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Festival de Mérida
Mérida/Obedecer las pautas establecidas o actuar como nos dicta la conciencia. Ser leal a tus principios aunque eso conlleve un terrible castigo. Prometeo revive hasta el domingo en el Festival de Mérida el dilema que sufre quien decide seguir a su corazón y se rebela así contra su entorno. En esta ocasión, el personaje se desdobla en los rostros y los cuerpos de dos actores, Fran Perea y Lluís Homar. El primero es el joven que ha pagado el precio de su osadía y permanece encadenado a la roca; la ira y el odio van devorando su alma del mismo modo que según la mitología un águila ha de comerle el hígado cada noche. El segundo es un anciano cansado del camino, que sabe no obstante que al final de cada senda hay una casa, y que quiere decir al muchacho que fue que, pese a todo, albergue la esperanza.
El granadino Luis García Montero, que ha reescrito la obra de Esquilo, discierne que el gesto de ese titán que desafió a Zeus y robó el fuego para otorgárselo a los hombres sigue dándose hoy, y noticias como la historia de Carola Rackete, la capitana del barco de una ong acusada por el Gobierno italiano por intentar encontrar un destino seguro a un grupo de inmigrantes, así lo demuestran. ¿Tienen cabida la compasión y la libertad en un mundo donde parecen imperar la violencia y la fuerza, conceptos que Esquilo planteó como personajes en su dramaturgia? ¿Merecen los humanos el amor, como se interroga el joven Prometeo, cuando resuena el ruido de los aviones que arrojan bombas o nos asaltan las imágenes de alambradas con las que un país impide el paso a su prójimo?
El material de Esquilo, al que García Montero ya versionó en La Orestiada hace un par de años, encuentra su eco en el universo literario y el discurso que el autor y director del Instituto Cervantes construye estos últimos años. Como en su libro Las palabras rotas, publicado recientemente por Alfaguara, los personajes se preguntan aquí por el desgaste de vocablos como verdad o bondad, que parecen haber perdido su sentido y languidecer en "el desván de la historia".
Tras la voluntad decidida de seguir creyendo que alberga ese Prometeo anciano se esconde el propio García Montero, como confesó este miércoles tras el estreno de la obra. "Él tiene mucho que ver con las dudas y las discusiones que tengo conmigo mismo", reconoció el poeta, que tras elogiar el trabajo del director José Carlos Plaza, con el que colabora por tercera vez, o de los actores, un reparto que completan entre otros Amaia Salamanca, Fernando San Segundo o Israel Frías, concluyó que "hizo bien Prometeo en darnos el fuego a los seres humanos, porque la vida vale la pena y la esperanza es casi un sentido común".
En su obra, García Montero reivindica sentimientos nobles como el amor, que en este espectáculo encarna el personaje de Amaia Salamanca, Ío, que vaga por el mundo disfrazada de ternera después de haber rechazado a Zeus y teme la furia de los dioses, y que halla en los brazos de Prometeo un consuelo a su extravío y un sentido a su extenuante viaje.
La obra también reivindica el silencio y apunta a la indiscreción de la actualidad como uno de los puntos donde el hombre dejó de ser fiel a sí mismo: pocos podrían guardar hoy un secreto como hace Prometeo. "Mucha gente está hueca porque lo cuenta todo", proclama en un pasaje de la representación un inmenso Lluís Homar, que encuentra un sólido interlocutor en Fran Perea.
No es casual que la escenografía reproduzca algunas obras emblemáticas de la Historia del Arte como La Libertad guiando al pueblo de Delacroix, El nacimiento de Venus, de Botticelli o Los fusilamientos del 3 de mayo de Goya. Tanto José Carlos Plaza como García Montero sostienen que en la cultura, en el aprendizaje y la sabiduría, en la inventiva y la sensibilidad de los creadores, se repite el gesto heroico de Prometeo de repensar el mundo y compartir con los hombres un fuego sagrado.
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