Empujando los límites entre el control y la improvisación
Patricia Kraus Trío | crítica
En la noche del sábado el trío de Patricia Kraus difuminó los límites entre el control y la improvisación en un fantástico concierto de jazz, que se extendió hasta el swing, el funk, la bossa nova e incluso el reggae
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La Asociación Sevillana de Jazz (Assejazz) está celebrando un doble cumpleaños en estos días: por una parte, la docena que cumple desde que se creó y por otra, los dos años que hace que se inauguró su sede estable y definitiva, un maravilloso punto de encuentro para disfrutar de grandes conciertos de este género, así como de impulso para la divulgación entre el mayor número de sevillanos interesados en él y así seguir abriendo caminos. Está situada en la calle Escarpia, número 2, la esquina del Polígono Store más cercana a la Carretera de Carmona, donde los entusiastas socios convirtieron una destartalada nave que albergaba bodas, bautizos y comuniones, en el magnífico y funcional edificio que es ahora, que te enamora en cuanto accedes a él y te encuentras una amplia sala diáfana, con muchas sillas y mesitas orientadas hacia un escenario en el que hemos asistido durante estos veinticuatro meses a grandes noches musicales y todavía promete muchas más, componiendo una programación estable, tanto de jazz como de otras disciplinas, a la que se suma un calendario de talleres, cursos, seminarios y formaciones semanales para acercarlas al público y hacerlas más accesibles. Cuentan para ello, además, con aulas, locales de ensayo, habitaciones para ofrecer como residencia a los músicos sin que tengan que desplazarse a hoteles ni viajar de noche de forma incómoda y una zona exterior que se usa también para conciertos y reuniones estivales, en la que durante el mes de julio, por ejemplo, se celebrarán jams nocturnas todos los jueves.
Durante este mes de abril, en el que las grandes fiestas primaverales han acaparado toda la atención de nuestra ciudad, Assejazz no ha abandonado su programación, cerrada en la noche del sábado con el concierto de Patricia Kraus Trío, que con su voz en muchas ocasiones nos hizo estremecer y que nuestro corazón se detuviera, gracias a su extenso rango, en el que alternó fácilmente vibratos densos, sostenidos y una precisión cristalina, llegando a improvisar incluso un exigente solo de scat, emulando una trompeta con sordina durante la interpretación de Compared To What junto a sus dos compañeros de escenario, Yrvis Méndez, al contrabajo, y Gherardo Catanzaro, al piano, dos músicos geniales, capaces de entablar una conversación con sus instrumentos y fiarse de sí mismos para tocar la siguiente nota sin saber cuál debería ser, convirtiéndose así en titanes de la improvisación. Durante todo el concierto demostraron su capacidad para romper el patrón establecido y crear de forma instantánea uno nuevo, sin un plano y sin resultado conocido. Era una maravilla observar a Catanzaro, con los ojos cerrados, sin pensar en nada más que no fuese dejarse llevar de manera libre y natural, partiendo de una base de Si bemol séptima, iniciando una especie de jam en un tono, metiendo nuevos acordes, siguiéndole Méndez para llevar el Si bemol a La bemol, después al Mi; cualquier acorde cabía, por muy disonante que fuera. Para ellos dos no existía la métrica, solo la alteración de los acordes; subían un tono, luego medio, otro tono más, una tercera, hasta que en un momento determinado subían y la octava se acababa, volviendo al punto de partida, de forma mágica, para que Kraus, discretamente retirada, apoyada en el piano o bailoteando al fondo del escenario, recuperase el primer plano y retomase la melodía inicial envolviéndonos con su voz en un encanto lúdico que enriquecía el momento.
En dos pases de atmósferas muy diferentes, el trío navegó por toda la discografía de Kraus, aunque volviendo siempre a la Alquimia de su último disco, el que lleva ese título. Los estándares de Duke Ellington estuvieron presentes al principio con In a Mellow Tone, la canción inicial, y I Didn’t Know About You, una balada posterior que mis palabras no dan la talla para describir. Tan fascinado estaba con esa cualidad íntima y secreta de su voz, que me parecía increíble que todavía fuese más grandiosa que cuando minutos antes había llevado el Fine and Mellow de Billie Holiday a una altura increíble. Con una palabra, una nota, Kraus era capaz de infundir a sus interpretaciones una cualidad cotidiana y casual. No mantuvo su voz en el mismo lugar, fue heterogénea, que es lo que la hizo tan divertida, tan rica y tan conmovedora; era tan divina como humana, por eso transitaba perfectamente por canciones tan majestuosas como Love Me or Leave Me, la pieza de Ruth Etting que glorificó Nina Simone, como por unos sencillos arreglos musicales que con trece años le hizo a Horizonte, el poema de Antonio Machado. Entre medias, ofreció dos composiciones de sus compañeros, Fish and Chips, de Méndez, y Sad and Blues, de Catanzaro, que ella resolvió en la parte final en una forma que recordaba la belleza de Barbra Streisand. En castellano recordó también ¿Qué va a ser de mí?, de su recopilatorio de Canciones desnudas, y Vida, la que grabó con Zenet, al que sustituyó aquí Núñez, en una segunda voz, lanzada al aire sin micrófono, que al menos la primera fila de espectadores pudimos apreciar perfectamente.
Si la primera parte fue totalmente swing y clasic jazz, en la segunda primó el funk, imprimiéndole marcha a las piezas y dejándolas expandirse en el tiempo para que brillasen los grandes solos instrumentales y la improvisación más absoluta. De esa forma, pasaban varios minutos de la media hora y solo habían sonado tres de ellas: Reina de la noche, una composición de la propia Kraus, dedicada a una señora de la noche madrileña de los primeros años 90; el Señor Blues de Horace Silver y Compared to What, de Les McCann. Todos los géneros caben dentro del jazz, nos dijo la cantante; es un idioma musical universal en el que caben todas las canciones, solo tienes que arreglarlas para ello. De esa manera la zamba Alfonsina y el mar, de Mercedes Sosa, la convirtieron en un híbrido de salsa y bossa nova y con su relectura de No Woman No Cry llevaron a Bob Marley de Kingston a Nueva Orleans con sumo gusto y sentimiento. Sin mantener nunca un ritmo estricto, nos transmitieron hábilmente incertidumbre y espontaneidad, empujando constantemente los límites entre el control y la pérdida de control para producir una deliciosa tensión entre los dos. Musicalmente, este trío de Patricia Kraus recreó la dinámica de una seducción que nos atrapó a todos los presentes.
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