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Un músico del pueblo

Memorias de Pablo Sorozábal | Crítica

Alianza reedita las ‘Memorias’ de Pablo Sorozábal, un nombre esencial de la música teatral española del siglo XX

Sorozábal con la partitura de 'Juan José' en el piano. / D. S.

La ficha

Mi vida y mi obra

Pablo Sorozábal. Madrid: Alianza Música, 2019. 407 págs. 25 euros.

“En el Teatro de la Zarzuela de Madrid, en una fecha que no quiero acordarme ni jamás podré olvidar, se cometió el crimen teatral más grande de la historia lírica española.” Aquel día era el 23 de marzo de 1940 y en la Zarzuela se presentaba La tabernera del puerto, obra que, con libreto de Federico Romero y Guillermo Fernández Shaw y música de Pablo Sorozábal, se había estrenado el 6 de abril de 1936 en el Teatro Tívoli de Barcelona. Días antes del estreno madrileño, Falange Española de las JONS había prohibido que el compositor pudiera dirigir la orquesta, pese a lo cual este mantuvo la producción. Los dos primeros actos –sigue contando Sorozábal– fueron un gran éxito, pero en el intermedio sinfónico entre los dos cuadros del tercero se produjo el escándalo: grupos de confabulados empezaron a gritar contra “los rojos” que estaban detrás de la obra y desde las alturas del gallinero hubo al parecer algún valiente que gritó contra “los fascistas”... Desde un principio, Sorozábal sospechó de la intervención en el complot de Federico Moreno Torroba, que ese día estaba, como dándose una coartada, en San Sebastián, lo que habría podido confirmar años después por la carta de un periodista vasco con el que tuvo algún desencuentro. Leída la carta, que Sorozábal publica aquí, la acusación sólo se sostiene en sobrentendidos.

Programa para un concierto del 19 de julio del 36. / D. S.

Este incidente, bien conocido por otro lado en la historia del teatro español, recoge a la perfección el espíritu de estas memorias escritas por Pablo Sorozábal (San Sebastián, 1897 – Madrid, 1988) a finales de los años 70, un repaso por su actividad musical que hace especial hincapié en la realidad social y política que le tocó vivir, especialmente durante los años de la Guerra Civil y la inmediata posguerra.

Es Sorozábal, junto a Moreno Torroba, su archirrival más político y personal que musical, el principal responsable de que la zarzuela mantuviera alto el nivel de la calidad hasta la agonía del género a principios de los años 60. La tabernera del puerto y La del manojo de rosas no dejaron nunca de ser populares y recientemente han recobrado el brío perdido piezas como Katiuska, Black el payaso o Don Manolito. Sorozábal siempre lamentó que las que él consideraba sus dos mejores obras nunca alcanzaran el mismo estatus. Por un lado, Adiós a la bohemia, obra que con libreto de Pío Baroja, se estrenó en 1933 (Sorozábal la arregló varias veces, la última en 1972) y acaso demasiado exquisita para el público habitual del teatro musical español de la época; la otra es su ópera Juan José, escrita en los años 60 y causa de otra de las grandes frustraciones del compositor, que tuvo que renunciar a su estreno a última hora en 1978 por desacuerdos serios con el Ministerio de Cultura. La obra la presentaría en versión de concierto y la grabaríaJosé Luis Estellés en 2009 y finalmente subiría en versión escénica a las tablas de la Zarzuela en 20162016. Es posiblemente la amargura causada por aquel conflicto, ya en democracia, de un músico represaliado durante el franquismo la que impulsa estas páginas.

Mi vida y mi obra - Pablo Sorozábal

Editadas por primera vez en 1986 y reeditadas inmediatamente después de la muerte del compositor en diciembre de 1988, en estas Memorias Sorozábal se expresa con la franqueza del que ya no tiene que rendir cuentas ante nadie, y lo hace de forma a veces caótica, a veces socarrona e irónica, con una escritura sencilla que se va agotando hacia el final (él mismo lo reconoce) y que desvela un enorme desencanto por la deriva sufrida por el teatro y la música españolas durante la dictadura ("a lo mejor el año 2000 España vuelve a tener cierta cultura musical, por lo menos la que tenía el año 1936").

De orígenes familiares muy humildes, resultan especialmente vívidas las páginas en las que el compositor va describiendo el descubrimiento casual de la música, su formación violinística, los años de la bohemia madrileña y de la orquesta del Casino de San Sebastián, llenas de anécdotas y de pasión. Revelador es el relato de su llegada y formación en Leipzig, en medio de la hiperinflación de principios de los años 20, que le permitió llevar una vida más que acomodada en Alemania. Estas memorias son también una crónica (subjetiva y sesgada) del ambiente teatral español y una reivindicación de su música, que tiene tanto más valor en cuanto fue hecha por un hombre de exquisita formación germánica que, sin renunciar ni a la calidad ni a la depuración técnica, siempre quiso hacer música para todos: "Mi música y mi teatro lírico van dirigidos a la gente del pueblo. De un pueblo liberal, progresista e inteligente, a la gente no embrutecida, a la gente que quisiera ser culta y hace lo posible por lograrlo, a la gente que tiene espíritu y sensibilidad". ¿Seguiría preguntándose hoy Sorozábal por esa gente?

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