Paco Lara-Barranco: acontece la pintura, tiempo y azar

Arte

El artista y profesor jiennense afincado en Sevilla muestra en Birimbao sus últimos trabajos, 'Entre lo visible y lo invisible'

Tríptico de Paco Lara-Barranco.
Tríptico de Paco Lara-Barranco. / D. S.
Pepe Yñiguez

18 de noviembre 2021 - 06:00

La ficha

'Entre lo visible y lo invisible'. Paco Lara-Barranco. Galería Birimbao (calle Alcázares, 5), Sevilla. Hasta el 27 de noviembre

Podrán cambiar la indumentaria y hasta las botas, pero ni el camino ni el sentido de la marcha cambia. La nueva exposición de Paco Lara-Barranco no ofrece novedad alguna en su idea de la pintura ni, sobre todo, en el modo de entender su práctica. Determinada desde los inicios de su trayectoria por los coletazos del arte de la modernidad o de las vanguardias, entiende el arte como proceso y la obra como el testimonio del mismo. La figura del artista queda reducida a la condición de iniciador, al que pone en marcha el proceso, y a la de testigo privilegiado del mismo. Si el concepto de autor queda rebajado, el de la obra de arte, en cambio, adquiere una autonomía y una presencia objetual contundente. Claro está –es evidente– que el proceso implica tiempo y el tiempo es aquí decisivo: la obra no se pinta, sino que acontece.

Si no hay reflexión sobre la pintura en sí, en cambio sí que la hay sobre cómo se hace. Entonces el proceso ideal se enturbia y se enriquece, la pureza de la intención desbarranca, y es esa caída, ese contaminar el proceso, justamente lo que realiza la obra. Detrás está el vértigo del artista ante la obra, su enfrentamiento al misterio de la creación y sus conocimientos, gustos e inclinaciones. En el proceso, las preguntas y las decisiones se multiplican, y el azar interviene condicionando las respuestas del pintor.

En esta última entrega, los estratos de las distintas fases por las que ha pasado la obra quieren ser más evidentes; están determinadas por la vida cotidiana y de trabajo del artista, que lógicamente refleja sus gustos pero también dudas y contradicciones. Tan espesas las capas de pintura y tan numerosas son, que la sensación objetual del cuadro se refuerza.

Incluso en el montaje se incrementa esa sensación y se disponen algunas de las obras como aquellas piezas pioneras del minimal que pretendían modificar el espacio en el que se exponían. El gran tríptico apenas sorprende, aunque nos haga recorrer físicamente el espacio delante de la pieza, pero hay un díptico, colocado en una esquina saliente de la galería, que cuestiona seriamente su contemplación: la atractiva celosía azul que cubre la superficie del cuadro es un buen reclamo para acercarse pero la singular colocación de la obra altera tanto el espacio físico como la visión de la obra. El montaje niega la frontalidad del díptico, cuestionando esa condición esencial de la pintura y acercando la obra a la escultura: el objeto cuadro avanza hacia el espectador y los lados más alejados del vértice emprenden la fuga, apareciendo una sensación de perspectiva ilusoria que también altera la condición esencial de la pintura. Benditas sean esas traiciones y las decisiones del artista en el tiempo en el que sus pinturas acontecen, pues las acercan a lo que Paco Lara-Barranco busca desde siempre, eso tan antiguo y tan moderno: belleza.

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