"El Fun Club fue la primera piedra del cambio de la Alameda"
Pepe Benavides | entrevista
El día 12 se celebrará la despedida del Fun Club tal como lo conocíamos bajo la dirección de Pepe Benavides, con los conciertos de cuatro de las bandas más representativas de su trayectoria.
Debido a diversas razones, todavía Pepe Benavides no había podido despedirse del Fun Club, que continúa con su nueva andadura, ya sin él. Después de tantos años al frente del local por fin podrá hacerlo, rodeado de los 1.100 amigos que seguro reventarán las costuras del patio del CAAC en la noche del día 12, llena de recuerdos, emociones y música a cargo de Riverboy, La Big Rabia, Chencho Fernández respaldado por All La Glory y Dogo; entre los conciertos y al final de ellos estará pinchando Diego, tal como hizo durante tantos años en la cabina de la sala. El técnico de sonido será Javi Mora, que también estuvo mucho tiempo vinculado a la sala y su trabajo es una garantía de calidad. Benavides no pretende que esto sea un autohomenaje, sino una manera de rescatar allí una noche Fun. También rescatamos muchas vivencias durante la entrevista que tuvimos con él, en la que quedaron grabadas más risas que palabras.
-¿Qué espera usted de esa noche, porque las despedidas suelen ser amargas?
-Pero estaré rodeado de amigos, que es lo que realmente merece la pena. Espero que sea la despedida adecuada del Fun Club, que no pudo hacerse en su momento por la forma en que llegó el cierre por la pandemia. Me hicieron la propuesta desde Rocknrolla Producciones y les dije que yo no organizaba nada para convocar a la gente con mascarillas. Pasó el tiempo y me lo recordaron de nuevo, así que esta vez me he dejado llevar por ellos, que son gente con la que se trabaja muy bien: organizados, con experiencia, encantadores; a veces pienso que es raro encontrarse a gente así, tan desinteresada, y eso me ha agradado muchísimo.
-A esta despedida se hubiese apuntado cualquier músico al que usted se lo hubiera pedido. ¿Cómo ha elegido a los participantes?
-Son grupos que están vinculados a la vida del Fun Club y tienen un gran carisma. Sebastián Orellana ha hecho muchas cosas allí durante la última época de la sala y además me cae muy bien, tenemos una comunicación muy linda. Estuvo con La Big Rabia, con Dios Perro y es de una generación diferente a la de Dogo, que más allá de haber sido uno de los fundadores, por lo que estará aquí es por la relación artística que tiene con el Fun, porque él estaba viniendo desde León todos los años y hubiese seguido haciéndolo. Con Chencho abrimos nuestro sello discográfico y además yo tenía también la espina clavada de que quería a All La Glory por Juano, con el que tengo un vínculo muy especial; él y mi hija se llevan meses; su padre, Juan Azagra, y yo éramos amigos y con él monté la segunda tienda de discos que se apartaba del aspecto comercial de la música, después de Sonanta, de Luis Clemente. Juano tiene en mi vida un capítulo muy entrañable y por eso, que venga All La Glory acompañando a Chencho es matar dos pájaros de un tiro. A Charly Riverboy también lo convoqué para la fiesta del 20 aniversario del Fun en la que fue, más o menos, la presentación de la Milkyway Express. Si para mí la de Dogo es una historia muy genuina, a Charly lo veo también en esa línea de autenticidad, de honestidad con su trabajo y creo que es bueno juntar a dos generaciones diferentes.
-Se cuenta que cuando le echó la vista al local y quiso montar algo en él, sus conocidos se mostraron reticentes, pero usted les dijo que a la Alameda tenían que empezar a venir los sevillanos por cojones. ¿Eso fue así o es una historia apócrifa?
-Es verdad. Eso fue así, me salió así. Y no es que yo fuese un visionario, pero había tenido otros bares y locales y ya tenía cierto poder de convocatoria. Me refería a que unido a la sociedad que tenía al abrir el Fun, por lo que mostrábamos, la carencia de locales de música en directo, la gente tendría que acudir por fuerza. Con el Fun Club cambiamos la Alameda. O al menos fue la primera piedra del cambio de la Alameda.
-Y por ser el impulsor de ese cambio le concedieron la Medalla de Sevilla.
