La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Más allá de la voz de la Laura Gallego
El mundo del teatro recibió ayer con auténtica satisfacción la noticia: Nuria Espert había ganado, merecidísimamente, el Premio Princesa de Asturias de las Artes. El acta del jurado hacía hincapié en la labor que la veterana actriz ha llevado a cabo durante toda su vida en pro de la literatura, tanto en lengua castellana como en catalán, y en "cómo su teatro se caracteriza por la fidelidad a los ideales y aspiraciones del humanismo y ha estado siempre al servicio de la poesía y de la esencia de la escritura dramática".
Hija única de unos padres republicanos y muy humildes, que no tuvieron en común más que su afición al teatro, Nuria Espert nació en 1935 en un barrio obrero de Hospitalet de Llobregat y nunca sintió vocación alguna por este arte que, paradójicamente, sería la llave que le permitiría desarrollar todas sus potencialidades como actriz, como directora de escena (ópera incluida) y como persona, además de conocer a las figuras más emblemáticas de la segunda mitad del siglo XX.
Empujada literalmente por sus padres, pasó varios años en la compañía infantil del Teatro Romea -donde conoció a su amiga y compañera Julieta Serrano- hasta que, por azar, para sustituir a la protagonista enferma, le llegó en 1954 la oportunidad de interpretar aquella Medea que le abriría de par en par las puertas de su profesión.
Además de algunas intervenciones en el cine, y desde 1959 ya con su propia compañía, Nuria Espert ha interpretado en los escenarios todo tipo de obras dramáticas, clásicas como La Celestina de Fernando de Rojas, La vida es sueño de Calderón, El caballero de Olmedo de Lope, Romeo y Julieta, El rey Lear, La tempestad y Julio César (en versión catalana de Josep Maria de Sagarra) de Shakespeare, y contemporáneas, de autores como Bertolt Brecht, Jean Paul Sartre, Sanchís Sinisterra, Arthur Miller (Las brujas de Salem, 1977), Rafael Alberti o Edward Franklin Albee, en el montaje de cuya obra maestra ¿Quién teme a Virginia Woolf? compartió escenario, en 1999, con su amigo y grandísimo actor Adolfo Marsillach.
De todos sus trabajos, sin embargo, algunos revisten una especial significación. Entre ellos, las piezas de Federico García Lorca Doña Rosita la soltera y, sobre todo, esa Yerma (1971) que algunos andaluces aún recuerdan; un impresionante trabajo dirigido por el genial y controvertido director chileno Víctor García (muerto a los 47 años) con la que llegó a las 2.000 representaciones en una larga gira por varios países. Y también los otros frutos de su colaboración con Víctor García:Divinas palabras de Valle-Inclán, cuyo estreno, previsto en Palma de Mallorca el 20 de noviembre de 1975, hubo de aplazarse los tres días decretados para el luto por Franco, así como su primera colaboración, una versión de Las criadas(1969) de Jean Genet que triunfó durante toda una temporada en el Teatro Fígaro de Madrid y que le permitió entablar una peculiar amistad con el autor francés, quien no dejó nunca de elogiar el trabajo de la actriz, a pesar de su carácter huraño y poco dado a las alabanzas. Hay que decir, sin embargo, que, a pesar de los teatros llenos y de las maravillosas críticas recibidas, las autoridades prohibieron la gira nacional ya programada de Las criadas, como hicieran también con otro éxito del momento: el Tartufo de Marsillach.
Ésta no fue más que una de las numerosas vicisitudes que tuvo que afrontar la compañía de Espert durante el franquismo, respondiendo la actriz siempre con una actitud de rebeldía frente a cualquier ataque a la libertad de expresión, incluso desnudando su cuerpo en el escenario y saliendo a trabajar a menudo al extranjero, donde ha colaborado siempre con grandes nombres de la escena internacional, bien como actriz bien como directora de escena.
Como intérprete, Nuria Espert se ha puesto en las manos de numerosos directores españoles, entre ellos Mario Gas, Josep Maria Flotats o Lluís Pasqual, con quien obtuvo otro de sus enormes éxitos como actriz asumiendo el papel de Fedra en Un altra Fedra si us plau, de Salvador Espriu, estrenada en Gerona en 1979 y aplaudida por toda la geografía española, incluidas varias ciudades andaluzas.
Un poco más tarde, se retiró temporalmente de los escenarios para desarrollar su trabajo como directora de escena. Durante esta etapa obtendría éxitos muy relevantes con montajes como La casa de Bernalda Alba, que dirigió en Londres en 1986 con Glenda Jackson como protagonista, o las óperas Madama Butterfly de Puccini, realizada para el Covent Garden de Londres, La Traviata de Verdi (1990) o una Carmen (1991) de Bizet que contó con la dirección musical de Zubin Mehta.
La artista, que ha visto desaparecer a numerosos actores y actrices de su generación, además de a su marido y representante, Armando Moreno, ha declarado en varias ocasiones: "Sigo aquí y seguiré aquí mientras mis facultades aguanten". Y de sus facultades para bucear sin cesar en el cuerpo y el alma de sus personajes sin miedo alguno a exponerse, o a ponerse en peligro, hablan muy a las claras sus últimos trabajos, como el que, con 75 años cumplidos, la trajo en diciembre de 2011 al Teatro Lope de Vega de Sevilla: La violación de Lucrecia de Shakespeare, con dirección de Miguel del Arco. Ella sola en escena, interpretando a todos los personajes de la pieza, logró emocionar al público hasta las lágrimas. Eso es una actriz, Premio Princesa de Asturias.
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