Paisajes del presente captados con técnicas antiguas
Fotografía
Los fotógrafos Laura Covarsí, Joaquín Paredes y Alejandro Talaverón trabajan para la Universidad de Sevilla en un proyecto cuyo propósito es captar, desde el calotipo, lugares emblemáticos de Sevilla
En los años cincuenta del siglo XIX, el fotógrafo Edward King Tenison y la escritora Louisa Tenison viajan a España para preparar un extenso reportaje, el cual fue publicado en un libro que titularon Castilla y Andalucía. Para este trabajo, en el que se involucraron durante tres años –los tres años que duró el viaje-, visitaron numerosas ciudades de nuestro país, entre ellas, Sevilla. Louisa Tenison se encargó de las descripciones del paisaje, es decir, del texto, y su marido fotografió las calles, plazas y monumentos de las ciudades. Estas fotografías, además de lo curioso del paisaje que retrataron, tenían el valor de estar ejecutadas con la técnica del calotipo, pionera en aquellos años.
Siglo y medio después de aquel viaje del matrimonio Tenison, los fotógrafos Laura Covarsí, Joaquín Paredes y Alejandro Talaverón vuelven a retratar Sevilla desde el calotipo. Gracias a un proyecto de la Universidad de Sevilla, tendremos la oportunidad de contemplar cómo se ven los techos de la catedral, el río Guadalquivir o los patios de los Reales Alcázares desde la estética del siglo XIX.
Luis Méndez, director general de Cultura y Patrimonio de la Universidad de Sevilla, informa a este periódico acerca de la finalidad del proyecto, el cual trata de “rescatar el patrimonio visual de la ciudad de Sevilla”. Estos trabajos, a su vez, forman parte del parte del proyecto de investigación de la Universidad de Sevilla titulado La imagen fotográfica de Andalucía.
La historiadora del arte y fotógrafa Laura Covarsí nos cuenta que, en estos momentos, lo que se está preparando es “un vídeo que, al mismo tiempo, tenga como destino la divulgación de un proceso fotográfico del siglo XIX”. Del vídeo se ocupa el videógrafo Alejandro Talaverón, mientras que Joaquín Paredes, fotógrafo especializado en estos procesos, como el calotipo o el daguerrotipo, dedica toda su atención al aspecto más técnico del proyecto.
El equipo emplea una semana, por la mañana y parte de la tarde, a fotografiar monumentos y lugares destacados de Sevilla: la plaza de la Encarnación, la plaza de San Francisco, el Alcázar, el Archivo de Indias, el Guadalquivir. A lo largo de siete días realizarán un total de, aproximadamente, siete fotos, ya que el calotipo, señala Laura Covarsí, es “un proceso lento y laborioso, como todos lo eran en el siglo XIX”. Además, esta complejidad del trabajo no se limita a “lo que se fotografía”, sino que se suma “todo el procesado de la copia”, confiesa Covarsí.
Los lugares que veremos fotografiados en este proyecto son aquellos sitios que visitaron los viajeros del XIX. Pero con el entorno del siglo XXI. Así se darán estampas insólitas, como la de una Torre Pelli que se asoma entre los techos de la catedral, aunque con una atmósfera y tonos, gracias al calotipo, que evocan al XIX. También observaremos la ribera del río, el puente de Isabel II, con tráfico, grúas y bicicletas, es decir, con una imagen actual, pero vistas desde un aspecto decimonónico.
La técnica del calotipo, explica la fotógrafa, surge en Inglaterra, con William Henry Fox Talbot. “Es allí, en este país, con Talbot, donde se descubre cómo sensibilizar papel con haluros de plata; es decir, con compuestos químicos que son sensibles a la luz. Igualmente, allí se descubre cómo utilizar todo ese material, ese soporte de papel, sensibilizado con los compuestos químicos, para colocarlo dentro de la cámara y registrar la imagen que proyecta la lente de dicha cámara”, relata Covarsí, quien insiste en la dificultad de todo este proceso. “Hasta este momento, hasta la invención del calotipo, no se podía registrar en ningún soporte físico la imagen que producía una cámara oscura”, añade la fotógrafa.
En cuanto al proceso de esta antigua y delicada técnica, Laura Covarsí declara que este “consiste, en primer lugar, en preparar el papel con el compuesto químico”. “Esto se podía hacer de varias maneras, había miles de recetas, tantas como fotógrafos”, subraya la fotógrafa.
Del papel del calotipo, que contiene una imagen fotográfica, registrada por una cámara, se pasa a la fase de procesado, y a su vez se revela y se fija. Para ello “hay diferentes maneras”, explican desde el equipo. Uno de los métodos, de los muchos existentes, radica en volver más transparente al papel, aplicando ceras y aceites, para que así la luz pase a través de las fibras del papel con mayor facilidad. “Cuando tienes el negativo, hay que ponerlo en contacto con otro papel salado, y entonces lo prensas. El sol hará que se revele la imagen, pues va a pasar a través de esta y va a llegar a dicho papel salado, obteniendo el positivo”, expone Laura Covarsí.
La luz es un elemento fundamental en este proyecto, pues los calotipos se materializan a través de los colores ultravioleta. “Es importante en estos procesos fotográficos del XIX tomar las fotos con buena luz, sobre todo con una luz de colores ultravioletas, pues son más sensibles a estas que a otras, de tonos anaranjados, propios de la caída de la tarde”, relata la fotógrafa. “Con los azules, los calotipos salen bien, pero con otra luz, de infrarrojos, no”, concluye Covarsí. Es por este motivo por el que los trabajos del equipo deben finalizar antes de que la tarde avance hacia sus últimas horas, cuando el sol poco a poco se marcha y queda suspendida una tibia luz rojiza o anaranjada.
El proceso de producción de los calotipos dura alrededor de una semana. La toma de una fotografía puede demorarse hasta una hora. Más todos los preparativos previos. Para el papel que se va a usar, por ejemplo, “pueden ser unas dos horas de trabajo”, indica el fotógrafo Joaquín Paredes.
Paciencia, cuidado y mucha dedicación en el equipo de Laura Covarsí, Alejandro Talaverón y Joaquín Paredes. Para obtener así estampas de otra época, con imágenes actuales. En un contraste que proyecta asombrosas imágenes y que nos traslada a otro tiempo. Todo ello sin más esfuerzo, por nuestra parte, que el de mirar.
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