-Yo opino muchas cosas de la medalla, pero no voy a tirar piedras sobre mi tejado. Cuando me la dieron lo primero que me causó fue risa, ¿cómo me van a dar a mí una medalla? Queda como a la constancia, al trabajo, treinta años, pero en realidad creo que fue porque había ido allí muchas veces y nunca me habían dado nada, ya que yo me llevo fatal con las instituciones de este tipo y odio la burocracia. A mí me gustó, lo digo sinceramente, por el reconocimiento al sector, al gremio, en el que estamos trabajando por mostrar que esto es cultura, que no es niñateo, ruido; hasta ahí si me congratulo de la medalla.
-En Sevilla todos conocíamos el Fun Club pero fuera creo que le llegó el reconocimiento cuando comenzó a aparecer su nombre en las listas anuales de las revistas musicales con las diez mejores salas de conciertos del país.
-Ese reconocimiento iría llegando a través de los comentarios de los grupos que viniesen, pero no sabía eso de las listas. De hecho, yo me enteré del reconocimiento y la repercusión que tenía el Fun Club entre el público y los músicos cuando se cerró.
-¿De verdad no era usted consciente de lo que el Fun era para nosotros?
-No, no, ni idea. Y está bien, porque eso me hubiese hecho un engreído, subirme el ego por las nubes y no. A mí siempre que me preguntan digo que yo no me entero de la historia, yo hago mi historia; sin vanagloriarme de ello, sino por estar imbuido en mi propia vida. Cuando me entrevistan y me preguntan por cosas de aquella época, de políticos, no sé qué decir, porque yo estaba en lo mío y no echaba cuenta de eso.
-Del Fun Club se han contado muchas cosas que no tengo claro que sean verdad, así como seguro que hay algunas verdaderas que no se han llegado a contar. Estoy pensando, por ejemplo, en Fernando Mansilla pinchándose con una jeringuilla en el escenario…
-Pero no se estaba metiendo un pico. Lo que pasó es que se pinchó durante la representación para extraerse y pintar con su propia sangre sobre un cuadro que tenía allí en un trípode, pero no para darse un chute. Normalmente las diabluras que se pudiesen cometer ya se saben, pero lo que prevalece es la rectitud con la que yo llevaba el local, el respeto a los vecinos, a los horarios que teníamos marcados; en ese sentido nunca nos hemos pasado por querer vender más, nunca lo he tenido en mente. Cuando el Fun no estaba insonorizado tuvimos alguna bronca, como pasó con Los Marañones, que les dijimos que a la una había que cortar y pasadas la una y cuarto el tío no se bajaba del escenario, así que le corté la luz; sé que fue una enorme falta de respeto por el artista, pero es que él antes me la había faltado a mí y ponía en evidencia al local por las molestias que pudiese causar. Fue gracioso, sí; podía haberme partido la cara.
-Por el Fun ha pasado el who is who de la música española. Yo estuve la tarde de domingo en que se inauguró y si me pongo a pensar creo que después el primer grupo que vi allí fue Tarik y la Fábrica de Colores.
-Ese es un fallo que he tenido, el de no datar los carteles, no llevar ese control. Pero antes que a Tarik recuerdo a Más Birras y antes que eso a Franky Franky que fue el primer concierto de un nivel superior al de los grupos sevillanos, que en aquella época no es que fuese muy elevado; era mas bien el cariño que nos unía con todos los músicos, pero tuvieron que venir Birras o Franky para decirnos cuál tenía que ser el nivel musical.
-También he leído alguna vez que la primera banda que llenó fue la Caledonia.
-Aquello fue tremendo. Además, no teníamos ni sistema de ventilación, solo un extractor pequeño en lo alto de la barra que hemos seguido usando después junto a otros más potentes. El Lute estaba de portero y yo le había dado un par de talonarios de colores de los que se vendían en las papelerías; eso eran 200 entradas. Luego vino a pedirme otro, después otro más, hasta que le pregunté que cuántos le había dado. Me dijo que cuatro: ¡400 personas! Y decía que la calle seguía llena de gente. ¿Y qué íbamos a hacer, dónde los íbamos a meter? Sin aire, sin estar insonorizado, se fumaba… y no pasaba nada.
-Y si pasaba, se le saludaba.
