Pasiones religiosas venidas de un cálido Norte

Juan Ramón Lara

14 de marzo 2011 - 05:00

Orquesta Barroca de Helsinki. Femás 2011. Programa: Jubilate Domino. Música báltica (obras de Buxtehude, Tunder, Förster, Kirchhoff, Geist, Ritter y Meder). Intérpretes: Teppo Lampela, contratenor, y Orquesta Barroca de Helsinki. Director: Aapo Häkinen. Fecha: Domingo, 13 de marzo. Lugar: Centro Cultural Santa Clara. Aforo: Lleno.

La fortuna había impedido horas antes que el Femás extendiera sus extremos temporales al siglo XIX, como se explica en estas mismas páginas, pero nada se interpuso para que sí alcanzara anoche el límite del Norte europeo: si hace veinte años sólo se hallaban conjuntos barrocos solventes en un puñado de países centrales de Europa, hoy orquestas de lugares remotos como -entre tantos otros- Finlandia demuestran que nuestro continente es una unidad cultural.

También lo era hace cuatrocientos años: el conjunto nórdico nos trajo un repertorio procedente de su área de origen, el mar Báltico, que nos mostró que el estilo concertante italiano se había extendido ya a mediados del siglo XVII desde su cuna italiana hasta el último confín europeo, saltando barreras culturales, lingüísticas e incluso religiosas, allá recién levantadas a sangre y fuego por la Guerra de los Treinta Años.

Los momentos más brillantes de la noche fueron los vocales, gracias a las prestaciones de Lampela. La belleza de su timbre, la potencia de su emisión, el buen legato y su perfecta y muy inteligible dicción de los apasionados textos religiosos compensaron defectos típicos en su cuerda, como ciertos problemas en el paso de la voz de pecho al falsete -hábilmente disimulados-, un vibrato no siempre estable o algún pequeño apuro en las agilidades. Intensas fueron sus interpretaciones, como también el acompañamiento de un conjunto instrumental en el que el sonido -denso, rico, bien afinado- de los violines y el poderoso de los teclados del continuo (órgano y clave) taparon el excesivamente delicado de las violas da gamba. Algo menos convincentes resultaron las obras instrumentales, en particular la de Kirchhoff, expuesta con elegancia pero lastrada por una cuerda prima silbante que hizo pasar un mal final de concierto a la solvente concertino del conjunto.

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