"Especializarte te causa un vacío como intérprete"
Pedro Rojas-Ogáyar | Guitarrista
El primer disco para el sello IBS del guitarrista Pedro Rojas-Ogáyar, dedicado a Joaquín Rodrigo, coincide en su salida al mercado con el último trabajo de Proyecto Ocnos, su conjunto sevillano de contemporánea, que ofrece música de Sergio Blardony
La ficha
Joaquín Rodrigo (1901-1999): Guitar Works
1. Junto al Generalife
2. Tres piezas españolas
3. Invocación y Danza
4. En los Trigales
5. Tiento antiguo
6. Sonata Giocosa
Pedro Rojas-Ogáyar, guitarra
IBS Classical
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Sergio Blardony (1965): Se oye gritar entre sueños
1. Se oye gritar entre sueños
2. Todo próximo e intocable
3. Sueña el río
4. Erle
Proyecto Ocnos
Pedro Rojas-Ogáyar, guitarra
Gustavo Domínguez Ojalvo, clarinete y clarinete bajo
Rocío de Frutos, soprano (en 3 y 4)
Trinidad Perea Granadino, soprano (en 1)
Columna Música
Tras su primer álbum como solista, Excepciones, que publicó el sello La Mà de Guido, el guitarrista Pedro Rojas-Ogáyar debuta en IBS Classical con un acercamiento a la figura del valenciano Joaquín Rodrigo en el año que se cumplen los veinte de su muerte.
–¿Desde cuándo viene su interés por la música de Rodrigo?
–Es un repertorio que siempre me ha acompañado. El trabajo de fin de grado del Conservatorio lo hice sobre Joaquín Rodrigo. Voy volviendo de vez en cuando a las piezas que trabajé entonces. Van saliendo conciertos y recurro al repertorio de Rodrigo. Lo he ido ordenando y puliendo en función de los años. Hay obras que he madurado, que me apetecía grabar sí o sí. Otras que he ido incorporando, hay algunas nuevas. En los trigales, por ejemplo, es la primera obra que yo toqué de Rodrigo como estudiante. Pretendía combinar obras de gran formato con pequeñas obritas que sirven de interludio para que el disco respire. Conjugar obras que había estudiado en el Conservatorio con otras incorporadas ya en mi carrera profesional. Esta es mi relación con Joaquín Rodrigo plasmada en un disco con mucho cariño y mucha entrega.
–¿Puede comentar mínimamente las obras?
–Invocación y Danza es mi obra preferida. Estuvo premiada en un concurso en París en 1961. Desde que empecé a estudiarla siempre me ha acompañado. Me encanta esa mezcla entre el carácter íntimo de la Invocación, en la que Rodrigo le hace un homenaje a Falla, y la Danza que es un polo, con mucho virtuosismo; siempre me gusta la recepción del público. Cecilia Rodrigo, la hija del maestro, dice siempre que las Tres piezas españolas son como la catedral del repertorio para guitarra solista. Las estrenó Andrés Segovia, y se tomó sus licencias, como tenía por costumbre. Luego se fue depurando. Es una obra de gran complejidad técnica, pero todas las exigencias están muy bien resueltas. Es un estudio profundo de las posibilidades del instrumento. Todo el mundo piensa que el Zapateado viene del mundo flamenco, pero no, es como el Zapateado para violín de Sarasate, en esa estética. En los trigales y Tiento antiguo son revisiones de mi época de estudiante. El Tiento antiguo es obra fácil, que se suele poner para empezar los conciertos. Y finalmente, Junto al Generalife abre el disco y la Sonata giocosa lo cierra por mi relación con Marco Socías. Le escuché tocar Junto al Generalife en un concierto que fue un hito para mí, porque fue cuando decidí que iba a ser concertista. Estamos hablando del año 2010. Yo estudiaba guitarra y tenía un buen expediente, pero no sabía que pudiera dedicarme realmente al mundo del concierto. Al conocer a Marco y estudiar con él decidí que lo quería hacer. Él tenía en su repertorio la Sonata giocosa y cuando se la escuché me dije que algún día yo tendría que grabar mi propia versión. Por eso el disco empieza y termina así.
