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Flamenco en América Latina | Crítica
'Flamenco en América Latina. Hibridaciones culturales, tradiciones escénico-performativas y sociabilidades'. Emilio J. Gallardo-Saborido, Francisco J. Escobar Borrego, Fernando C. Ruiz Morales (eds.). Ediciones de Iberoamericana, 236 pp.
Enrique Encabo analiza en esta obra colectiva la estancia, doble, de Pastora Imperio (1885-1979) en Cuba. Pastora Imperio ejerce su arte en una época en la que el baile flamenco, y también el cante, convive y estrecha relaciones con el género ínfimo, las variedades, procedente de París, y que arrasa en España en teatros y cafés cantantes. Bien en su forma frívola o sicalíptica, en la que también militó la Imperio en un primer momento, bien en su forma "culta y moral" que con el tiempo daría lugar a la aparición de la cola andaluza o canción española, a la que la Imperio también contribuyó con su voz y su puesta en escena.
Así la vemos, según señala Encabo, en 1907 en el Apollo Téâtre de París junto a La Fornarina. Cuando en 1908 la bailaora y cancionista desembarca en Cuba, la prensa habanera saluda su baile como "danza modernista" lo que da fe de que lo flamenco y lo gitanesco no estaba en aquellas fechas reñido con lo moderno, como ocurrirá sobre todo a partir de la guerra civil española y la segunda guerra mundial.
De hecho, como afirma Serge Salaün en La escena española en la encrucijada: "Con la revalorización del cuerpo y el gesto, en la línea de Loïe Fuller e Isadora Duncan, bailarinas y cantantes como La Argentina, Tórtola Valencia o Pastora Imperio, vinculadas con todas las vanguardias europeas, son infinitamente más revolucionarias que la inmensa mayoría de las obras teatrales que se estrenan en los coliseos presuntamente serios".
En Cuba, además, encontramos una faceta de Pastora Imperio que no hemos visto recogida en la prensa de España, ni tampoco en grabaciones o filmaciones: su cante flamenco, con la guitarra de Víctor Rojas, según se anuncia en el Diario de la Marina de Cuba en junio de 1908.
En el repertorio que desarrolla Pastora Imperio en estas primeras décadas del siglo XX destaca la farruca, el garrotín, las alegrías y los tangos, además de los cuplés. El género artístico que practicaba en esta época Pastora Imperio no se caracteriza por el virtuosismo vocal de sus intérpretes, como queda de manifiesto en los discos que grabó. No podemos decir que sus espectáculos se basaran, fundamentalmente, en su voz.
O, al menos, no en exclusiva. Las canciones servían también para mostrarse en el escenario, pasear por él, lucir palmito, bailar y hacer el despliegue de un estilismo, como diríamos hoy, muy rico: trajes, tocados, mantones, joyas y un variado decorado que se cambia en cada uno de los números que interpreta.
El segundo desembarco cubano de Pastora Imperio tiene lugar en 1922 y en él ya no vuelve la sevillana como una artista andaluza más sino como una estrella, cuya presencia se disputan tres de los principales teatros de La Habana.
Quizá ustedes piensen que fue el estreno de El amor brujo de Falla y María Lejárraga Martínez Sierra el responsable de esta popularidad pero Encabo nos saca de dudas afirmando que fueron su boda con Rafael el Gallo y su inmediata separación los responsables de la misma.
Pastora Imperio nació en Sevilla de madre gaditana y gitana, Rosario Monge La Mejorana, una de las configuradoras del baile por soleá en los cafés cantantes, y de padre payo, Víctor Rojas, sastre de toreros.
A los pocos años de edad la familia se traslada a Madrid donde da los primeros pasos como bailaora. Aunque en algunas entrevistas dijo que sus padres se opusieron, lo cierto es que la niña empezó a tomar clases de baile desde pequeña y debutó muy joven, con 16 años, en el Salón Japonés de Madrid.
Cantó y bailó el vito y la jota, incorporando el garrotín y la farruca al año siguiente en su debut en el Salón Actualidades: sería 1902, creo que la farruca y el garrotín eran sólo cantes, aún no se habían coreografíado: es posible que se limitara a cantarlos.
En 1906, con el nombre de La Bella Imperio, se presenta como bailaora de tangos. En 1909 realiza su primera gira americana y conoce en México al torero Rafael el Gallo con el que se casaría en 1911.
El matrimonio apenas duró unos meses. Tras el divorcio posa por vez primera para Julio Romero de Torres. En 1915 realizó su primera película, La danza fatal de José Togores, a la que seguiría una larga serie de filmes entre los que destacan María de la O (1936) o La marquesona (1939). Aunque estrenó, como se ha señalado, El amor brujo en 1915, tenemos que tener en cuenta que esta obra en ese momento es una obra de teatro con música, canciones y danzas, no un ballet. Era un espectáculo de variedades, efectivamente, con Manuel de Falla, que todavía no es un músico autónomo, sino que tiene que depender de encargos teatrales, como este de la compañía de los Martínez Sierra, para sobrevivir. Será a partir del éxito internacional de El sombrero de tres picos cuando Falla puede hacer música abstracta, independiente de la escena, que se estrena además en todo el mundo. No fue, por tanto, Pastora Imperio la creadora del ballet flamenco. Esta creación es fruto de la inspiración de Antonia Mércé La ArgentinaLa Argentina para el reestreno de 1925 precisamente de El amor brujo. La versión de 1915 no tenía un cuerpo de baile sino solamente 5 intérpretes y los bailes de Pastora Imperio en exclusiva.
Pastora Imperio se retiró por vez primera en 1928 pero siempre estuvo de actualidad, siendo carne del papel cuché, hasta el día de su muerte. En 1942 abre un local a las afueras de Madrid, La Capitana, al que seguiría en 1958 el tablao El Duende en pleno centro. Limitaría sus actuaciones a algunas apariciones sorpresivas en estos locales e intervenciones en películas como Pan, toros y Andalucía (1958) o Duelo en la cañada (1959) que cierra su filmografía. Murió en 1979 con 94 años.
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