Folclore y oraciones en trío

Barragán, Wildschut & Dupree

Noa Wildschut, Frank Dupree y Pablo Barragán en el Espacio Turina
Noa Wildschut, Frank Dupree y Pablo Barragán en el Espacio Turina / M.S.

La ficha

BARRAGÁN, WILDSCHUT & DUPREE

**** Música de Cámara en Turina. Pablo Barragán, clarinete; Noa Wildschut, violín; Frank Dupree, piano.

Programa:

Béla Bartók (1881-1945): Contrastes para clarinete, violín y piano Sz.111 [1938] / Danzas populares rumanas Sz.56 [1915] [arreglos para clarinete y piano de Jonas Dominique y para violín y piano de Zoltán Székely]

Paul Ben Haim (1897-1984): Lento e sottovoce, segundo movimiento de la Sonata para violín solo en sol mayor Op.44 [1951] / Berceuse sfaradite [1939 / 1945] [versión para clarinete y piano]

Claude Vivier (1948-1993): Pieza para violín y clarinete [1975]

Ernest Bloch (1880-1959): Prayer de From Jewish life[1924]

Paul Schoenfield (1947): Trío para clarinete, violín y piano [1990]

Lugar:

Espacio Turina. Fecha: Jueves, 9 de mayo. Aforo: Un cuarto de entrada.

El programa se apoyaba fundamentalmente en el folclore del este de Europa, con un peso muy importante de sus comunidades judías, algunas trasladadas a América, cuyos ritmos y melodías también concurrieron, sobre todo a través del brillantísimo Trío del americano Paul Schoenfield que cerró el concierto, una obra que bebe tanto de la música de las ceremonias jasídicas como del jazz. Para ese momento, el clarinetista de Marchena Pablo Barragán y sus dos compañeros habían mostrado ya cómo construir un sonido maravillosamente conjuntado, equilibrado y transparente a partir del virtuosismo individual para seducir al público con un programa casi desconocido. En el fondo, sólo las Danzas rumanas de Bartók son verdaderamente populares, pues Contrastes, que sonó en el arranque, es partitura algo esquiva para los aficionados. En ella, Barragán dejó ya las señas de su maestría, un control absoluto en todas las gamas dinámicas (con pianissimi estremecedores) y una variedad de colores deslumbrantes (la agilidad se le supone). A su lado, la jovencísima violinista holandesa Noa Wildschut (23 añitos la contemplan) mostró un sonido terso, limpísimo, pero a la vez vibrante, carnoso y de un lirismo que en las piezas más lentas (esas auténticas plegarias de Ben Haim y Bloch), con un legato de magnífica factura, resultó de altísima emotividad. Los dos solos hicieron cantar, gritar y llorar a sus instrumentos en el singular y expresivo dúo del canadiense Claude Vivier. Dominó en cualquier caso la energía, que el pianista alemán Frank Dupree alimentó desde un teclado poderoso, rotundo, volcánico.

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