–La obra de Rodrigo está muy marcada por el Concierto de Aranjuez, ¿qué aporta su música a la guitarra española?
–Creo que sin ser guitarrista fue capaz de sacar a la luz perfiles del instrumento que otros guitarristas no consiguieron nunca. Para el siglo XX resulta fundamental porque es la primera vez que se igualaba el repertorio de guitarra con el de piano o violín. Rodrigo eleva mucho el nivel técnico de la guitarra sin caer en los clichés del compositor guitarrista. Investiga sin caer en el cliché idiomático, consiguiendo una extraordinaria evolución del repertorio y de la técnica del instrumento. Supone un antes y un después a la hora de situar a la guitarra como instrumento solista, o en el trabajo con orquesta. Se trata de una visión desde fuera del mundo de la guitarra que no aportaban los guitarristas.
–¿Es cómoda su música para el guitarrista, es idiomática?
–Está en el límite. Es difícil pero no imposible. Siempre se encuentra la forma de solucionar todo. Lo que tienes que hacer es evolucionar tu técnica como guitarrista para conseguir tocar el repertorio. Hoy día hay compositores que siguen esa misma línea. Pero no es en absoluto fácil. Muchos guitarristas eluden esta música, porque es plato fuerte.
–A usted se lo vincula fundamentalmente con la música contemporánea, ¿con este disco pretende salir del encasillamiento?
–En parte, sí. Con Excepciones ofrecí un recorrido por el siglo XX en el que me ofrecía a todos los compositores como nuevo intérprete, llamando la atención para generar nuevo repertorio. Ahora quiero reivindicar que no soy sólo un intérprete de música contemporánea. Pretendo mantener la tradición y el repertorio de siempre. En un futuro abordaré repertorio de Tárrega u otros maestros. El hecho de que te dediques a la música contemporánea no significa que abandones el gran repertorio. Hay que seguir tocándolo y afrontándolo. Yo como melómano escucho la música anterior, no sólo la de mi tiempo. Como intérprete tenía que apostar también por eso mismo. La especialización del intérprete tiene que acabarse. No concibo una carrera en una única dirección. Me siento asfixiado. En mayo hicimos The Sins of the Cities of the Plain de Germán Alonso con El Niño de Elche, pero cuando te involucras tanto en un proyecto tan específico echas de menos tus horas de técnica, tus horas de repertorio, crecer en otra dirección. La obra de Germán Alonso como la de otros compositores te marca por el uso de técnicas extendidas o por la inquietud que te despierta, que es algo que te hace avanzar muchísimo, pero yo me siento un músico integral. Me gusta estudiar mi técnica diaria, abordar mi repertorio de siempre y tener todas las facetas cubiertas, porque especializarte te causa un vacío como intérprete. Lo veo con compañeros que deciden meterse en un sólo camino y abandonan otras disciplinas. Hay quien se dedica al estreno y abandona todo lo demás, hasta lo rechaza. Nunca entendí esa división.
–¿Los discos se hacen hoy para los programadores?
–Este, como tal, no. Es muy difícil encontrar programadores que hagan un monográfico de un compositor. Es un homenaje a la figura de Rodrigo. Quise hacerlo coincidir con el aniversario de su muerte. Involucré a su hija Cecilia, a Paco Moya, que tenía muchas ganas de hacer este repertorio. Pero sí que me parece una buena carta de presentación. Y yo encantado si a alguien le sirve para ofrecerme tocar en su festival o en su ciclo. Tengo ahí ya varios festivales en los que podría tocarlo, poniendo a Rodrigo junto a otros contemporáneos.
–¿Se programan conciertos de guitarra fuera de los festivales de guitarra? ¿Hay cauces para un guitarrista clásico al margen de esos festivales?
–Espero que sí. Yo este disco sólo lo he mandado a un festival de guitarra, un festival que me parece que hace las cosas de forma algo diferente. Al resto a los que lo he mandado son festivales generalistas. Y en mi carta con la que acompaño el disco digo que deberíamos perder el complejo de programar para guitarra. Creo que lo que le pasa al programador generalista es que compara nombres. Si está programando Beethoven, Bach, etc… le parece que Pujol o Llobet no están al nivel. Por eso mi afán de grabar a Rodrigo, porque creo que su música está a la altura de cualquiera de la de su tiempo. Hay que perder el complejo y sacar la guitarra de donde está. Con Excepciones quise hacer lo mismo. El mundo endogámico que rodea al instrumento hace que el guitarrista languidezca.
