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Peter Brook: espacio vacío, creación total

Premio Princesa de Asturias de las Artes 2019

El galardón reconoce al director y dramaturgo británico, profundo renovador y pilar esencial del teatro en el último siglo, curtido también en el cine y la ópera

El director y dramaturgo Peter Brook (Chiswick, Londres, 1925).
Pablo Bujalance

24 de abril 2019 - 18:21

En su libro La calidad de la misericordia contaba Peter Brook (Londres, 1925) una anécdota relacionada con su primer viaje a Verona: al director y dramaturgo le dio por infiltrarse en un grupo de turistas y seguir las explicaciones de un guía local en los principales monumentos de la ciudad. El guía partía en todos sus comentarios de Romeo y Julieta: aquí fue donde los amantes se conocieron, aquí murieron, aquí vivían los Montesco, aquí los Capuleto. Un tanto intrigado, Brook aprovechó una pausa para acercarse al guía y le preguntó: "Disculpe, usted sabe que Romeo y Julieta nunca existieron, ¿verdad? Que son personajes de ficción". A lo que respondió el nativo: "Verá, aquí en Verona creemos que el que nunca existió fue William Shakespeare".

Refiere Brook esta historieta para invitar a la reflexión: de qué hablamos cuando hablamos de Shakespeare, toda una literatura en sí mismo y el principal acicate que permitió al propio Brook renovar, sostener, nombrar, definir y abarcar el teatro en el último siglo. No es descabellado afirmar que el 90% de las producciones escénicas que pueden verse hoy en todo el mundo comparten los presupuestos estéticos que Brook acuñó en libros como El espacio vacío (1968), su aportación teórica fundamental a la escena, cuya primera línea resume de manera magistral su pensamiento: "Puedo tomar cualquier espacio vacío y llamarlo un escenario desnudo". Tan gigantesca influencia justifica de largo la concesión del Premio Princesa de Asturias de las Artes, concedido ayer.

A sus 94 años, Brook recibió la noticia en Suiza, donde prepara su último espectáculo, Why; y reaccionó, preguntado por Efe, con honestidad determinante: "Es una alegría caída del cielo". Algunos minutos después del anuncio, el actor y director José María Pou, miembro del jurado, habló con Brook por teléfono y la conclusión respecto a su conversación no fue menos reveladora: "Está feliz como un niño".

Laurence Olivier y Vivian Leigh en 'Tito Andrónico' (1955), de la Royal Shakespeare Company. / D. S.

Aunque curtido también en la ópera y el cine (especialmente recordada es su adaptación fílmica de El señor de las moscas, la novela de William Golding, que dirigió en 1963), Brook es el primer titular por derecho de la historia reciente del teatro. Su idilio con Shakespeare cristalizó de manera irreversible desde mediados de los años 50 y durante los 60 al frente de la Royal Shakespeare Company, donde dirigió montajes aclamados como el Rey Lear que protagonizó Paul Scofield en 1962 (y que en 1971 llevó Brook al cine con el mismo actor protagonista), Tito Andrónico (1955, con Laurence Olivier y Vivien Leigh), La tempestad (1957, con John Gielgud), Medida por medida y Timón de Atenas, entre otros.

En 1968, el encuentro con el actor y mimo Jean-Louis Barrault resultó decisivo para que decidiera trasladarse a París: dos años después, en un edificio cedido por el Gobierno francés, Brook inauguró en la ciudad del Sena su Centro Internacional de Investigación Teatral, verdadero epicentro de la mayor renovación teatral del último siglo. El espacio se llenó de actores de todo el mundo que durante décadas han acudido en peregrinación a aprender del maestro y formar parte de sus montajes; allí se gestaron giras que recorrieron África, India, Irán y Afganistán, así como espectáculos del calibre del Mahabharata (1987) que adaptaba la antigua epopeya oriental en un montaje de seis horas.

Brook ha adaptado también a autores como Beckett, Chéjov, Genet, Dostoievski y Jarry, y ha convertido en materia dramatúrgica los escritos de otros autores como el neurólogo Oliver Sacks. Shakespeare ha sido de cualquier forma una constante en su trayectoria a través de montajes como Warum Warum (2008), en el que Brook trenzaba fragmentos de diferentes piezas del Bardo hasta alumbrar una escritura nueva, tanto textual como escénica. Premiar a Peter Brook es premiar al teatro entero. Tan vivo y tan necesario.

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