-Hola, ruina ¿qué hay…? Aquí vinieron los franceses Les Thugs y fue horroroso el ruido. Y no pasaba nada, no nos decían nada. Sex Museum, con el Vacas tocando el bajo, que hacía temblar todo el edificio. Yo les decía que no podían venir más; vinieron cuatro veces y cuando abrió el Malandar los mandé para allá y no volvieron, aunque eso era también negocio que perdía.
-La verdad es que en los últimos años echaba de menos cuando en el Fun no podíamos ni hablar unos con otros durante los conciertos.
-Pero es que no se podía ni con el HiFi. Yo le decía a Diego que pusiese aquello más flojo y él se limitaba a quitarle el polvo a los controles de volumen, pero los dejaba igual. Yo también lo veía excesivo; tengo un acúfeno, otro ha perdido audición, otro va por el mismo camino; a mí me gustó el cambio a bajar el volumen.
-¿Y eso fue debido a ordenanzas municipales o a que pensó que ya estaba bien de castigar los oídos?
-Es que me precintaron el Fun porque un vecino me denunció. El tío había aguantado porque había tirado la puerta y había entrado de okupa. Y cuando pasaron los cinco años en que se suponía que ya había pagado el IBI y la vivienda ya era suya fue cuando me denunció. Estaba en su derecho, claro, porque se llevó cinco años sin dormir. Eso fue en 2004. Estaba actuando Triple XXX cuando vinieron a cerrarlo y les dije: mire, vamos a terminar el concierto, no vamos a cortarlo, que será peor; también les pedí que abriésemos el fin de semana y ya después cerrábamos y así fue. En seis meses tiramos abajo el interior del Fun y lo insonorizamos. La gente me decía que ya estaba metido en la batidora, que me lo iban a cerrar otra vez, que me fuese a otro sitio; pero contratamos al ingeniero que cerraba los locales de Sevilla por exceso de decibelios, que sabía todos los trucos y caminos a recorrer para que nos dieran de nuevo la licencia de apertura.
-¿Guarda especial cariño por alguien que pasase por la sala?
-De mucha gente, pero de nadie en concreto. Metía allí lo que daba la época. Si he tenido guerra con alguien ha sido con los jevis, que los admitía en el Fun porque era el único y exclusivo sitio en el que las bandas podían tocar y entendí que no podía cerrarles la puerta, pero yo no los soporto. Su virtuosismo no me dice nada, es muy frío. Hay grupos que no conocía y me ponían los vellos de punta; gente que a lo mejor ni sabía tocar, pero transmitía. Esos son los que me gustan, pero no tengo preferidos. Me gusta como cantan Chencho, Dogo, que he estado con él toda la vida desde Los Canijos. Para mí cada estilo tiene su momento emocional del día, su estado de ánimo; excepto el jevi. Y había grupos que llenaban, como la Caledonia, pero solo hacían dos conciertos por temporada. Yo no repetía conciertos por el negocio que dieran, porque mucha gente tenía que utilizar ese espacio. El Fun vivía de la noche y te daba mucha ayuda meter a 400 personas en un concierto; pero con ellos me di cuenta del aforo y de que no podía meter a más de 300.
-¿Usted se enteraba de todo lo que pasaba en el Fun?
-No, porque Abdón no me lo decía. En los baños del Fun se han gestado muchos niños, ha habido múltiples embarazos. Abdón era muy permisivo; es de las personas que recuerdo de forma más entrañable, y mire que era jodío. Yo le decía que era mi freno; siempre discutíamos a la hora de hacer cambios. No podía tirar nada porque le tenía apego a todo; cuando limpiábamos y había algo que llevaba allí tres años, yo lo sacaba a la puerta para que lo tirasen a la basura y al día siguiente me lo encontraba otra vez dentro. Había sido Abdón. Cuando le decía que no podía aguantar más sin subir los precios de la cerveza, los cubatas, se cabreaba: Pepe, ¿eso cómo va a ser? Gran compañero.
-¿Echará de menos el Fun? En el documental que se estrenó hace poco se le veía triste.
-En el documental se ve la realidad de la tristeza de aquel momento, porque un día me hicieron la entrevista, al siguiente se rodó el que significaría el último concierto y al otro día entregué las llaves. Estaba en pleno duelo. Pero eso pasó y hoy estoy muy contento. Me ha ayudado mucho que la Alameda ya no es la Alameda ni el Fun Club una continuación de lo que fue. De eso estaba seguro. Si el Fun siguiese como era y yo no estuviera allí… ofú…
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