El Premio Ateneo de Sevilla apuesta por dos aventuras impredecibles
Lorenzo Luengo cuestiona con una intriga la Historia oficial mientras Juan Soto Ivars gana el Ateneo Joven con un esperpento
El madrileño Lorenzo Luengo se hizo ayer, en una cena en los Reales Alcázares, con el XLV Premio Ateneo de Sevilla de Novela, dotado con 24.000 euros, por una obra que lleva el título provisional de El infierno de Dante, una ficción que abarca desde los años 50 hasta la actualidad y que cuestiona qué parte de la visión de la Historia que ha llegado a nuestros días corresponde a la verdad y cuál a una versión maquillada de los hechos.
La editorial Algaida ya había anunciado esta semana que el galardón iría "a un buen escritor antes que a una obra mediática", y el reconocimiento ha acabado galardonando a un novelista que recibió algunas críticas entusiastas por Amerika, que entonces ganó el Ateneo Joven. Lograr ahora el Ateneo en su modalidad madura es, para el escritor, "una especie de ascenso de categoría, pasar del rango de autor joven, revelación, al que se consolida dentro de una cultura establecida, si es que la literatura puede medirse por escalafones".
Luengo (Madrid, 1974), responsable de la primera edición completa de los Diarios de Lord Byron y creador de otras obras como la novela El quinto peregrino, editada por Pre-Textos, advierte en declaraciones a este periódico que tendrá que cambiar el título a su última creación: el parecido con Inferno, la narración con la que ha irrumpido en el mercado Dan Brown inspirándose en Dante, propicia este cambio en el guión. "Las similitudes no eran buscadas, desde luego. El libro de Dan Brown ha salido hace unas semanas y hasta entonces no se había filtrado nada acerca de lo que iba", se justifica.
La sinopsis facilitada ayer por la editorial habla de un hombre que despierta sin memoria en un hospital. Está allí debido a un accidente del que sólo recuerda una huida desesperada a bordo de un coche. Su nombre es Virgil Clyde, y aunque a medida que comienza a recobrar la memoria se recuerda a sí mismo como un genio de la neurología a sueldo de la CIA, especializado en el campo de la memoria y los sueños, los médicos que lo atienden se refieren a él como Dante Veryl, un experto en religión y política cuyas investigaciones le han arrastrado al centro de una conspiración mundial, último eslabón de una cadena de acontecimientos que se remontan a la hegemonía nazi en la Segunda Guerra Mundial y se extienden hasta el auge de los fundamentalismos islámicos en los años previos al 11-S.
El antecedente de Amerika, un ambicioso proyecto literario que también reflexionaba sobre la realidad y la ficción, un aparente homenaje al cine que proponía al lector desvíos por meandros insospechados, hace suponer que este nuevo artefacto narrativo no será una intriga al uso. La novela alterna dos tiempos pero también "las voces de dos personajes, que confluyen al final y sobre los que el lector tendrá que decidir si son la misma persona", cuenta Luengo.
El Ateneo Joven, entretanto, fue a parar a otro creador con interés por el riesgo, Juan Soto Ivars, aplaudido por su obra Siberia pero también conocido por haber coordinado la antología Mi madre es un pez y haber atraído la atención de los medios con el movimiento Nuevo Drama. El murciano (Águilas, 1985) obtuvo el reconocimiento, con 6.000 euros de dotación, por Ajedrez para un detective novato, un "esperpento de detectives, crímenes y sexo" en una España "que recuerda sospechosamente a la actual". Allí Marcos Lapiedra, "el detective más legendario de la época, decide tomar como aprendiz a un joven escritor de novela policíaca. El aprendiz, ya viejo, recuerda el tiempo en que se convirtió en detective viviendo en un disparate continuo. Ninjas, calamares gigantes, pirómanos, prostitutas, esbirros, coprófagos y un sinfín de personajes pueblan este universo", se anticipa en la información facilitada por la editorial.
Ajedrez... ha supuesto un cambio de registro para Soto Ivars, que después de "novelas muy trágicas" se embarcó en una narración que le exigía "pasar a la sátira, a la comedia". La apuesta por un terreno desacostumbrado generó en el autor "algunas dudas", por eso el Premio Ateneo Joven le ha provocado "una alegría tremenda". El autor sigue la estela de Valle-Inclán "en eso de mirar el espanto de la realidad y sacarle la lengua", y aunque cree que nadie puede estar a la altura de Don Ramón, España, "ese país donde la moral brilla por su ausencia, requería resucitar a Valle-Inclán, rescatar lo esperpéntico", afirma un escritor que tiene vínculos afectivos con Sevilla, "una ciudad en la que me he planteado vivir".
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