–Es su primer disco con Paco Moya. Todo el mundo quiere grabar ya con Paco Moya, ¿qué tiene para haber hecho de IBS el primer sello de música clásica de España?
–Lo único que tengo que decir es que no creo que vaya a conocer a un productor de este nivel. Es una persona con una capacidad de exigencia y de control sobre su trabajo que yo no había encontrado nunca. Eso unido a su oído absoluto hace que todo el proceso de grabación esté en las mejores manos. Tú estás pendiente de otras cosas y de repente aparece la voz de Paco que te dice, 'No, ese sol es sostenido', y dices, ya está, vale, perfecto, este hombre tiene las riendas. Lo que está haciendo con IBS es algo increíble. Y yo me sentía obligado a sumarme a su sello. Será el primer disco de muchos con él, o eso espero.
–Simultáneamente, sale al mercado el último disco de Proyecto Ocnos...
–Sí, es la materialización de nuestra relación con Sergio Blardony. Hace unos años tocamos en el Festival de Tres Cantos nuestro Urpflanze, y le encargamos una obra. Él tomó textos de la poeta Pilar Martín Gila, que es su pareja, y compuso Erle. Ese fue el germen para iniciar un trabajo conjunto. Estrené Todo próximo e intocable, una obra para guitarra solista con dos guitarras. Y luego él puso música a Otro año del mundo, otro poemario de Pilar Martín. Vimos que todo iba cogiendo una unidad, y fue el propio Sergio quien nos habló de proyecto discográfico. Me parece que nos ha quedado un disco maravilloso, con una gran unidad estilística, temática, de texto, a partir de una estética casi romántica, entre otras cosas porque el texto de Erle parte de Goethe.
–En el disco participan dos sopranos que han trabajado con el grupo.
–Rocío de Frutos estrenó Erle y Trinidad Perea, Se oye gritar entre sueños, y nos pareció oportuno que en la grabación participaran las dos.
–¿Cuál es el futuro de Proyecto Ocnos?
–Con la ópera de Germán Alonso, que haremos ahora en Valencia, abrimos una línea de música escénica. El año pasado estrenamos también en Roma una ópera de cámara de Nuria Núñez, El sueño del señor Rodari. Y luego la idea es continuar ese trabajo de relación estrecha compositor-intérprete para nuevos encargos.
–¿Piensan retomar en algún momento el ciclo que ofrecieron durante unos años en la Fundación Valentín de Madariaga?
–Le debemos a la ciudad una programación continua. Lo sabemos. En Encuentros Sonoros, el festival que organiza Taller Sonoro, nos programaron durante dos años consecutivos, y pensamos que a lo mejor no era necesario otro festival, que deberíamos unirnos los grupos de contemporánea de la ciudad y trabajar de forma conjunta en un único festival, en lugar de que cada ensemble programara el suyo. Pero eso no ha cuajado todavía. Estamos viendo las posibilidades para volver a involucrarnos con una programación estable. Con la Fundación Valentín de Madariaga no fue posible seguir. Nosotros teníamos ambiciones de crecer y con sus condiciones no era posible. Estamos muy agradecidos a lo que hicieron, pero ya no era factible continuar allí.
–¿La creciente actividad de su compañero Gustavo Domínguez en otros proyectos ha influido también en esta parada?
–No, en realidad, no. Gustavo es el músico más completo que conozco. Hace de todo, rock, jazz, contemporánea, clásica..., él sí que es un músico de su tiempo. Yo siempre quiero estudiar improvisación, pero nunca encuentro tiempo, y Gustavo es un maestro en eso. Él no tiene períodos de baja actividad porque tiene todos los campos abiertos. Luego todo eso influye en el trabajo del grupo, nos enriquece como grupo. Yo tengo ahora mi faceta más concertista del repertorio clásico y él la suya, más rockera y jazzera, y Proyecto Ocnos lo recoge todo.
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