El Premio Reina Sofía reconoce la palabra serena de Antonio Colinas

El autor de 'Sepulcro en Tarquinia' ve la distinción como el respaldo a "esa voz que llevo en mi interior desde niño"

El poeta leonés Antonio  Colinas, en una imagen de 2010, cuando presentaba su libro 'Tres tratados de armonía'.
El poeta leonés Antonio Colinas, en una imagen de 2010, cuando presentaba su libro 'Tres tratados de armonía'.
Carmen Sigüenza (Efe) Madrid

19 de mayo 2016 - 05:00

El poeta leonés Antonio Colinas, que ayer obtuvo el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, dice que este galardón es un reconocimiento "de fidelidad a la palabra con todas sus consecuencias. La poesía es un río en sentido contrario y es lo que está siendo premiado", añade.

"Emocionado" y en "armonía", la palabra que ha marcado toda su obra, Colinas (La Bañeza, León, 1946) comentó a Efe que este prestigioso galardón es un premio "a toda una vida marcada por la palabra poética".

"Se premia la poesía sobre todo, pero también un trabajo relacionado con ella, mis traducciones, mi crítica literaria, los ensayos; en definitiva, medio siglo dedicado a la palabra y a la fidelidad de una voz poética", subrayó el autor de Los silencios de fuego.

Premio Nacional de la Crítica, Premio Nacional de Literatura o Premio Nacional de Traducción en Italia, Colinas recibe este premio cuando ha cumplido 70 años y acaba de publicar su libro de memorias, como subraya: "En un momento importante de la vida, al filo de los 70, cuando uno está en esa plenitud y madurez pero también en el ese límite especial de la vida. Además -añade el escritor- se cumplen los cincuenta años de trabajo, medio siglo de escritura, aunque ya a los 16 años escribí mi primer poema".

"Es un premio que tiene en su haber a grandes poetas y lo veo también como una recompensa al sacrificio y a la fidelidad de esa voz que llevo en mi interior desde niño", recalca este poeta que, a pesar de haber estado clasificado cerca de la generación de los Novísimos, siempre ha sido una voz independiente, un verso suelto. "Siempre me he visto como un poeta independiente, aunque mi obra sintonizó en un determinado momento con esa poesía de los años 60 y 70, pero siempre he ido evolucionando", opina.

El autor de títulos ya imprescindibles para la lírica en castellano como Sepulcro en Tarquinia, Desierto de la luz, Astrolabio o Jardín de Orfeo, defiende que la poesía "lleva consigo una enorme libertad de base y es a la vez una marcha contra corriente, porque el camino es duro y a la contra", recalca el escritor.

Colinas no quiso ayer olvidar a dos de sus ejes: Vicente Aleixandre y María Zambrano. "A Aleixandre lo conocí a los 18 años -sostiene- cuando vino a Madrid y lo tuve cerca hasta casi sus últimos momentos, cuando entré en el hospital a verle, junto a Dámaso Alonso; fue todo un maestro en lo literario. Y Zambrano fue una pensadora que amó mucho a los poetas y fue su referente en su razón poética. La conocí en Ginebra cuando ella estaba en el exilio y cuando le escribí la primera carta me dijo: Usted y yo hace mucho que nos conocemos. Era la primera vez que hablábamos, pero teníamos una sintonía misteriosa", explica el autor.

Colinas, que es miembro del jurado del Premio Loewe de Poesía, está "esperanzado" con la situación de la poesía. "Hace varios años que los jóvenes han abierto campos muy diversos. Hubo un tiempo que parecía más monocorde, pero ahora vuelve lo metafísico, lo telúrico, lo sagrado. Es un camino abierto a muchos caminos", concluye el poeta.

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