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Valencia/Plácido Domingo recibió este lunes el reconocimiento del público que llenaba el Palau de les Arts de Valencia por su interpretación del papel protagonista de la ópera Nabucco, de Verdi, en un montaje que resaltaba la defensa del concepto patria y en el que también brilló con luz propia la soprano Anna Pirozzi, en el papel de Abigaille.
En su primera actuación en España después de que este verano una veintena de cantantes lo denunciaran en EE. UU. por acoso sexual, Plácido Domingo realizó una impecable interpretación del rey babilonio, que culminó con una sentida versión del aria Dio de Giuda (Dios de Judá), que fue recibida con bravos y aplausos.
El público valenciano, que llenaba el aforo de la sala principal como en las grandes ocasiones (las entradas estaban agotadas varias semanas antes del estreno), se identificó una vez más con el cantante madrileño, uniéndose de esta forma al camino marcado por otros teatros europeos (como Viena, Salzurgo y Zurich) que lo han respaldado después de que Plácido Domingo cancelara sus actuaciones en Estados unidos y dimitiera de su cargo de director artístico de la ópera de Los Ángeles.
Mientras recibía las ovaciones del público al final de la obra, desde los pisos superiores del patio de butaca se lanzaron octavillas con una foto del tenor y la frase "gracias del público, maestro Plácido Domingo. El esplendor del arte. El amor por la música".
La otra gran triunfadora de la noche fue la soprano italiana Anna Pirozzi con una exhibición vocal portentosa, que le permitió brillar en todas sus intervenciones, en arias, cavatinas, dúos y tríos, en especial en Anch'io dischiuso un giorno, en el segundo acto, y en Deh perdona, en el tercero, en un papel, el de Abigaille, muy exigente por los continuos saltos de voz, pero que lo resolvió de forma sobresaliente en una noche memorable.
Thaddeus Strassberger realizó una puesta en escena a la antigua usanza, con decorados de cartón piedra, pero introduciendo la acción en un teatro de la época en que se estrenó la obra (en la Scala de Milán en 1842), cuando los austríacos habían invadido la Lombardía y el pueblo italiano se rebelaba contra esa ocupación.
El proscenio lo ocupaban unos palcos en el que tomaron asiento unos aristócratas austríacos que fueron llegando mientras sonaba la obertura. Al final de la ópera, cuando el público ovacionaba a todo el elenco, Anna Pirozzi se dirigió a estos singulares espectadores y se enfrentó teatralmente a ellos, devolviéndoles las flores que les habían lanzado mientras el coro desplegaba una bandera italiana de parte a parte del escenario y volvía a entonar el canto de los esclavos hebreos Va pensiero (Vuela pensamiento), en una evocación de la patria perdida, derrotada por los babilonios.
Simultáneamente, otro grupo de actores enarbolaba otra bandera italiana de dimensiones más reducidas con dos uves (viva) y la palabra Verdi, con la que los italianos de 1942 reivindicaban a Vittorio Emanuele Rey de Italia (cuyas siglas eran VERDI) sin ser represaliados por ello por los militares austríacos.
La escenografía de los otros actos incluía vistosos decorados de cartón piedra y telones superpuestos, en los que no faltaban la tradicional arquitectura e iconos sirios y hebreos, con frisos, mosaicos, grandes columnas estriadas, tapices y cuadros, que se iban sucediendo para enmarcar el templo de Salomón o el Palacio de Nabucco en Babilonia.
La óptica de la narración cambió en el tercer acto, junto antes del Va pensiero, cuando el escenario se transformó hábilmente y el espectador tuvo la perspectiva de encontrarse entre bambalinas viendo cómo se desarrollaba la acción desde detrás del telón.
Fue una noche de éxito, en la que el Coro de la Generalitat estuvo memorable, y una Orquestra de la Comunitat Valenciana dirigida con sapiencia por Jordi Bernàcer. Junto a ellos tuvieron también actuación destacada el tenor Arturo Chacón-Cruz (Ismaele), el bajo Riccardo Zanellato (Zaccaria), Alisa Kolosova (Fenena) y Dongho Kim (Gran Sacerdote de Baal).
La actuación de Plácido Domingo convirtió el estreno de esta versión de Nabucco, producida por la Ópera nacional de Washington, en todo un acontecimiento, en el que hubo mayor presencia de empresarios (como el presidente de Mercadona, Juan Roig, y el de la Autoridad Portuaria de Valencia, Aurelio Martínez) que de políticos (con la directora general de Cultura y Patrimonio, Carmen Amoraga, como principal representante).
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