Perera, épico, se entroniza en Madrid

El extremeño corta tres orejas y cambia la Puerta Grande de Las Ventas por la enfermería · Sufrió dos cornadas: evisceración de un testículo y grave herida en un muslo · Ambicioso, sereno y gran estoqueador

El segundo toro empitona por los testículos a Perera.
El segundo toro empitona por los testículos a Perera.
Luis Nieto

04 de octubre 2008 - 05:00

Miguel Ángel Perera demostró ayer en Las Ventas en su actuación en solitario que quiere el bastón de mando del toreo. Y para conseguirlo está dispuesto a todo. El diestro pacense se entronizó en el coso madrileño tras una actuación épica, en la que también hubo buen toreo por momentos y en la que aguantó con dos cornadas en el ruedo, cambiando la Puerta Grande por la de la enfermería. El gesto se consagró en gesta.

Perera, con una ambición sobresaliente, sereno y concentrado, se impuso a todo tipo de circunstancias, aguantando el dolor de las heridas y luchando con un viento molestísimo, que en muchos momentos fue un vendaval y lo dejaba al descubierto con el consiguiente peligro. En la lidia, el diestro se mostró dominador, sobrio, variado y, por encima de todo, dio un recital como estoqueador supremo.

Recién concluido ese paseíllo en solitario el público de Las Ventas tributó una fuerte ovación al torero, que vio cómo su primer toro, de El Puerto, con buen aire en la embestida, pero lesionado de una mano, era devuelto. En su lugar saltó uno de Valdefresno, noblón, pero que se rajó pronto. Perera toreó de salida por delantales y tafalleras y dibujó buenos muletazos en tres tandas, destacando los que dio con la diestra en una serie, en la que bajó mucho la mano. Primera estocada de libro al volapié. El segundo, de Toros de Cortés, de nombre Gorrión, acabó siendo un pajarraco. A medida que pasó la lidia pasó de flojear y quedarse corto a embestir de manera incierta. Tras unos faroles, la faena comenzó con un mal presagio, cayendo Perera al resbalarse. Tuvo el acierto de hacerse él mismo el quite con el capote. El prólogo con la franela estuvo plagado de torería. En las afueras, con un vendaval que hacía imposible controlar el trapo encarnado -el extremeño, utiliza una muleta más pequeña de lo usual-, Perera destacó en dos tandas con la derecha, con muletazos notables. En su afán de agradar se pasó de faena. El toro, avisado, lo cazó en la suerte suprema y le metió el pitón derecho en el escroto, llevándose el acero en lo alto. Sólo por la gran estocada merecía premio. El público, muy frío, lo ovacionó y el torero pasó a la enfermería. Allí le intervinieron de evisceración de un testículo. La corrida quedó rota. Tras la operación, Perera salía con paso firme por el callejón de Las Ventas y se enfrentaba al tercero de la tarde, un astado de Puerto de San Lorenzo, justo de fuerzas y noble. Dos series -una por cada pitón- fueron de nota y especialmente brilló al natural, con un muletazo en el que, con la muñeca rota y la cintura flexible, pasó al toro brillantemente.

Con el cuarto toro, bueno, aunque se rajó pronto, vimos a un Perera dominador y poderoso que acobardó al astado. El epílogo fue de infarto, con unas ceñidísimas bernadinas tras otra faena a la que le sobró metraje. Mató de una gran estocada y ganó una merecida oreja.

Cuando parecía que el resto del espectáculo sería un camino de vino dulce y rosas, retornaron de nuevo la acidez y las espinas, en este caso con una tremenda cornada. El quinto, de Valdefresno, le empitonó con violencia el muslo derecho en un estatuario. Cuchillada muy fuerte, que dejó mudo y asustado al público. Perera se levantó. Le hicieron un torniquete. Pese a ello sangraba abundantemente. Con un control inaudito continuó muleta en mano. Apenas se tenía en pie. Cojeando, intentó enjaretar muletazos, con algunos derechazos coreados con oles. Mató de otra estocada en la que entró con fe y salió limpiamente por el costillar. Le premiaron con una oreja. El torero se guardó el trofeo, que había ganado a ley y a sangre y fuego, en la chaquetilla y se marchó tras su heroicidad a la enfermería.

El sobresaliente Saleri, sin placear, anduvo a la defensiva con el buen sexto, de Fuente Ymbro, dando un mitin con los aceros. El toro, en el tercio de varas, le propinó una voltereta de órdago a un monosabio. Se rozó nuevamente la tragedia.

La expectación que había levantado Perera en Madrid, donde en tan sólo tres horas se vendieron todas las entradas, tuvo como respuesta una actuación completa, decidida y épica de un torero que se entronizó ayer en Las Ventas y que no podrá hoy, lamentablemente, matar otros seis toros en solitario en Zafra.

stats