"Tinder es la negación de la experiencia amorosa"
Patricio Pron | Escritor
El escritor argentino ha presentado este lunes en la Feria del Libro de Sevilla su novela 'Mañana tendremos otros nombres', en la que realiza una penetrante disección de los nuevos usos sentimentales
Junto a Sara Mesa, el autor ha participado también en un acto de la editorial Barrett, con la que ambos autores han editado sendos libros
Sevilla/Suele decir Patricio Pron que siempre escribe "en contra" de sus libros anteriores y por eso en Mañana tendremos otros nombres se detuvo a pensar en "el puro presente" en lugar de volver a reflexionar, como tantas veces ha hecho en su obra siempre inquieta formal y conceptualmente, sobre las múltiples, sutiles y a veces extrañas formas en que el pasado conforma el ahora.
Y en el presente encontró –esto no va a sorprender a nadie– desconcierto, precariedad, incertidumbre, miedo, pesar, sensación de parálisis. Sin pretender en ningún caso resultar "moralista", con el único propósito de "contribuir a una discusión colectiva" sobre las formas de vida contemporáneas, Pron llegó a una conclusión que parece casar mal –aunque a la postre casa– con su convencimiento de que le ha salido su novela "más esperanzada": al reproducirse en el plano de los afectos y del deseo el proceso de "mercantilización de uno mismo" que se da en el ámbito laboral, ya "ni siquiera la pareja o la intimidad constituyen un refugio", pues, "una vez que no hay una separación entre la vida privada y la vida pública, también la vida privada puede convertirse en un campo de batalla ampliado".
Y así, "explorando determinadas transformaciones sociales" y la manera en que dichas transformaciones "están condicionando nuestros hábitos", llegó Pron a algo que "de alguna manera es una historia de amor". Con cierto poso ensayístico y a la vez más directo en su narración que nunca, alternando los puntos de vista de Él y de Ella, una pareja que acaba de darse cuenta de que su relación está acabada, el autor argentino afincado en España combina introspección psicológica e indagación sociológica en este libro que lo llevó a ganar el Premio Alfaguara y –antes, a solas en su estudio– a examinarse a sí mismo como escritor.
"Escribir acerca de la experiencia amorosa es siempre un desafío, uno de esos ochomiles literarios a los que tienes que enfrentarte alguna vez si quieres ser considerado un escritor de relevancia, o al menos si quieres probarte que puedes llegar a serlo serlo. Y el desafío es aún mayor para los autores que tienden a ser inquisitivos, cerebrales, fríos si se quiere ver así, como es mi caso", explica Pron, que este lunes ha presentado Mañana tendremos otros nombres en la Feria y poco antes, junto a Sara Mesa, hizo lo propio con Editor por un día, una interesante iniciativa de la editorial sevillana Barrett, que les dio a ambos la oportunidad de publicar las obras que eligieran, y éstas han sido 36 metros de Santiago Ambao (Mesa) y Madrid es una mierda de Martín Rejtman (Pron).
Mañana tendremos otros nombres parte de la premisa de que el "amor romántico" –entendido éste como "el ideal de dos personas que se encuentran de manera más o menos casual y tendrán una relación larga y monógama cuya finalidad implícita o explícita es la reproducción"– ha "perdido su lugar hegemónico" y se está "completando con muchas otras exploraciones" afectivo-sexuales. Por ello, una vez consumada la ruptura de la pareja, a la hora de gestionar su regreso al mercado sentimental, tanto Él como Ella se toparán con los nuevos usos sociales.
Ya exploró esta cuestión Pron en Notas para un perfil de Tinder, un relato de Lo que está y no se usa nos fulminará, su obra anterior, pero ahora ahonda más aún. "Me abrí una cuenta en Tinder, y por cierto me fue muy mal", se ríe el escritor, que se sirvió –más que de su propia experiencia– de las cosas que le contaban sus amigos y amigas, entre los cuales ha habido una epidemia de separaciones.
"Es curioso, se nos pide que estemos continuamente dispuestos a perfeccionarnos, a cambiar de orientación laboral, a trasladarnos aquí y allá en busca de trabajo, y a su vez se requiere de nosotros que tengamos relaciones sentimentales largas y estables. Estaba claro que ese reclamo de flexibilidad que es inherente a un sistema económico que tiende a la precariedad iba a tener su plasmación en el ámbito de las relaciones. En ese sentido tiene lógica que el capitalismo haya generado una herramienta para, en teoría, facilitar las cosas; en teoría porque ya existe el concepto de duelo digital, y aplicaciones para sobrellevarlo, de tal modo que se crea una aparente solución que es en realidad la continuación del mismo problema, o un problema nuevo".
"Por otro lado –dice sobre aplicaciones como Tinder– estamos delegando la gestión de nuestra intimidad a unos algoritmos de los que sabemos muy poco. De las pocas cosas que sabemos de esos algoritmos es que los criterios para determinar la compatibilidad entre dos personas son cuatro: ingresos económicos, que se infieren de determinadas ocupaciones; uso del tiempo libre; estudios; y lugar de nacimiento o de residencia. Es decir, cuatro marcadores de clase, lo cual pone en entredicho la movilidad social que, al menos como proyecto, articula supuestamente nuestra sociedad".
Pero hay otras implicaciones en un plano más íntimo, asegura. "Cuando hay un match en Tinder se abre una ventana en la cual dirimes con la otra persona qué vas a hacer, cómo y dónde vas a hacerlo, si será un rato o tal vez durante cierto tiempo... Y eso no es que me parezca mal pero constituye una negación de la experiencia amorosa, en la que lo más interesante y valioso, aquello a lo que te aferras, es precisamente todo lo que no sabías que iba a producirse en ese marco, todo lo que no sabías que la otra persona traía consigo y sobre todo aquello que tú no sabías que ibas a dar en esa relación". Dado que "la razón por la que funciona Tinder es que en ese chat se produce una especie de contrato previo entre dos sujetos", para Pron cabe deducir de ello que en cierto modo "el miedo al otro y el miedo a la intimidad, es decir, a la exposición total y sincera a otra persona, son dos de los elementos más característicos de esta época".
"Tengo amigos que usan Tinder pero no tienen interés en quedar luego: les interesa meramente el flirteo, saber que está ahí esa posibilidad, pero no la concreción de esa posibilidad", prosigue. "Y es comprensible, al menos si se considera el hecho de que, ante una oferta tan enorme, lo tonto es quedarse sólo con un producto. Para ellos –dice Pron, mientras cincela la clave de su novela, del motor del deseo y de la lógica última que alimenta la fantasía capitalista– la inminencia de la experiencia siempre es más interesante que la experiencia en sí".
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