistar, luchar. Respirar y vivir, en lugar de sobrevivir. La técnica es tan apabullante que no se escucha. No hay dificultades sino paisaje, lirismo, noche, madrugada. La tradición, el mito, puesto en pie. Como Lagos ha esperado tanto, toca lo que le da la gana. Esta pieza es de una concepción y ejecución libérrimas, desprendida de la tenaza rítmica para volar a sus anchas. Por eso no sabemos cuándo acaba. Cuándo empieza. No empieza nunca, no acaba jamás. Porque cada nueva audición potencia las sugerencias un poco más lejos.
En la misma onda atarantada está la pieza que cierra el disco, Escrito en el agua, con un recitado de Diego Carrasco para un poema de un tal Ricardo (no señalan otra cosa los créditos). Otra cosa sobrecogedora que forma parte desde ya de la historia de lo jondo. Porque hablamos de lo jondo, de lo jondo del ser humano. Del alma. Se produce una contraposición emocional y armónica entre el toque y la toná que canta David Lagos. El toque supura ante nuestra mirada atónita: es una herida abierta, una cosa rara y, por eso, imprescindible.
Retomamos el tono menor en la soleá, con los pies de Israel Galván. Otra vez el solipsismo, otra vez la dificultad de expresión, de comunicación, sublimada en una serie de variaciones rompedoras, extáticas, sobrecogedoras. La segunda parte de la pieza es más convencional y también de enorme calidad. Pero se dobla y se rompe y se abre para nosotros cuando las falsetas se hacen más sencillas, más directas, menos intelectuales. Quizá este es el gran hándicap de la guitarra contemporánea. El intelectualismo. Por ejemplo: esta obra que parece una soleá convencional y que sin embargo tiene una estructura insólita, febril. En esta extraña composición reside su fuerza. En la falseta del comienzo y del final. Lo demás, con perdón, tan complejo, tan difícil, es prescindible. Pero, ¿quién se atreve a hacer un disco completo tan disparatado y verdadero? Entre los flamencos de hoy, tal vez uno. O ninguno.
En los fandangos de Huelva se suma la percusión de Agustín Diassera y Los Mellis. Es un tema cantable, rico, amable, fácil, cercano, familiar. Con estribillos y todo, a cargo del Guadiana. Suena grueso, poderoso, contundente y carnal. Verdadero. Y con un impulso rítmico tan contenido y sobrio que resulta inigualable. La bulería es un frenesí, un turbión. Con los jaleos maravillosos de El Bo. Pura precisión dionisíaca. Jerez puro. En la misma línea onírica y azul los sentimentales tanguillos en tono menor. El drama se ve, allí lejos, en el pasado, al fondo. Pero lo que predomina es la serenidad y el tiempo. Un tiempo que ha pasado, benefactor, sanando las heridas. No obstante, se pueden tocar las cicatrices. Lagos pasa la yema de sus dedos por la superficie. Otra pieza mayor de este disco, de prodigiosa manufactura y belleza contenida. Implosiva. Por la guitarra de Lagos, todo pasa. Y pasa. Y sigue pasando. Y nunca deja de pasar. Hay un juego muy serio. Complicidad. Buen humor. Y tiempo.
La anécdota del disco la pone Estrella Morente con un tema de Astor Piazzolla y Mario Trejo, Los pájaros perdidos. Con la colaboración de Rosa Torres Pardo. Pura nostalgia, como el resto del disco.
El tocaor se inició en su tierra de la mano del mítico maestro José Luis Balao. Su primer contrato le llevó a Japón en la compañía de Sara Baras y Joaquín Grilo, gira que se extendió durante seis meses. Es autor o colaborador de algunos de los discos más interesantes del flamenco de la última década, firmados por Enrique Morente, David Lagos, Estrella Morente o Rocío Márquez. También ha sido fundamental su contribución a los espectáculos de Israel Galván desde el mencionado Arena hasta hoy mismo. Ha colaborado además, como intérprete y compositor, con los bailaores Angelita Gómez, Javier Barón, Manuela Carrasco, Carmen Cortés y Manolete y con los cantaores Arcángel, Duquende, Carmen Linares, José Mercé y Fernando Terremoto, entre otros, así como con José Luis Ortiz Nuevo, poeta y cómico jondo. Interviene en Iberia y Flamenco, flamenco de Carlos Saura. Es uno de los grandes nombres de la guitarra flamenca contemporánea y por eso la aparición de su primer disco, con músicas originales, es un auténtico acontecimiento jondo.
PUNTO DE FUGA
Alfredo Lagos. Con Estrella Morente, David Lagos, Guadiana, Diego Carrasco, etc. Producido por Alfredo Lagos y José Luis Garrido. Universal
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